Si alguien dejara un carro aparcado en la calle con los vidrios bajados y las llaves pegadas al suiche, es probable que de 100 personas que lo vean, uno se lo lleve. La pregunta que intentaremos responder en este ensayo no es por qué lo hace, sino cómo ese ladrón, que representa la minoría, logra infiltrarse en un partido de la causa social hasta alcanzar que sea nombrado en un alto cargo en el gobierno.
Simón Bolívar nos dejó una máxima, el 19 de febrero de 1819, cuando trazó nuestro modelo político en el Discurso de Angostura: “el talento sin probidad es un azote”. A estos talentosos no probos los mueve la ambición y para lograr sus fines no sólo son habilidosos haciendo lobby, sino que hacen lo inimaginable por alcanzar el poder. Sobre esto nos dice el escritor irlandés Jonathan Swift que “la ambición suele llevar a los hombres a ejecutar los menesteres más viles: por eso para trepar se adopta la misma postura que para arrastrarse”.
En una oportunidad, mientras ocupaba un cargo en la Administración Pública, mi jefe inmediato me solicitó que, a solicitud de un personaje de cierto poder, le otorgara un título de postgrado a un político porque a parecer querían colocarlo como Contralor General de la República. Mi respuesta fue inmediata: pongo el cargo a la orden. Mi recomendación: yo puedo preparar un plan de formación dirigido al candidato a ese cargo, pero él tiene que escribir su trabajo especial de grado. Mi opinión: me parece un acto de injusticia que vayan a destituir a un gran intelectual revolucionario como era el contralor general de entonces. Por suerte, desistieron de la idea. Hoy, aquel personaje que pretendía titularse de especialista sin estudiar, es diputado de la Asamblea Nacional.
La avaricia, la envidia, la gula, la ira, la lujuria, la pereza y la soberbia son las siete pasiones del alma que la tradición eclesiástica ha fijado como «pecados capitales». Desde una perspectiva moral, alrededor de la corrupción giran males como la avaricia, la ruindad, la mezquindad, la deslealtad, la traición por beneficio personal, es decir, un egoísmo desmedido y una ausencia de valores.
Criminales birladores
Los criminales son aquellas personas que han cometido o procurado cometer un crimen. Los birladores son individuos que hurtan y estafan subrepticiamente. Partiendo de estas definiciones, y acercándonos a una posible respuesta a la pregunta inicial, podemos argumentar que los criminales birladores son sátrapas que, disfrazados de militantes de un partido de la causa social, logran escalar posiciones de poder ganándose la confianza de la vanguardia y el liderazgo político para desde allí satisfacer sus intereses particulares. Estos criminales birladores acumulan antivalores que los jóvenes deben rechazar siempre: corrupción, resentimiento, indolencia, mediocridad, inmoralidad, negligencia, arrogancia, lumperización, envidia, sedición, burocratismo, injusticia, retaliación, laxidad, adulancia, difamación, oprobio, ruindad, egolatría y sumisión.
¿Cómo llega un corrupto al poder?
Al iniciarse el movimiento independentista en Caracas en 1810, el ideólogo valenciano Miguel José Sanz (1756-1814) explicó el método que utilizan los corruptos para llegar al poder: «Qué raras son las virtudes. La adulación, la lisonja, la calumnia y las exterioridades obtienen y aseguran las pretensiones, los puestos, los honores, arrebatándose y usurpándose los hombres más corrompidos y malvados, los premios que sólo debían distribuirse entre los virtuosos, moderados y prudentes». Para Ingenieros, los mediocres «viven tanteando el vicio y cosechando la corrupción, sin el hábito de la honestidad y sin el ejemplo luminoso de la virtud».
Los corruptos son enfermos de “una sed insaciable de riqueza”, como diagnostica Simón Rodríguez. Esta insaciabilidad los convierte en seres perversos, avaros, indolentes. “Todas las pasiones bajas son tolerables en un hombre público, menos la avaricia”, nos dice.
El hombre mediocre
Debemos tener en cuenta que hay dos tipos de corruptos: los mediocres y los talentosos. Sobre los primeros debemos leer El hombre mediocre, del intelectual argentino José Ingenieros; publicado en 1913. Estos, como carecen de méritos, viven «con la pesadilla del juicio ajeno y hablan con énfasis para que muchos les escuchen aunque no les entiendan; en su cerebro anidan todas las ortodoxias, no atreviéndose a bostezar sin metrónomo». Para este intelectual «la excesiva prudencia de los mediocres ha paralizado siempre las iniciativas más fecundas«.
José Ingenieros nos dice: “El mediocre es solemne. En la pompa grandílocua de las exterioridades busca un disfraz para su íntima oquedad; acompaña con fofa retórica los mínimos actos y pronuncia palabras insubstanciales, como si la Humanidad entera quisiese oírlas. Las mediocracias exigen de sus actores cierta seriedad convencional, que da importancia en la fantasmagoría colectiva. Los exitistas lo saben; se adaptan a ser esas vacuas ‘personalidades de respeto’«.
Un vasto silencio de leones
Todo mediocre es oportunista y por ende es corrupto, sólo espera el momento, el chance. Escala su plan disfrazado de oveja y una vez en la cúspide muestra su verdadero rostro. Luis Britto García, en su artículo El suplicio de los dos puntos, nos invita a colocar en algún metabuscador infoelectrónico el nombre de “cualquier eminencia de esas que andan por allí con séquito y camionetongos” y se sorprenderá con el resultado: “ocurrirá un silencio ancho, alto, profundo, compacto, irremediable. Como decía Lugones, un vasto silencio de leones. Nada. Ni obras ni hechos vienen a la memoria. Hasta los dos puntos se desploman bajo este vacío y acaban en: puntos suspensivos…”.
Ética y moral
Se entiende por moral a todo el conglomerado de creencias, actitudes, opiniones versadas y costumbres en forma de leyes y normas que puede tener una persona. La personalidad de un sujeto debe tener como mínimo una conducta ética aceptable para poder pertenecer a un grupo social, ésta se consigue a través de los valores, la ética y el decoro conseguidos mediante la correcta educación. El decoro se complementa con las diferentes virtudes que la persona pueda tener, sus costumbres y forma de vida van creando parámetros de conducta, propios para el desarrollo de una correcta moral y valores.
La ética se ocupa del estudio racional de la moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir. La ética es la dialéctica sobre el bien y el mal, por lo tanto, requiere de la reflexión y la argumentación. La palabra ética proviene del latín ethicus, y este del griego antiguo noikos (ethicos), que significa carácter. Recordemos que la ética y la moral tienen como base los valores. La ética como rama de la filosofía tiene dos disciplinas asociadas: la Axiología y la Deontología.
La Axiología o filosofía de valores estudia la naturaleza de las virtudes sociales, es decir, todo lo estimable, valioso y digno de ser honrado. La Deontología es una teoría ética que se ocupa de regular los deberes que rigen actividades profesionales y el ejercicio de una profesión, traduciéndolos en preceptos, normas morales y reglas de conducta.
Nuestra Carta Magna
El primer artículo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela dice: “La República Bolivariana de Venezuela es irrevocablemente libre e independiente y fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad, justicia y paz internacional en la doctrina de Simón Bolívar, el Libertador. Son derechos irrenunciables de la Nación la independencia, la libertad, la soberanía, la inmunidad, la integridad territorial y la autodeterminación nacional”.
El segundo artículo de nuestra Carta Magna nos dice que “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.
El artículo 102, señala que: “La educación es un derecho humano y un deber social fundamental, es democrática, gratuita y obligatoria. El Estado la asumirá como función indeclinable y de máximo interés en todos sus niveles y modalidades, y como instrumento del conocimiento científico, humanístico y tecnológico al servicio de la sociedad. La educación es un servicio público y está fundamentada en el respeto a todas las corrientes del pensamiento, con la finalidad de desarrollar el potencial creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de su personalidad en una sociedad democrática basada en la valoración ética del trabajo y en la participación activa, consciente y solidaria en los procesos de transformación social”.
Moral y luces
Para el Libertador del Mediodía de América, como lo llama Simón Rodríguez, “Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades”. Ambos conceptos van a cobrar significado dependiendo del lugar de enunciación. Desde el 12 de octubre de 1492 tanto la moral como las luces se sustentan en una economía esclavista. Desde la óptica del colonizador, moral es ser dueño de personas esclavizadas, servir al rey, descuartizar a quienes luchen contra la corona, freír sus cabezas y exhibirlas en las entradas de las ciudades, empalar indios, mutilar esclavizados en la picota. A través de las luces se estudia teología para justificar que los blancos europeos son seres superiores, que las mujeres son seres inferiores al igual que los africanos y los originarios. El Libertador propone en su discurso otra moral y otras luces cónsonas con otro mundo posible. Su ejemplo es garantía impoluta de tal perspectiva: en 1816 decretó la libertad absoluta a todos los esclavos, primero el 2 de junio desde Carúpano y luego el 6 de julio desde Ocumare de la Costa.
El Discurso de Angostura es todo un tratado axiológico. En él, Bolívar nos dice: “tomemos de Atenas su areópago, y los guardianes de las costumbres y de las leyes; Tomemos de Roma sus censores y sus tribunales domésticos; y haciendo una santa alianza de estas instituciones morales, renovemos en el mundo la idea de un pueblo que no se contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso”.
La conducta moral
Los individuos con algún grado de poder son más propensos a actuar corruptamente. Las personas se corrompen cuando pueden obtener beneficios personales. Los corruptos tienen poco autocontrol. Perciben que este flagelo sólo causará un daño indirecto. Suelen cometer actos ilícitos cuando trabajan en organizaciones donde no se castiga el comportamiento poco ético.
Estos enfermos son propensos a aceptar riesgos ante buenas recompensas, y a tener una baja aversión al riesgo a fin de preservar las ganancias. La incertidumbre tiende a incrementar la posibilidad de actuar corruptamente. Las narrativas de racionalización parecen hacer a la corrupción más aceptable. Sobre la conducta moral, Simón Rodríguez nos dice en Crítica de las Providencias del Gobierno, publicado en Lima en 1843: “¡Orden! en las acciones, ¡concierto! en las funciones, constituyen la vida material como la mental, de ambas se compone la moral, y de las tres… la social. ¿Qué sociedad formarán hombres que no saben reglar su conducta privada, que juzgan de todo por meras apariencias, que sacrifican su existencia por contentar caprichos? Hagámonos con frecuencia estas preguntas, y viviremos en paz, con las cosas y con las personas”.
Lo afirmativo venezolano
En este sentido, el rodrigueano Augusto Mijares, en “Lo afirmativo venezolano”, nos dice: “Pero la verdad es que, aun en los peores momentos de nuestras crisis políticas, no se perdieron totalmente aquellos propósitos de honradez, abnegación, decoro ciudadano y sincero anhelo de trabajar para la patria. Aun en las épocas más funestas puede observarse cómo en el fondo del negro cuadro aparecen, bien en forma de rebeldía, bien convertidas en silencioso y empecinado trabajo, aquellas virtudes. Figuras siniestras o grotescas se agitan ante las candilejas y acaparan la atención pública; pero siempre un mártir, un héroe o un pensador iluminan el fondo y dejan para la posteridad su testimonio de bondad, de desinterés y de justicia”.
Bolívar y Rodríguez: luces y virtudes sociales
El cimiento principal de la revolución bolivariana es la ética. Librar una batalla contra la corrosión, es decir, contra la corrupción, tal y como la define la cantautora ambientalista Leonor Fuguet, es la más dura batalla que contra este flagelo se ha llevado desde las luchas independentistas. Bolívar y Rodríguez son raíces de nuestro proyecto político.
El 23 de enero de 1815, Bolívar escribe desde Bogotá: “la justicia es la reina de las virtudes republicanas, y con ella se sostienen la igualdad y la libertad”. En el mismo discurso dice: “Persuadamos a los pueblos que el cielo nos ha dado la libertad para la conservación de la virtud y la obtención de la patria de los justos”.
El 25 de mayo de 1826, Bolívar escribe en Lima que “la Soberanía del Pueblo es la única autoridad legítima de las naciones” y ésta se sustenta en “las virtudes políticas”.
Para Rodríguez, “las ideas y los pensamientos son conceptos conectados y reunidos en una idea general: la necesidad en que están de saber lo que son luces y virtudes sociales unos pueblos que se creen árbitros de su suerte social y dueños de la de sus hijos” (Luces y virtudes sociales, Valparaíso, 1840).
En 1849, en su Extracto sucinto de mi obra sobre la educación republicana, dice: “El hombre no es ignorante porque es pobre, sino al contrario”. Y en 1851, en los Consejos de amigo dados al Colegio Latacunga, lo repite y agrega: “Generalícese la instrucción de la infancia y habrá luces y virtudes sociales”.