Israel ya se dio cuenta de que Irán lo está superando con su ventaja misilística; si combaten sólos, Israel será totalmente devastada, por lo tanto requiere la participación de su mentor, de su creador, Estados Unidos
Todos sabemos, porque lo grita sin ningún empacho, que Donald Trump es un gran ignorante de la política. Bueno, de muchas cosas loables, pero sobre todo de las ciencias políticas.
Es un ignorante de la historia.
El problema con estos ignorantes es que cuando tienen poder se vuelven peligrosos. Su falta de conocimientos los hace cometer errores que, según la magnitud del poder, puede afectar a millones de personas. Es el caso del jefe de Estado norteamericano.
De hecho, el exasesor de Seguridad Nacional de Donald Trump, John Bolton, afirmó que el mandatario estadounidense no tiene interés en la historia ni lee los informes de inteligencia.
Se sabe también que por su egocentrismo es muy fácil de manipular, que suele tomar decisiones no siempre bien calculadas. Por eso se le ve constantemente dando marcha atrás.
Eso lo saben bien en Tel Aviv, en donde necesitaban involucrarlo directamente en su guerra con Irán.
Por eso, a las pocas horas de que Irán reaccionara ante la agresión de Israel, cuando Irán le hizo sentir al gobierno sionista el poder de sus misiles, Benjamín Netanyahu declaró a la cadena Fox que el ataque contra Irán, al que denominaron «Operación León Ascendente», se debió a que pretendían defender a Trump.
«Quieren matarlo. Es el enemigo número uno. Es un líder decisivo. Nunca siguió el camino de otros para intentar negociar con ellos de forma débil, dándoles básicamente una vía para enriquecer uranio, lo que significa una vía para la bomba, inyectándoles miles y miles de millones de dólares», aseveró Netanyahu
Más allá de las pintorescas, de las cínicas palabras, estas declaraciones eran parte de una narrativa para apurar la participación de Estados Unidos de una manera contundente. Habría entonces dos elementos, «evitar que Irán tuviera un arma nuclear y un posible asesinato de Trump». No importa que esto no sea cierto.

La comunidad internacional comprendió que Washington violó flagrantemente el derecho internacional cuando atacó un país soberano, sin motivo alguno
Total, en Estados Unidos e Israel hay una larga historia de ataques de falsa bandera para desencadenar guerras y masacres.
¿Cuál sería la reacción de Estados Unidos si hay un atentado contra su presidente y se responsabiliza a Irán?
Inclusive, quienes se oponen a involucrase directamente en la guerra cederían en sus posiciones. Todos pedirían el exterminio de los persas.
No olvidemos que durante la campaña presidencial ya se hablaba de que Irán pretendía asesinar al actual mandatario, aunque los responsables de los dos atentados no tienen ninguna conexión con Teherán. Es decir, la narrativa en proceso.
Si vemos con calma, el asunto es simple, Israel ya se dio cuenta de que Irán lo está superando con su ventaja misilística; si combaten sólos, Israel será totalmente devastada, por lo tanto requiere la participación de su mentor, de su creador, Estados Unidos. Necesita involucrarlo directamente lo antes posible.
Y el apuro los urgía porque, aunque la mayoría de republicanos en el Congreso siguen apoyando firmemente a Israel, hay voces clave dentro del movimiento Make America Great Again (MAGA, por Haz América Grande Otra Vez) que rechazan el apoyo «férreo» a Israel.
Fueron varios quienes cuestionaron qué EE. UU. se viera arrastrado a una guerra en Oriente Medio cuando Trump había prometido que su política exterior tendría como premisa «EE. UU. primero».
Por eso Tucker Carlson, un reconocido periodista pro-Trump se pronunció públicamente afirmando que Estados Unidos no debería involucrarse y debería «abandonar a Israel».
Criticó que Netanyahu y su gobierno ávido de guerra estaban arrastrando a los soldados estadounidenses a luchar en su nombre.
«Participar equivaldría a mostrarle el dedo medio a los millones de electores que emitieron su voto con la esperanza de elegir un gobierno que finalmente priorizara a EE. UU.«, dijo Carlson.
Igualmente, el congresista republicano conservador Thomas Massie, de Kentucky, se alió con los demócratas cuando presentaron un proyecto de ley que impediría a Trump involucrar a las fuerzas estadounidenses en «hostilidades no autorizadas» sin la aprobación del Congreso.
La congresista por Georgia, y leal a Trump, Marjorie Taylor Greene, saltó en defensa de Carlson en una ruptura muy inusual con el presidente.
Dijo que cualquiera que apoyara tal intervención no era «EE. UU. Primero«.
Steve Bannon, ex estratega político de Trump, argumentó en el podcast de Carlson que «permitir que el Estado profundo lleve a EE. UU. a una guerra con Irán haría ‘altar por los aires la coalición de partidarios de Trump«.
«Si nos vemos arrastrados a esta guerra, que inexorablemente parece que va a suceder en el lado del combate, no sólo va a hacer saltar por los aires la coalición, sino que también va a frustrar lo más importante, que es la deportación de los invasores extranjeros ilegales que están aquí«, dijo.
En su editorial del 18 de junio, el periódico La Jornada
titulaba: “Se fractura la coalición de Trump por Irán y migrantes”.
Mencionaban que durante su campaña presidencial Trump declaró repetidamente que pondría fin a todo involucramiento de Washington en guerras en el mundo con el propósito de enfocarse en Estados Unidos primero.
Trump había criticado a sus antecesores demócratas y republicanos por crear conflictos bélicos fútiles , prometió que sólo él podría lograr un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia en 24 horas, evitaría la guerra con China, tal vez un acuerdo de paz con Corea del Norte, y una vez en la Casa Blanca dijo que estaba logrando un convenio con Irán.
En otro párrafo mencionan que “ante los nuevos tambores de guerra, legisladores demócratas, y notablemente algunos republicanos, impulsaron proyectos de ley para obligar al jefe del Ejecutivo a solicitar autorización del Congreso antes de ordenar acciones militares contra Irán”.
Las agudas pugnas por el tema Irán también se extiende a otros ámbitos. Sus aliados le recuerdan a Trump que había asegurado que sus amenazas de aranceles resultarían favorables para Estados Unidos sin provocar inflación; que el manejo de la política antimigrante tendría beneficios inmediatos para el país. Como la realidad muestra, Trump no ha logrado cumplir con sus promesas, peor, ha disgustado a un sector importante de sus bases y supuestos aliados.
Por eso es que TACO (Trump Always Chickens Out –Trump Siempre se Acobarda), la semana pasada, debió ordenar a su Servicio de Migración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) pausar redadas en los centros de trabajo de los sectores agrarios, restauranteros y hoteleros, después de que empresarios se quejaran y presionaran, aunque luego, el lunes 16, la Casa Blanca anulaba esa orden en aras de continuar con los operativos de forma general.
En medio de esos embrollos, la directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, aseguró a los congresistas que Irán no ha tomado medidas para crear una bomba nuclear. El lunes 16 de junio, los congresistas recibieron una confirmación de lo mismo.
No hubo necesidad de un atentado contra Trump, como se barajó, al final de cuentas ocurrió lo que el gobierno de Israel quería. El presidente norteamericano, luego que prometió dos semanas para darle paso a la diplomacia, a las negociaciones, intempestivamente atacó a Irán, intentando dañar sus principales instalaciones nucleares; pero falló.
En la práctica sus objetivos no se cumplieron. Lo que sí ocurrió, fue que a las pocas horas Irán lanzó ataques devastadores sobre Israel.
Ocurrió que los aliados de Irán cerraron filas junto a la nación islámica; inclusive, como señaló Dmitri Medvédev, sus amigos están dispuestos a brindarle ojivas nucleares.
Ocurrió que Irán anunció el cierre del estrecho de Ormuz, con las esperadas consecuencias económicas, sobre todo en el precio de la energía.
Ocurrió que el pueblo iraní, más allá de ser musulmanes o pro occidentales, consolidaron su unidad ante la amenaza externa.
Ocurrió la consolidación del Estado islámico.
No le funcionó a occidente la intención de cambiar el sistema de gobierno, por lo menos durante muchos años.
Ocurrió, también, que el mundo, la comunidad internacional, comprendió que Washington violó flagrantemente el derecho internacional cuando atacó un país soberano, sin motivo alguno.
Y el mundo está muy pendiente de estas cosas. Lo del Medio Oriente producirá efectos en todo el planeta. En la emergencia del nuevo orden mundial.
En medio de esta vorágine, de este cúmulo de informaciones que fluyen de lado y lado, hay cosas que no pueden negarse: la primera, se acabó el mito de la invencibilidad de Israel. Eso que por décadas nos lo contó la canalla mediática global, pero por sobre todo, nos lo recalcó Hollywood, la principal arma de penetración ideológica de occidente, el principal moldeador de mentes global; ese mito ya se cayó.
Las imágenes de Tel Aviv, destruida por misiles hipersónicos, no podrán borrarse del imaginario colectivo global. Igual pasa con la famosa «cúpula de hierro», esa cúpula es inútil ante las armas persas.
Las acciones de las empresas que construyeron la cúpula cayeron en el mercado bursátil.
Lo otro, esto ya es definitivo y ratifica nuestra postura de que un nuevo orden mundial emerge, es que ya el occidente colectivo no domina la narrativa global.
Ya hay plataformas y medios alternativos que rompieron el discurso uniformador del hegemón. Es tan cierto que la misma YouTube ha debido darle cabida a canales y versiones contrarias al sionismo, al supremacismo israelí.
Porque, además, les resulta difícil sostener de manera creíble, eficiente, a un régimen como el israelí, a un personaje como Netanyahu. Las escandalosas masacres que los sionistas han perpetrado contra sus vecinos, sobre todo el genocidio en Palestina, le ha ganado el repudio de casi toda la humanidad.
Lo hemos señalado anteriormente, la emergencia del nuevo orden mundial no será un proceso lineal ni exento de espinas.
El hegemón dará batalla y usará sus mastines más sanguinarios. Ahí está el conflicto de Rusia contra la OTAN en Ucrania. Más allá de consideraciones históricas o seudo pretextos religiosos, el ataque de Israel a Irán se inscribe en la lógica de debilitar los principales países de los BRICS.
Es la lógica de, sobre todo, menoscabar o retrasar la consolidación industrial de China. Si se produjera uno de los escenarios planteados por los enemigos de China, es decir, de una balcanización en Irán, con diversas facciones disputándose el control del país y el control del gas y el petróleo, Pekín no tendría la estabilidad y certeza para mantener su estatus de superpotencia.
Su producción industrial colapsaría, creándole severos problemas económicos y de seguridad.
No olvidemos que, el 27 de marzo del 2021, Irán y China firmaron un acuerdo de cooperación de 25 años, que comenzó a gestarse en 2016. Dicho acuerdo de cooperación no sólo se circunscribe a temas energéticos, tiene que ver también con infraestructura,
transporte, la ampliación y modernización de los puertos, la industria y los servicios.
El acuerdo contemplaba inversiones chinas de 400.000 millones de dólares. Tiene que ver con el rol de Irán en la Nueva Ruta de la Seda.
Sus aliados no pueden abandonar a Irán, deben protegerlo. Su derrota significaría el triunfo del hegemón, la presencia de más bases militares en Medio Oriente, pero cada vez más cerca de Rusia y China. Significaría el control de las principales rutas comerciales en la región.
Por el contrario, un triunfo de Irán consolidaría el cambio de época. La consolidación del nuevo orden mundial. La anulación de Israel dejaría a Washington sin su principal base militar, económica y política en la región.
La destrucción o deterioro de las bases militares norteamericanas en esa zona llevaría a un reagrupamiento. Mientras la derrota es acompañada por la soledad, la victoria trae nuevos amigos.
Si Irán gana esta guerra, muchos países vecinos se le acercarán. Podría echarse a Estados Unidos del Medio Oriente.
Si gana Irán, ganan los BRICS. Si gana Irán, gana la justicia. Si gana Irán, se producirá un repliegue del hegemón. Rusia y China lo saben. Se da por descontado que ambos, y otros más, aportarán a que los persas triunfen. La humanidad lo requiere.