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En una reunión sostenida en el ministerio de educación universitaria, un colega, notoriamente preocupado por el bloqueo económico a Venezuela por parte de Estados Unidos, comentaba que la industria del libro se va a ver perjudicada y que va a resultar cuesta arriba comprar los libros que vienen de Europa. Yo le contesté que llegaba el momento de leernos, de leer a la intelectualidad nuestra, llegaba la hora del diálogo de saberes, de creer en los poderes creadores del pueblo.
No despreciemos lo nuestro
En 1842, Simón Rodríguez nos pide que pensemos en nuestra revolución, que recojamos los materiales de nuestros pensamientos, que tengamos como libros de cabecera las Sociedades Americanas y la Defensa de Bolívar de su autoría, y sí no les da nota leer a uno de los nuestros, entonces, “olviden que son obras de un americano, o bórrenles el nombre y pónganles John Krautcher, Denis Dubois o Pietro Pinini”.
Giovanni Papini
El florentino Giovanni Papini (1881-1956) publicó en 1947 el artículo Lo que América no ha dado, en la Revista de América de Bogotá, donde arremete contra la intelectualidad nuestroamericana: “La América es aún pues, deudora para con Europa, y especialmente para con la civilización mediterránea”. El libro Historia de la literatura italiana, Papini se lo dedica: “A il Duce, amigo de la poesía y de los poetas”.
Fayol, Taylor y Heidegger
Nuestros programas de estudio están llenos de hombres como Frederick Winslow Taylor y Henry Fayol, el gringo «Padre de la Administración Científica» y el francés el creador de la Teoría Clásica Administrativa, bases del modelo capitalista occidental. El filósofo alemán Martin Heidegger fue miembro del Partido nazi entre 1933 y 1945. Para el filósofo griego Cornelius Castoriadis, el Partido Comunista del imperio soviético es un cadáver histórico: allí es el ejército quien detenta a la vez el poder y su prolongación ideológica.
French Theory
La lista de los infaltables en las ciencias sociales de nuestras universidades está llena de franceses al servicio de una ideología reaccionaria empleada por la CIA en América Latina contra las revoluciones populares, contra el marxismo y contra los procesos independentistas, encabezada por hombres como Michel Foucault, Jean-François Lyotard, Raymond Aron, Hélène Carrère d’Encausse, Bernard Henri Lévi, Stéphane Courtois, Jacques Lacan, André Gluksman, Alain Finkilkraut, Eric Zemmour y Edgar Morin.
Antimarxistas
En 1975, Michel Foucault afirmó que habría que “liberarse” de Marx y luchar contra su legado. Jean-François Lyotard se propuso la deslegitimación del marxismo como ciencia y como programa de emancipación. En 1955, Raymond Aron publicó El opio de los intelectuales, donde enfoca su crítica a la adicción al marxismo de la intelectualidad de su época. Hélène Carrère d’Encausse por estudiar con preocupación las huellas soviéticas en la actual Rusia fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2023.
Anticomunistas
Para Bernard Henri Lévy el capitalismo nunca intentó imponer su voluntad sobre el mundo, sólo está interesado en «pacificar la guerra y domesticar la lucha». El historiador francés Stéphan Courtois escribió el Libro negro del comunismo y Lenin, el inventor del totalitarismo. Jacques Lacan critica a Marx por su explicación insuficiente de la cuestión judía, por su concepción del síntoma como “signo” y no como “significante”, por su función como “restaurador del orden”, por su manía de “castrarse” y su resultante contabilización del plus-de-gozar bajo la forma de la plusvalía.
Pensamiento neorreaccionario
André Gluksman pasó del maoismo al neoconservadurismo de Sarkozy. Alain Finkielkraut y Eric Zemmour, protagonistas del pensamiento neorreaccionario, insisten en la preservación de la cultura occidental y en el rechazo a las civilizaciones que no asimilan los valores del pensamiento ilustrado.
Edgar Morin
Edgar Morin, expulsado del Partido Comunista francés por traidor en 1948, es uno de los hombres más citados por nuestros tesistas. Morin participó en uno de los Congresos por la Libertad de la Cultura, tribuna de presión anticomunista, fundado por la CIA en 1950. Edgar Morin, de 103 años de edad, es un filósofo oficial del imperialismo francés. El presidente Emmanuel Macron no sólo le otorgó la insignia Gran Cruz de la Legión de Honor en el Palacio de los Elíseos, sino que lo invitó a integrar su séquito oficial en el viaje neocolonial que hizo el 28 de octubre de 2024 en Marruecos con el fin de cosechar los frutos del apoyo de Francia a la soberanía marroquí sobre el Sáhara lo que implica una política agresiva contra la República Árabe Saharaui Democrática.
¿Más catecismitos europeos?
Nos dice alarmado Simón Rodríguez en 1842: “Con el mayor descaro se habla ya, en nuestras tertulias, de la llegada de una colonia de maestros, con un cargamento de catecismitos sacados de la Enciclopedia por una sociedad de gentes de letras en Francia, y por hombres aprendidos en Inglaterra”.
Pensamiento complejo
¿Cuántas veces, amigos lectores, estuvieron en un aula con un catedrático hablándoles de transdisciplinariedad, multidisciplinariedad, pluridisciplinariedad, interdisciplinariedad, intradisciplinariedad y pensamiento complejo? ¿Les quedó algo? ¿Acaso, recuerdan que les hablaran de dialéctica, de lucha de clases?
Dicen que Edgar Morin (pronuncien el apellido Morán porque si no la academia se ofende) creó el pensamiento complejo como una forma de pensar que integra diferentes dimensiones de la realidad para resolver problemas y está fundamentada en la capacidad de relacionar y complementar, en lugar de dividir los conocimientos en disciplinas.
El hombre invisible
O sea, cuando Simón Rodríguez nos dice en relación a los catecismitos que vienen de Europa que “el fin es, no sólo desterrar el castellano, sino quitar a los niños hasta las ganas de preguntar por qué piden pan. Todo ha de ser puro: matemáticas puras, gramática pura, mitología pura y todo jía y fía, sea el que fuere, puro, porque está demostrado que eso de andar materializando las cosas, es cortarle el vuelo al espíritu”. ¿No es esto pensamiento complejo?
O sea que, cuando Simón Rodríguez nos dice que una revolución cultural se empieza “por la economía social, con una educación popular, reduciendo la disciplina propia de la economía a dos principios: destinación a ejercicios útiles y aspiración fundada a la propiedad y deduciendo de la disciplina el dogma lo que no es jeneral no es público, lo que no es público no es social”. ¿No es esto pensamiento complejo? ¿No es esto transdisciplinariedad?
El problema no es eurofóbico
Si en nuestras universidades aman tanto a Estados Unidos, propongan conocer a Angela Davis, a los economistas Paul Sweezy y Paul A. Baran, al abogado Louis B. Boudin. Si tanto les gustan los franceses estudien a Louis Althusser, Lucien Goldmann, Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Si tanto les gustan los europeos en general lean al italiano Rodolfo Mondolfo, al grecofrancés Nicos Poulantzas. Enseñen a Imre Lakatos, a Karl Popper, a Gaston Bachelard, a Vladimir Ilich Lenin, a Rosa Luxemburgo, a Antonio Gramsci, a Federico García Lorca. Pregúntense ¿Por qué, cada vez más, Marx es menos estudiado? ¿Por qué no se habla del irlandés Seán McBride?
Dudemos
Duden siempre, lectores, cuando vean que el capitalismo occidental elogia y coloca en el pináculo del saber a un intelectual. Y piensen también porqué sabemos tan poco de Simón Rodríguez.