Tras una travesía por mar hasta Valparaíso, Simón Rodríguez llega a Concepción de Chile en 1833, atendiendo una invitación del Intendente de la ciudad, José Antonio Alemparte, para que lleve adelante “el mejor plan posible de educación científica” en el Instituto Literario. En 1834, se imprime en Concepción el galeato al Tratado sobre las Luces y Virtudes Sociales de Simón Rodríguez. El 20 de febrero de 1835 un terremoto arrasa la ciudad de Concepción. La escuela donde enseña Rodríguez queda destruida. Junto con Ambrosio Lozier y Juan José Arteaga redacta un informe que se presenta a la Intendencia de la Provincia de Concepción. En 1836, al sur de Concepción, administra Simón Rodríguez una pequeña hacienda. Posteriormente se instala en un aserradero. En 1939, nos cuenta Eduardo Galeano, “Cuesta arriba, en el barrio La Rinconada del puerto chileno de Valparaíso, al frente de una casa cualquiera hay un cartel: Luces y Virtudes Americanas Esto es, velas de sebo, paciencia, jabón, resignación, cola fuerte, amor al trabajo. Adentro, humo de cocina y alboroto de chiquilines. Aquí vive Simón Rodríguez. El maestro de Bolívar tiene en su casa una escuela y una fabriquita. El enseña a los niños la alegría de crear. Haciendo velas y jabones, paga los gastos”.
El 17 de septiembre de 1843, el rector Andrés Bello pronuncia el discurso con el que se funda la Universidad de Chile. Allí habla del rol de la universidad: “estudiar las especialidades de la sociedad chilena bajo el punto de vista económico”, “examinar los resultados de la estadística chilena, contribuir a formarla, y leer en sus guarismos la expresión de nuestros intereses materiales. Porque en éste, como en los otros ramos, el programa de la Universidad es enteramente chileno: si toma prestadas a la Europa las deducciones de la ciencia, es para aplicarlas a Chile” porque “todas las sendas en que se propone dirigir las investigaciones de sus miembros, el estudio de sus alumnos, convergen a un centro: la patria”.
Siguiendo la brújula rodrigueana y bellista llegamos a una conclusión: la universidad debe ser el centro de producción de saberes materiales e inmateriales de una toparquía. El teórico rodrigueano Kléber Ramírez lo sintetiza en su tridente socioautonómico: “producir alimentos, ciencia y dignidad”. Si las universidades en revolución siguen graduando estudiantes como una fábrica de chorizos, inmediatamente apostillarán sus títulos y emigrarán porque no fueron formados ni por Rodríguez ni por Bello. De hecho, fueron deformados por la lógica hegemónica occidental.