Se ha realizado la primera vuelta de la elección presidencial en Colombia sin mayores sorpresas, ya que este proceso, con todo y un sistema electoral sin garantías y caracterizado por el fraude, con la compra de votos, la violencia y cooptación como sus principales estandartes, ha dejado como los grandes derrotados al Uribismo, a su actual Presidente Iván Duque; y en general a la oligarquía colombiana con su candidato fuera de la segunda vuelta.
Gustavo Petro logró sortear una campaña feroz de cuatro años consecutivos por parte de todo el establecimiento político de ese país, dígase oligarquía reinante por 200 años, para alzarse con un triunfo obteniendo casi los mismos votos que logró en la segunda vuelta electoral de 2018, más de 8 millones y medio de sufragios, y quedando a las puertas de una posible victoria el 19 de junio; necesitando para ello de uno a dos millones de votos adicionales, cosa factible dado que en el evento del domingo votó 54% del registro electoral, es decir hay una abstención cautiva por allí, así como dificultad que tiene el candidato que llegó en segundo lugar de sumar todos los votos que no obtuvo Petro, condición fundamental para tener alguna opción dado el margen de victoria.
Todo ello dando por buenos los datos arrojados por una cuestionada Registraduría, instancia electoral de Colombia, al punto que hoy empiezan a aparecer nuevamente denuncias de votos que no fueron contabilizados.
Lo cierto es que el desinfle de la oligarquía colombiana es de tal calibre que no sólo no pudieron evitar que Petro traspasara el umbral del 40% en primera vuelta, sino que no pudieron sostener la candidatura de Federico Gutiérrez quien no pudo soportar el peso del rechazo tanto al gobierno de Iván Duque, al Uribismo en general, así como a los factores que básicamente han querido mantener la situación de conflicto interno de más de 70 años, vulnerando los acuerdos de paz de La Habana y Cartagena, asunto que parece haber cansado al pueblo colombiano y que por ende afectó las posibilidades de quien recibió apoyo total de ese establecimiento político y sus intereses creados, medios empresarios, entre otros.
Dicho panorama, increíblemente, es poco observado en diversos análisis provenientes de la propia Colombia, posiblemente por una visión derrotista aprendida en años de ejercicio nefasto del poder por parte de su élite política; pero ahora en la necesidad de fomentar esa voluntad de poder y de cambio profundo que aún tiene públicos cautivos en lo electoral, y que le han dado un buen margen de ventaja al candidato del Pacto Histórico; con todo y una campaña terrible de miedo y odio muy al estilo de las derechas del continente.
Por ejemplo, ampliar el espectro de alianzas políticas; pero en especial incorporar con mayor vigor los asuntos fundamentales que son causa de la protesta social continua desde 2019, parecen contener la llave definitiva de un posible triunfo, sumado a la experiencia de un candidato y un equipo que conocen al dedillo el sistema electoral al cual se enfrentan.
En el otro lado de la acera está Rodolfo Hernández, empresario y ex Alcalde de Bucaramanga que apeló a la antipolítica, cosa subestimada en el continente, el uso de redes sociales y un mensaje sin poses; a pesar de su contenido fascista para hacerse del segundo lugar. Esta especie de última esperanza de la oligarquía colombiana para poner freno a Petro deja ver, de ser cierta semejante maniobra, una acción desesperada al ver el tipo de candidato que ofrecen como Presidente.
Con el estilo de Jair Bolsonaro, Antonio Katz o Franco Parisi; y una campaña enfocada al estilo de Donald Trump en el sentido de anclarse en los territorios clave para pasar a segunda vuelta; Hernández es un conservador de pelo en pecho, lenguaje sencillo, directo y muchas veces grosero; admirador de Adolfo Hitler a quien ha llamado «pensador alemán»; muy al estilo de la narrativa liberal de hoy, santificando mundialmente las aberraciones del nazi – fascismo; afirma que la mujeres deben estar en la casa y no en la política; como empresario expresa abiertamente la necesidad de mucha pobreza para mayor consumo y por ende mayores ganancias; no niega su relación de afecto con Álvaro Uribe Vélez quien le apoyó para la Alcaldía en Bucaramanga y hoy se le ha montado en su campaña para segunda vuelta a través de Federico Gutiérrez, lo cual lejos de ser un gran apoyo parece ser un peso muerto.
Con tales perlitas, Hernández y sus apoyos tienen el desafío de evitar que la dupla Uribe – Duque termine por aniquilar sus opciones, hacer potable semejantes ideas como para ganar la elección, y sumar casi en su totalidad los votos de quienes no sufragaron por Petro en primera vuelta; teniendo en cuenta la realidad matemática que el candidato del Pacto Histórico no se quedará anclado en la votación obtenida el pasado domingo, cosa lógica en los sistemas electorales de doble vuelta o altamente polarizados.
Falta ver en este primer análisis el rol de EEUU, cuya élite seguro girará instrucciones a la oligarquía colombiana, para hacer todo lo posible con tal de evitar la victoria de Petro; cuestión sobre la cual ya bien advertida debe estar la campaña del Pacto Histórico; y más con la característica de enclave geopolítico de los intereses estadounidenses que ha adquirido esa Nación.
Para Venezuela, en una primera instancia, parece que cualquiera sea el resultado del 19 de junio habrá un cambio esencial en la relación binacional; ya que ambos candidatos han prometido restablecer relaciones diplomáticas y comerciales; abandonando así la lógica de injerencia, violencia y desestabilización que caracterizó al moribundo gobierno de Duque; cosa que tiene muy alborotada a la oposición del exilio dorado con tantas explicaciones que darle a nuestro país.
Sin duda el agotamiento del sistema político reinante en Colombia se ha dejado ver en su cruda realidad este 29 de mayo y nada hace pensar que eso cambiará en tres semanas, sino que se fortalecerá aún más; por mucho que intenten solapar su derrota con tesis que no van con la realidad.
Lo que es muy real es la salida de Iván Duque y la derrota de su candidato, un triunfo para Venezuela, para la Revolución Bolivariana y posiblemente también para el pueblo de Colombia.