En la Galería de Arte Nacional se expone la Feria del Libro de Caracas en su edición número 15, del 21 al 29 de septiembre de 2024. Evento que nos motiva a hablar sobre Simón Rodríguez y la lectura.
Curiosos y críticos
Para Simón Rodríguez “Sólo dos especies de hombres abren libros: los curiosos y los críticos y en cada especie hay dos variedades. Curiosos que desean aprender para saber: son Estudiantes. Curiosos que leen para saber cuánto se escribe: son Filólogos. Críticos que buscan en los escritos lo que les conviene: son compiladores. Críticos que leen para juzgar de las Ideas, del método, del modo y de las consecuencias de las obras: son Filósofos”.
La palabra escrita
La palabra escrita ocupa un papel preponderante en la obra de Simón Rodríguez. “El hombre más extraordinario del mundo”, como lo llama el Libertador, dibuja las palabras: “el arte de escribir se divide en dos partes: 1. Pintar las palabras con signos que representen la boca…; 2. Pintar los pensamientos bajo la forma en que se conciben…”. Por todo esto, para Rodríguez es importante: “destruir errores en la Infancia; pronunciar, articular y acentuar las palabras; fijar su significación; ordenarlas en frases; darles el énfasis que pide el sentido; dar a las ideas su expresión propia; notar la cantidad, el tono y las figuras de construcción”. De este modo, la palabra escrita se contagia del vigor de la palabra oral, del temperamento que está presente en el acto personal de comunicarnos. Todo esto sin perder el rigor del texto y “dar a cada expresión su propio valor”.
Libros para construir ciudadanía
Rodríguez escribe sus libros para construir ciudadanía. Está consciente de que una mayoría de la población es analfabeta. Por esto hace de la ortografía, la logografía y la tipografía su didáctica. Con esta ortografía fonética logra que se escriba como se habla. Esto explica que cuando oímos a un buen lector leer en voz alta sus textos sentimos el mensaje de una manera más efectiva, hay una identidad entre sonido y letra puesta al servicio de la política, es decir, de hacer el bien. Sobre esto explica Jorge Marcone, en su lectura de La ciudad letrada de Ángel Rama: “la ortografía no solo no debe domesticar el lenguaje hablado sino que esta tiene que corresponder con este lenguaje de una manera tal que la ortografía misma sea el ejemplo de cómo constituir el gobierno apropiado a las naciones hispanoamericanas”.
La palabra escrita
Los libros que escribió Simón Rodríguez son artillería del pensamiento. En sus páginas militantes hay arengas, lecciones, investigación, estudios comparados, humor, sarcasmo, crítica. Rodríguez forja sus libros del siglo XIX en la posguerra americana y la concibe políticamente pedagógica y pedagógicamente política: “nada importa tanto como el tener Pueblo, formarlo debe ser la única ocupación de los que se apersonan a la causa social”.
Este rol preponderante de la palabra escrita en la obra de Simón Rodríguez es fuente de información y comunicación indispensable para la construcción de la causa social: “para hacer repúblicas es menester gente nueva”, le escribe a Bolívar desde Oruro, el 30 de septiembre de 1827. Rodríguez concibe el libro y el periódico como instrumentos para la emancipación y como escudos culturales contra todo tipo de agresión. Por eso pide que libros y prensa no sean meras hojas compuestas de frases, sino que contengan “¡IDEAS!…. ¡IDEAS!, primero que LETRAS”. Porque solamente con ideas es posible emprender el reto de comunicarnos, tarea fundamental en el proceso de formación de republicanos, que es condición para crear las nuevas repúblicas. De él dice Ángel Rama, ideólogo y fundador de la Biblioteca Ayacucho: “Simón Rodríguez propuso no un arte de escribir, sino un arte de pensar”.
Libros voluminosos
Sobre los libros con muchas hojas, llamados por algunos “ladrillos”, Simón Rodríguez nos habla de “dos ventajas que resultan de publicar; por partes, las obras voluminosas”. La primera es en relación al costo. “Lo que se da por un libro es perdido, si el libro no interesa. Las obras conocidas se compran, aunque cuesten mucho, porque se necesitan: las nuevas tienen que acreditarse, a costa de los primeros lectores. Si estos pudieran tomar una muestra, a prueba, arriesgarían menos: tomarían más, si les agradase; o suspenderían si no: y podrían, con un pequeño gasto, hacer muchos favores; prestando la muestra para que no la comprasen”.
La segunda ventaja es a favor de la lectura. Rodríguez señala que “si la obra interesa, la lectura no puede ser seguida: por eso se dividen los escritos en párrafos, artículos y capítulos, que son reposos de la atención. Pensamos como comemos, tomando tiempo para digerir. No es posible estar, todo un día, leyendo sin cesar; ni, por espacio de una hora, pensando sin distraerse: los ojos se cansan de descifrar, y la mente de comprender. Según la materia es el trabajo; los asuntos públicos tienen muchos cabos que atar, y las doctrinas muchos hilos que seguir. La lectura de pocas horas, pide algunos días de reflexión, a las personas poco acostumbradas a estudiar; y tal vez más, a las que se proponen impugnar. Con leer el título basta, para despreciar una obra: en pocos minutos se recorre un volumen, si la intención es disputar”.
Comunicar es hacer común
Para Rodríguez “comunicar es hacer común, y COMÚN es lo que no pertenece a uno solo, lo que pasa de uno a otro, por un medio o de un modo cualquiera. Las Palabras son medios y las Frases son modos de comunicar Ideas”. Así, lo común, lo colectivo, el interés social pasa a ser el propósito primordial de la comunicación, porque a su vez la comunicación sirve para apalancar la idea de que la sociedad debe orientarse en función del bien común. Entre este patrimonio común que debe cuidarse está la historia, la memoria de los pueblos. Para este visionario americano pedagogía y comunicación van de la mano: “los medios de comunicación que se dan en la ESCUELA son calcular, hablar, raciocinar, escribir y leer; porque sin cálculo no se raciocina: se habla para raciocinar; se raciocina: para persuadirse y convencerse y para persuadir y convencer a otro; y porque la escritura sirve: para calcular, para acordarse; para comunicar a distancia; para instruir y para salvar del olvido los hechos interesantes”.
Leer es resucitar ideas
Para Simón Rodríguez, “leer es resucitar ideas sepultadas en el papel. Cada palabra es un epitafio, y para hacer esta especie de milagro, es menester conocer los espíritus de las difuntas, o tener espíritus equivalentes qué subrogarles”. Para el político caraqueño “no tienen igual importancia las ideas que se ligan para formar un pensamiento ni los pensamientos que se reúnen en un cuadro.
“Nada importa tanto como el tener Pueblo, formarlo debe ser la única ocupación de los que se apersonan a la causa social”, Simón Rodríguez
Cada uno de los componentes es una abstracción, y el compuesto una abstracción de abstracciones. Por tanto debe ser muy confuso el pensamiento que no distinga por signos la importancia de sus elementos, y muy lata la idea general que no reduzca el valor de otras ideas al suyo propio. En el discurso hablado los tonos y las pausas son los signos de importancia. El acento y las modulaciones son los de conexión y relación”.
Sobre el discurso escrito, nos dice Rodríguez, “el tamaño y la variedad de los caracteres, indican los tonos la separación y el aislamiento de las frases, indican las pausas. La separación se pinta poniendo la palabra o la frase entre puntos. El aislamiento se pinta poniendo la palabra o la frase en medio de la página. Las elipsis se pintan poniendo un punto debajo de la palabra omitida. Los guiones indican la relación, las llaves la conexión”.
Rodríguez prioriza la sensibilidad. “Para ejecutar esto es menester sentir. Nadie aprende a sentir, y de cualquier modo expresa cada uno sus sentimientos, pero debe aprender a expresar los ajenos que excitan los suyos. A este fin se dirigen los principios de la lectura”
Sociedades Americanas en 1828
En relación a su obra magna Sociedades Americanas en 1828, que Rodríguez pone de ejemplo para concluir su clase, nos explica la conexión que hay entre las ideas y los pensamientos ya la reunión de todo “en una idea general que es la necesidad en que están de saber lo que son luces y virtudes SOCIALES unos pueblos que se creen árbitros de su suerte social y dueños de la de sus hijos”. Rodríguez, en un ejercicio de dialéctica, reta al “lector que sienta la necesidad y haya pensado en los medios de satisfacerla, verá si el discurso persuade y convence, si produce uno de los dos efectos solamente o si no produce ninguno. Es regular que el que ni sienta ni haya pensado sea del último parecer y el autor no se ofenderá porque el título de lector no se despacha en las universidades, cada uno lo compra por lo que le cuesta el Libro, pero sea cual fuere el grado de sensibilidad y el hábito de pensar el autor espera no haber perdido, del todo, sus esfuerzos”.
Leemos porque somos felices
Hay quienes dicen que los libros no deben ser de papel por la cantidad de árboles que hay que talar para poder hacerlos, proponen que los libros deben ser digitales para que sean leídos en el celular o en la computadora y que se pueden adquirir a través de un código QR, pero de verdad verdad, la mayoría de las personas prefieren los libros de papel. Esto es tan cierto, que una vez oí decir a una joven que por cada libro que leía ella plantaba diez árboles.
Acerquémonos a la Galería de Arte Nacional, donde la quinceañera Feria del Libro de Caracas baila el valse en este valle de letras. Leer descoloniza. Leemos porque somos felices.