El 11 de septiembre de 1973, el golpe contra Salvador Allende en Chile allanó el camino para la devastadora política económica de los “Chicago Boys”. Los mecanismos por los que Washington decidió «hacer chillar a la economía chilena» – ataque a la moneda, bloqueo financiero, inflación inducida – son los mismos que le impuso a la Venezuela bolivariana mediante las «sanciones»; multiplicados por la extensión global del capitalismo. No en vano —como ahora, en el Ecuador del banquero Guillermo Lasso— después del golpe chileno, el FMI ayudó al gobierno de Pinochet con enormes préstamos; pero le negó cualquier ayuda financiera al presidente Allende.
Medidas coercitivas unilaterales ilegales, que parecen aún más criminales en tiempos de pandemia, y que el gobierno bolivariano intenta apaciguar obligando a la oposición golpista que las ha exigido en voz alta; a accionar ante sus titiriteros para que las levanten. Y mientras el narcogobierno colombiano de Iván Duque intenta sabotear el proceso de diálogo en México; los halcones de Washington responden con nuevos chantajes.
El encargado de Negocios de la Oficina Externa de Estados Unidos para Venezuela, James Story, aseguró que EE. UU. “está trabajando con Canadá y la Unión Europea en nuevas sanciones; en caso de que no haya resultado en las negociaciones” en México.
El prófugo de la justicia venezolana, Julio Borges, anunció el nuevo plan de sus compinches “guaidocistas” para quedarse con los activos que son propiedad del Estado venezolano. Borges, tuvo la idea luego de que el Gobierno de Duque se robó descaradamente la compañía petroquímica Monómeros Colombo Venezolanos S. A. —filial de Pequiven— debido a que la empresa muestra números rojos desde que Guaidó se adueñó de ella en mayo de 2019. La idea de Borges es que los activos en el exterior sean administrados por el Banco Mundial o el BID para beneficio de la República”, definidos “Protectores independientes”.
Jorge Rodríguez, presidente del parlamento y representante plenipotenciario del gobierno venezolano ante la mesa de diálogo con la oposición, le respondió a Story vía twitter: “En primer lugar, señor Jimmy, cálmese —escribió—. Lo noto ofuscado. En segundo lugar, es de una estupidez palmaria pensar ni remotamente que a estas alturas atenderemos sus presiones y espumarajos. En tercer lugar, mientras amenacen con más sanciones a Venezuela nuestra respuesta será la misma”.
Entretanto, en el marco de la sesión 48° del Consejo de Derechos Humanos que empezó el 13 de septiembre, organizaciones venezolanas y del resto del mundo han dirigido a la ONU un llamamiento conjunto a favor del levantamiento de las medidas coercitivas unilaterales contra Venezuela. La carta recuerda que la aplicación de las llamadas “sanciones”, impuestas por EE. UU. y sus aliados, ha implicado un bloqueo de facto contra Venezuela, que infringe las obligaciones contraídas en materia de derechos humanos por los países que las imponen; y que ha tenido como propósito atacar la economía venezolana para acrecentar la presión sobre el país y en el contexto de la pandemia. Como efecto del bloqueo, los ingresos del Estado se contrajeron en un 99% y el país actualmente vive con el 1% de sus ingresos usuales.
Contra Venezuela, los bancos y organismos internacionales subordinados a Estados Unidos han ido aún más lejos, aplicando el mecanismo de “sobrecumplimiento”, es decir, el apego excesivo a las medidas sancionadoras denunciado por el gobierno bolivariano; en particular en lo que se refiere a los fondos destinados a la compra de vacunas contra la Covid-19. Como lo denunció Rusia, la histeria «sancionadora» viola incluso las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y los intereses del sector privado; perseguido por los vetos y chantajes del gendarme norteamericano.
Detrás de la retórica que se repitió en la reunión preparatoria del G20 en Roma sobre la salud; está la realidad de la explotación capitalista y el imperialismo que, después de sacrificar en el altar de las ganancias la vida de miles de trabajadores durante la pandemia; ahora desencadena los despidos y sigue con el chantaje de las patentes contra los pueblos del Sur. En el mundo, se han suministrado 5 mil millones de vacunas, pero casi el 75% de las dosis han terminado en diez países.
La Unión Europea solo ha entregado 200 millones, de los mil millones de dosis que se suponía que debía donar a los países “pobres”. Y apenas este 7 de septiembre Venezuela recibió las primeras vacunas, adquiridas a través del mecanismo COVAX, una política puesta en marcha por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para ayudar a los países víctimas de bloqueos financieros y económicos. Mientras tanto, como denuncian los periodistas Michel Collon y Jean Araud, continúa la campaña de descrédito contra el socialismo bolivariano y la efectividad de su lucha contra la COVID. Utilizando poderosos organismos corporativos, como Médicos Unidos Venezuela USA, la revista Nature disputa las cifras oficiales dadas a conocer por el gobierno bolivariano, al tiempo que toma al pie de la letra las proporcionadas por los gobiernos amigos de EE. UU., Colombia y Brasil.
Mentiras rechazadas por un cuestionario de cuantos y cuantas han podido averiguar el compromiso y los resultados obtenidos por el gobierno bolivariano en la lucha contra la Covid-19. De hecho, la alianza estratégica con Cuba y los acuerdos comerciales con China y Rusia se han sumado a las políticas de salud públicas y de proximidad que, a pesar de los ataques del imperialismo, han seguido poniendo en el centro la vida de las personas y no la búsqueda de ganancia. Y ya está en marcha la distribución de la segunda dosis de vacuna Sputnik V, recién llegada al país.
Como en la época de Allende, y veinte años después tras el ataque a las Torres Gemelas y la posterior invasión a Afganistán; los medios hegemónicos han construido su narrativa, imponiendo la visión de los vencedores. A pesar del evidente fracaso de los planes del gendarme norteamericano, considerando el excesivo poder alcanzado en los países capitalistas por los aparatos de control ideológico; la batalla para revertir la tendencia no es nada fácil. Difundir la verdad de Venezuela, desenmascarar la hipocresía violenta de las «sanciones», es un estímulo y un antídoto al virus del capitalismo para los pueblos del planeta.