La reciente visita del Presidente Nicolás Maduro a Brasil tiene carácter histórico por diversas razones. En ella se evidencia el fracaso estrepitoso de la política de aislamiento diplomático, a la que fue sometida Venezuela por el intervencionismo de los EEUU; en medio de su feroz agresión a nuestro país y a la que fueron arrastrados sus países satélites.
Las principales expresiones de esa política infame fueron: la OEA y el llamado Grupo de Lima, ambas instancias fracasadas en su propósito de “cambio de régimen” impuesto por la Casa Blanca y, además, francamente desdibujadas o desaparecidas en la geopolítica hemisférica.
Este cambio de la región hacia nuestro país obedece, básicamente, a la histórica victoria de la revolución bolivariana frente a la brutal agresión yanqui; y a los cambios progresistas que se han producido en los últimos años en la región. Dentro de estos cambios, cabe destacar especialmente la crucial victoria del Presidente Lula en Brasil, tomando las riendas del gigante sudamericano con una visión de independencia frente a la hegemonía yanqui, integración regional y de búsqueda de un nuevo orden mundial.
La visita del Presidente Maduro contribuye a la normalización de las relaciones bilaterales en lo diplomático, además de abrir el compás de las relaciones económicas congeladas por el nefasto gobierno de Bolsonaro. La tarea actual consiste en retomar estas relaciones y llevarlas al nivel existente en los periodos de gobierno de Lula y del comandante Chávez; cuando estas relaciones se convirtieron en fuerza motriz del desarrollo binacional basado en el respeto y la cooperación.
La fortaleza política de Lula y su autoridad moral no solo le permitieron recibir al Presidente Nicolás Maduro en Brasilia, pese a la resistencia de la derecha brasileña y el injerencismo del Departamento de Estado; sino también convocar a los jefes de Estado sudamericanos para el relanzamiento del proceso de integración regional.
Retomar las estrategias de integración y desarrollo, desplegadas en la década pasada, constituye un objetivo impostergable. Del avance en este frente, depende la capacidad de los gobiernos nacionales para poder cumplir sus agendas económicas y sociales. Existe suficiente evidencia de que no es posible el desarrollo de las naciones, de manera individual, en medio de la dominación imperial de los EEUU, y de la voracidad de las corporaciones en el mundo globalizado. En este escenario, solo unidos podremos desarrollarnos; y Lula tiene la estatura política para tomar la iniciativa en esa dirección.
Un nuevo orden mundial esta surgiendo, esto es inexorable. La crisis del capitalismo, que afecta a las potencias imperiales occidentales, acelera este proceso. De ahí las confrontaciones y tensiones en la política y economía mundial, que son promovidas en diferentes espacios de poder global, entre ellos el G7; que recientemente ratificó su curso de “contención rusa y china”, como lo definiera el canciller Lavrov.
En la dialéctica actual de la geopolítica se confrontan: la tendencia histórica a la decadencia de un sistema que dirige EEUU, sobre la base de la dominación del planeta; la explotación de los recursos naturales; la subordinación de los pueblos y el empleo de la violencia; y la guerra en contra de las naciones independientes, por una parte; y la consolidación de las fuerzas que promueven un nuevo orden mundial basado en la cooperación y la autodeterminación de los pueblos. En esta pugna histórica, nuestra región debe estar unida y jugando un papel importante en el mundo multipolar.
En tal sentido, el Presidente Maduro planteó el interés de nuestro país por incorporarse a los BRICS, instancia que ya ha recibido la solicitud de adhesión de decenas de naciones con importantes potencialidades industriales, agrícolas, energéticas; todas ellas enfocadas en la necesidad de trascender el mundo de la hegemonía unipolar. El mundo está cambiando y nuestra región estará presente en esos cambios; con Venezuela jugando un papel de vanguardia.