“La mataron por mujer, por negra, por luchadora, por querer una patria grande y justa, por denunciar la violencia institucional. Por todo eso tomamos su ejemplo y seguimos militando”, Mónica Macha.
La noche del 14 de marzo la concejal brasileña Marielle Franco y el conductor Anderson Pedro Gomes fueron asesinados en el barrio Estácio, en el centro de Río de Janeiro. La activista social de 38 años de edad salía del evento “Jóvenes negras moviendo la estructura”. Viajaba en un Chevrolet Agile blanco con vidrios oscuros y cuando pasaba por las cercanías de la alcaldía, se acercó un automóvil y disparó innumerables veces al vehículo donde viajaba Franco, luego se dio a la fuga. Solo sobrevivió Fernanda Chaves, una asesora de prensa que la acompañaba.
Según la división de homicidios de la policía que investiga el asesinato, hasta ahora los hechos señalan que los responsables sabían el lugar exacto que la parlamentaria ocupaba dentro del vehículo y realizaron los disparos de atrás hacia adelante. No fueron sustraídos los objetos personales de ninguna de las víctimas, por lo que la principal línea de investigación es la ejecución.
Pocos días antes del crimen, la consejal del Partido Socialismo y Libertad había denunciado que en la favela de Acari dos jóvenes habían sido asesinados, según los vecinos, por agentes de las fuerzas de seguridad.
“Otro homicidio de un joven que puede entrar en la cuenta de la Policía. Matheus Melo estaba saliendo de la iglesia ¿Cuántos más tienen que morir para que esta guerra acabe?”, se preguntó Franco en un mensaje publicado en las redes sociales un día antes de su muerte.
Marielle era relatora de una comisión municipal creada para informar sobre los posibles abusos cometidos por los militares durante la intervención militar en Río de Janeiro ordenada por el presidente Michel Temer, acciones que Franco había calificado como una farsa en un vídeo en el que participaron varios artistas para protestar por los abusos de los militares.
La fuerza policial de Río es una de las más mortíferas del mundo. En 2016, 925 personas murieron durante las operaciones policiales, según el think tank Foro de Seguridad Pública de Brasil. Los grupos de derechos humanos han calculado que en 2017 fueron más de mil.
Indignación
Luego del asesinato de Marielle en pocas horas se esparció por el mundo un sentimiento de indignación ante el momento político que se vive en el Brasil gobernado por Temer.
En la misma noche de su asesinato se fueron concentrando en el lugar del crimen numerosos activistas y compañeros del PSOL que lloraban la muerte de quien encarnaba el sueño de millones de personas en Brasil que creen en la paz, la justicia y en la posibilidad de superarse pese a haber nacido y crecido en medio dela pobreza de las favelas.
Marcelo Freixo, candidato del partido a la alcaldía en las últimas elecciones, señaló que aunque la concejal socialista no había sido objeto de amenazas estaba convencido de que fue un acto perfectamente premeditado, como apuntan todos los indicios.
“Estoy impresionada, estremecida e indignada”, declaró la anterior presidenta, Dilma Rousseff.
Amnistía Internacional y la organización de abogados del país exigieron al Gobierno una investigación rigurosa para aclarar las motivaciones del asesinato.
“Es un crimen contra toda la sociedad y ofende directamente los valores del Estado de derecho”, afirmó en un comunicado la Orden de Abogados de Brasil (OAB).
El jueves en la zona portuaria de Río a las puertas del cementerio de Caju, Brasil lloraba a Marielle al grito de “Mujer guerrera que murió por el pueblo” “Luto e luta” (Luto se transforma en lucha), “Policía asesina, no nos va a hacer callar”.
Pero el dolor se transformó en rabia, que mutó en multitudinarias protestas en varias ciudades del país. Mientras que varias organizaciones internacionales exigieron una investigación urgente y transparente.
Defensora de los pobres de las favelas
Madre, feminista y socióloga, dedicó su vida a la militancia por la defensa de los derechos humanos y a la denuncia de la violencia policial en los sectores populares de su país.
Nació en el Complejo da Maré el 27 de julio de 1979, una de las favelas más violentas de Río, ubicada al norte de la ciudad, no muy lejos del aeropuerto internacional.
Poblado por 140.000 habitantes, Maré es un feroz suburbio, con cotidianos tiroteos producto de las guerras de bandas de narcotraficantes y las intervenciones musculosas de la policía que intentan intervenir.
La muerte de su mejor amiga, víctima de una bala perdida en la violenta Maré, animó la socióloga a dedicar su vida a la defensa de los más débiles.
Con una beca integral, Franco se graduó en Ciencias Sociales por la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Río).
En 2006, se convirtió en asistente parlamentaria de Marcelo Freixo, un diputado emblemático que recibió numerosas amenazas de muerte después de dirigir una comisión parlamentaria sobre las milicias paramilitares que sembraban el terror en algunas favelas. Diez años después Franco fue elegida con 46.502 votos para el cargo de concejal en la capital carioca por la coalición Cambio es posible, formada por el PSOL y el Partido Comunista Brasileño (PCB). Fue la quinta más votada en la ciudad.
“No esperaba reunir más de 6.000 votos, estoy muy feliz porque es una respuesta en las urnas para aquellos que quieren alejarnos de los debates, nosotras, las mujeres negras de las favelas”, declaró al periódico estudiantil de la PUC después de su elección.
Marielle Franco representaba las banderas del feminismo y de los derechos humanos, y se convirtió en la voz de las mujeres negras en contra del machismo, racismo y la violencia policial.
“Estoy triste, tan triste y el lugar más frío de Río es mi cuarto”, cantó Caetano Veloso para expresar su dolor en un emotivo vídeo que compartió en redes sociales.