Los últimos acontecimientos dejan en claro que Europa y Ucrania van a tener un papel muy discreto en la negociación de paz. Mientras Washington y Moscú deciden el futuro de la región, Europa se mantiene como un mero espectador
Era previsible, lo hemos escrito. El retorno de Donald Trump a la Casa Blanca crearía mucho ruido en el planeta. Sus medidas internas respecto a migrantes, políticas en materia sexual, su postura contra entes norteamericanos que integran la comunidad de inteligencia: el tema de los aranceles contra aliados y no aliados, todo eso, encendió las alarmas globales.
Trump, sus colaboradores, a veces parecen caer en contradicciones; allí está el caso de Venezuela, mientras el presidente envía un enviado especial para conversar con Nicolás Maduro, su secretario de Estado, Marco Rubio arremete contra Caracas.
Ya ocurrió lo mismo en su anterior periodo. Por eso se requiere ver las cosas más allá de lo aparente, saber leer entre líneas, como solía decirse anteriormente.
Y lo que uno puede colegir es que Trump va por un arrinconamiento total contra quienes siente que no le pueden ser útiles, los que ya no juegan un rol estelar, y a quienes pretende gritarles a la cara que él es el jefe; al que deben seguir sin titubeos.
Él se entiende con líderes fuertes, con personajes que le pueden garantizar estabilidad y seguridad, con quien pueda garantizar negocios sostenibles.
Viene con otros modos, otras formas. Algunos dicen que Trump, a diferencia de Obama o Biden, tiene la característica de ser frontal, aunque eso perturbe en distintos rincones del mundo, sobre todo en la alicaída Europa.
Estupor causó en el llamado Viejo Continente la conversación telefónica entre Donald Trump y Vladímir Putin.
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«La frígida solterona Europa está loca de celos y rabia. No fue avisada de la llamada Putin-Trump ni consultada sobre su contenido o declaraciones posteriores…Demuestra su verdadero papel en el mundo y sus posibilidades de enganchar a un marido. No es de extrañar. El tiempo de Europa ha terminado. Es débil, fea e inútil», Dimitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso
Según el influyente portal Político: «era el momento que europeos y ucranianos llevaban meses, si no años, temiendo. Lo repentino y la magnitud del plan de paz de Donald Trump dejó a los aliados de Ucrania en estado de shock«, resume el medio.
Y fue así porque, de acuerdo a Bloomberg, Trump no se dignó a avisar anticipadamente a los dirigentes europeos sobre su llamada al jefe de Estado ruso.
Trump calificó la conversación de altamente productiva, señalando que junto a su colega resaltaron los puntos fuertes de sus naciones y del gran beneficio que obtendrán de trabajar juntos.
Para Trump, Europa es un lastre al que tratan con el desprecio que los oligarcas norteamericanos tratan a sus obreros o esclavos. No les avisó porque sencillamente los europeos no tienen nada real que aportar en una negociación sobre el tema Ucrania. No disponen de cartas para tratar de imponer algún punto de vista.
En todo caso, estarán allí para que se les diga lo que acuerden Trump y Putin y asumir costos.
Por cierto, antes de la conversación entre ambos mandatarios se supo que había enviados especiales del inquilino de la Casa Blanca, entre los cuales no estaba Marco Rubio, el secretario de Estado.
Destaquemos también que el secretario de Defensa de EE.UU., Pete Hegseth, para contrariedad de las élites que manejan en este momento la Unión Europea, dijo que «hay que empezar a reconocer que volver a las fronteras de Ucrania anteriores a 2014 es un objetivo poco realista y la adhesión del país eslavo a la OTAN no es un desenlace realista de una solución negociada del conflicto”.
A las pocas horas del diálogo telefónico entre Putin y Trump, el citado portal Político señalaba que la Casa Blanca, al menos a nivel de la Unión Europea, siente que las relaciones con el viejo continente «son tan malas que prácticamente son inexistentes«.
Kaja Kallas, alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, dijo en sus redes sociales que «en cualquier negociación, Europa debe tener un papel central«.
Es lo que dice ella, pero no creemos que Moscú y Washington le presten mucha atención.
Para más inri, el viernes 14 de febrero, durante la 61ª Conferencia de Seguridad de Munich, el vicepresidente de EE.UU., J.D. Vance, abofeteó políticamente a la Unión Europea en su propia casa.
En efecto, durante su discurso le dijo a la élite política europea que «la amenaza que más me preocupa respecto a Europa no es Rusia, no es China, no es ningún otro actor externo. Lo que me preocupa es la amenaza desde dentro, el retroceso de Europa respecto a algunos de sus valores más fundamentales, valores compartidos con Estados Unidos«.
Siguiendo con su discurso, que provocó más de un malestar, les señaló que «cuando vemos a las cortes europeas cancelando elecciones, con altos funcionarios amenazando con cancelar otras, tenemos que preguntarnos si nos ceñimos a unos estándares debidamente altos«.
«Los ciudadanos de todas nuestras naciones normalmente no suelen considerarse como animales educados ni como engranajes intercambiables de una economía global, y no es de extrañar que no quieran ser zarandeados o ignorados implacablemente por sus líderes«, explicó Vance.
Si ya había malestar entre los europeos, hablamos de sus intelectuales, de políticos contrarios a la burocracia de la UE, las declaraciones de Vance agravaron la situación.
Entre ellos estuvo Armando Jiménez, profesor de relaciones internacionales en la UFV, para quien Donald Trump estaba esperando el momento idóneo para llevar a cabo las negociaciones con Putin y las condiciones para poder llegar a un acuerdo.
Cree que el mandatario ruso encontró en esta situación una oportunidad que permita enfocar la economía rusa hacia la productividad y que también impulse el levantamiento de las sanciones impuestas a Rusia.
Según Jiménez, el mantener bajo poder ruso los territorios ocupados, no es siquiera un punto relevante que esté sobre la mesa de negociaciones, ya que es algo aceptado y es base en las negociaciones.
Evidentemente, sostiene, las más afectadas serán Ucrania y la Unión Europea, que han realizado esfuerzos para mantener la invasión territorial por parte de Ucrania.
Para el diplomático Ignacio García Valdecasas el acercamiento entre Estados Unidos y Rusia relega aún más el rol de la Unión Europea sigue siendo secundario.
Desde su óptica, «lo más relevante es la irrelevancia de la UE. El continente ha seguido los designios de EE.UU., sin capacidad de decisión propia. Con Trump apostando por la diplomacia con Rusia, la balanza del conflicto se inclina hacia una resolución liderada por Washington y Moscú”.
En esa línea, Fernando Moragón, analista geopolítico, piensa que los últimos acontecimientos dejan en claro que Europa y Ucrania van a tener un papel muy discreto en la negociación de paz.
Moragón cree que estamos asistiendo al final de OTAN, que Odesa podría pasar a manos rusas y que el ejército ucraniano se verá drásticamente reducido.
“Mientras Washington y Moscú deciden el futuro de la región, Europa se mantiene como un mero espectador”, recalcó.
Mientras tanto, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Peter Hegseth, reiteraba que «Estados Unidos sigue comprometido con la alianza de la OTAN y con la asociación de defensa con Europa, y punto. Pero Estados Unidos ya no tolerará una relación desequilibrada que fomente la dependencia«.
Le reiteró a los europeos que “debe aumentar su compromiso con su propia seguridad, es un pago inicial para el futuro”.
Según dijo, su país dará prioridad a la seguridad de sus fronteras y a su disputa con China, que amenaza sus intereses en la región Indo-Pacífico.
En esa vorágine de opiniones, declaraciones, especulaciones, resaltamos una de Donald Trump quien ve a Vladímir Zelenski sumamente debilitado y con bajos índices de aprobación en Ucrania.
«Bueno, tendrá que hacer lo que tenga que hacer, pero, ya sabe, sus cifras en las encuestas no son particularmente buenas, por decirlo suavemente«, acotó.
También ha hablado Dimitri Medvédev, dándole palo a esa piñata en la que se ha convertido la otrora arrogante Europa. El expresidente ruso y actual vicepresidente del Consejo de Seguridad dijo que «la frígida solterona Europa está loca de celos y rabia. No fue avisada de la llamada Putin-Trump ni consultada sobre su contenido o declaraciones posteriores…Demuestra su verdadero papel en el mundo y sus posibilidades de enganchar a un marido. No es de extrañar. El tiempo de Europa ha terminado. Es débil, fea e inútil«.
Así va Europa desde ese 13 de febrero. Peor aún, por la negativa de Trump de no llamar dictador a Putin. Por los anuncios de Trump de posibles negocios con tierras raras en las que Moscú y Washington saldrían ganando.
Hasta el momento las relaciones entre ambos gigantes van bien.
Sin embargo, no faltó quien trajera al presente unas declaraciones de la ex canciller alemana, Angela Merkel, quien aseguró que los Acuerdos de Minsk, firmados en 2014 y 2015 entre Rusia y Ucrania para lograr la paz en la región del Donbás, sirvieron para ganar tiempo en contra de Rusia.
“El acuerdo de Minsk fue un intento de ganar tiempo para Ucrania y ese país usó ese tiempo para volverse más fuerte, como se puede ver hoy”, admitió en una entrevista de hace dos años.
Entre los principales mediadores de esos acuerdos estuvieron el ex presidente francés, Nicolás Sarkozy, y la propia Merkel.
“Esos acuerdos buscaban evitar una guerra como la que se da hoy…Dudo mucho que en ese tiempo los países de la OTAN pudieran haber hecho tanto como hoy para ayudar a Ucrania”, acotó.
Claro, lo que no dice la ex canciller germana es que Rusia aprovechó ese tiempo para consolidar acuerdos con China, en fortalecer los Brics, en adquirir más oro para poder afrontar un conflicto como el actual, en potenciar sus fuerzas militares.
Putin habla con Trump, pero no descuida su muy elevada y estratégica relación con Pekín. De hecho, Putin mantiene al tanto a su homólogo chino de sus conversaciones con el inquilino de la Casa Blanca.
Abandonar las alianzas que tan bien le han hecho a su país sería debilitarse y una vez que se debilite no estaría en capacidad de enfrentar convenientemente a Estados Unidos. Putin no es tonto.
No cometería el error de Europa, de la UE, cuyos líderes fueron totalmente genuflexos con Washington y hoy pagan su vasallaje.