Por: Fernando Bastidas Calderón
@ferbastidasc
En la edición anterior, referenciamos algunas consideraciones generales sobre el rol del sector energético en el campo del desarrollo económico; su incidencia como factor motivador de decisiones políticas, y la importancia que adquieren los países que, como Venezuela, son poseedores de importantes recursos petroleros, gasíferos, o de cualquier otra materia prima que determine el patrón de consumo de energía global. Asimismo, comentamos sobre el rol de progresiva presencia que los combustibles fósiles seguirán teniendo en el desarrollo de la civilización actual por las próximas décadas.
En este contexto, es preciso desagregar algunos puntos que es indispensable tener presentes para avanzar en el análisis de las oportunidades que la geopolítica energética mundial ofrece, en este momento, para nuestra Patria; esto con la intención de colocar en el escenario del debate, algunas ideas que contribuyan a mirar la fortaleza del petróleo y el gas; como herramientas que coadyuven a trascender la propia condición que históricamente se les ha otorgado: la de ser recursos de aprovechamiento principalmente para la lógica del gran capital en detrimento de los intereses nacionales.
Condición previa: el capitalismo rentístico petrolero
Innumerables veces hemos escuchado y leído referencias sobre el “rentismo”, como uno de los principales elementos condicionantes de las dificultades estructurales e históricas que posee nuestra economía. Ese “rentismo”, como sinónimo de “dependencia del petróleo”, ha sido un argumento central para dar respuesta a muchas interrogantes sobre el fracaso de tal o cual iniciativa económica; mostrándose esa “condición de dependencia” como un asunto estrictamente de “actitud nacional” frente a la disponibilidad del recurso petrolero que posee Venezuela.
Tal enfoque, que inclusive busca justificación en una especie de predisposición innata de la sociedad venezolana y de nuestra cultura, termina en muchos casos deformando y desnaturalizando las verdaderas características del “rentismo” como proceso que ha configurado la economía nacional durante más de un siglo en lo petrolero y varios siglos atrás cuando consideramos la dependencia casi exclusiva de las exportaciones de materias primas como el cacao y el café durante los siglos XVIII y XIX.
Nada más equivocado que enfocar el problema del “rentismo” como un hecho surgido en lo interno de nuestra nación, por el contrario, es un asunto que tiene sus orígenes en la lógica general del capitalismo, el cual, para incrementar exponencialmente los procesos de acumulación de capital en los centros mundiales de desarrollo, requiere de la proveduría de diversas materias primas para su utilización en la transformación industrial; siendo los recursos energéticos materias fundamentales que permiten el sostenimiento de tal proceso. En este sentido, el “rentismo” es una forma de desarrollo del capitalismo, cuyo “modo” es asignado como “rol” a aquellas naciones poseedoras de recursos energéticos, es por esto, que identificamos este fenómeno como “capitalismo rentístico petrolero”, tal como lo definiera el profesor Asdrúbal Baptista.
Para efecto del presente análisis, este hecho tiene tres dinámicas significativas para su vigencia: a) El funcionamiento de las cadenas mundiales comerciales y financieras vinculadas al suministro de petróleo y gas; b) La obtención de importantes recursos provenientes de la renta para las “naciones proveedoras” y; c) La satisfacción de la demanda interna de las “naciones proveedoras” a partir de la utilización de los recursos provenientes de la renta mediante la importación casi total de los bienes consumidos en el país.
Como observamos, estas tres dinámicas respecto a nuestra economía nacional, son a su vez dependientes de su vínculo con el exterior. En la primera, el funcionamiento del mercado energético, y particularmente la determinación de precios para la comercialización de sus materias primas, por una parte, depende de su fijación en las bolsas de New York y Londres (petróleo WTI y Brent, respectivamente) y por otra, son fijadas en moneda de intercambio de dólar estadounidense, en virtud de lo referido en la edición anterior al comentar sobre los acuerdos entre EE.UU. y Arabia Saudita en 1973 que dieron paso al “petrodólar”.
En la segunda dinámica, los recursos obtenidos por las “naciones proveedoras” dependen directamente del exterior, en tanto dichos recursos (renta) son pagados por aquellas naciones extranjeras (o empresas establecidas en las mismas) consumidoras de nuestras materias primas, bajo los términos indicados en la dinámica previa. En la tercera, también se depende del exterior en razón de que los bienes consumidos en la economía doméstica provienen de las importaciones, con lo cual además ocurre uno de los efectos más devastadores para la economía nacional: la atrofia del músculo productivo interno, especialmente en lo referido al sector primario y secundario.
Ruptura de la geopolítica energética unipolar
En términos generales, la lógica planteada en el sub punto anterior se sostuvo durante todo el siglo XX y la primera década del siglo XXI, momento en el cual comienza una ruptura de esta configuración geopolítica energética en una doble dirección: por una parte, el fortalecimiento de economías emergentes tales como China, se fueron convirtiendo en agentes decisivos del mercado energético al constituirse en consumidores importantes de crudo y por otra parte, EE.UU. potenció su capacidad productiva petrolera con el aprovechamiento del petróleo de esquisto a partir de la técnica del fracking, pasando de una producción estimada de 5.000.000 de barriles por día (bpd) en 2008 a más de 11.800.000 de barriles por día (bdp) en 2022, según cifras del U.S. Energy Information Administration (EIA).
Esta situación, muestra un mercado donde surgen importantes consumidores e importantes productores, que ha tenido un elemento adicional que desajustó el tablero energético de los últimos 100 años: la aparición de la pandemia del covid19, con terribles efectos sobre la economía mundial y particularmente con una afectación contundente al mercado petrolero, llegando a mostrar precios negativos por primera vez en la historia, tal como sucedió durante abril del año 2020.
Simultáneamente a tales hechos, tenemos adicionalmente la expansión progresiva de la política exterior norteamericana fundamentada en la imposición de medidas coercitivas unilaterales, especialmente a países poseedores de recursos energéticos, siendo decisivo para la coyuntura actual, los efectos causados por las “sanciones” contra la Federación de Rusia.
Este escenario conlleva a una ruptura de la lógica de las tres dinámicas expuestas anteriormente, en cuanto al caso venezolano se refiere, lo que se traduce en una crisis de la economía rentística petrolera en los términos históricamente conocidos, y nos coloca en una situación de imperiosa necesidad de replantear el enfoque que hemos tenido, hasta ahora, sobre la política de aprovechamiento de los recursos energéticos; no como un ejercicio de mera planificación económica, sino como un proceso de supervivencia, del cual depende la vida del pueblo venezolano y la continuación de la Revolución Bolivariana.
La alborada de un nuevo orden mundial
La aceleración del proceso de transformación en la correlación de fuerzas políticas, militares y económicas mundiales de los últimos años; permite avizorar algunos pasos concretos para aprovechar nuestra posición en el tablero energético global, en función de los intereses nacionales y con una perspectiva de largo plazo, que haga sostenibles y progresivos los logros a obtener.
En este sentido y, en consonancia con las dinámicas planteadas anteriormente, es necesario identificar los procesos a desarrollar en cada una de las mismas; de tal forma que nos permita ir construyendo una economía cada vez menos dependiente, cada vez más productiva y cada vez más estable. Los pasos dados en esta dirección nos llevarán a emprender el tránsito al socialismo en esta etapa, tal como lo ha convocado el Presidente Nicolás Maduro.
En torno a lo referido a las cadenas comerciales y financieras vinculadas al suministro de petróleo y gas, es fundamental seguir fortaleciendo las nuevas relaciones alcanzadas con mercados alternativos al antiguo destino norteamericano. Evidentemente, este es un aspecto de máxima complejidad ya que sobre él recaen las piedras de tranca que se presentan como consecuencia directa del bloqueo, sin embargo, lograr fórmulas que permitan instituir mecanismos de intercambio con los mayores niveles de garantías posibles en lo logístico-operativo y en lo transaccional-financiero, es vital para el desarrollo de las dinámicas subsiguientes.
En lo referido a la obtención de recursos provenientes de la renta petrolera, está condicionado a la variable anterior, sin embargo, al respecto podemos acotar que es indispensable el desarrollo de canales financieros transfronterizos, tales como lo anunciado recientemente por el Presidente Nicolás Maduro respecto al sistema de pagos rusos MIR.
De igual forma, respecto a los recursos provenientes de la renta, es necesario sostener el criterio de distribución equitativa de la riqueza como principio para la administración de los ingresos nacionales. Esto no sólo significa la aplicación de una política de inversión social sostenible a largo plazo, bajo la perspectiva planteada por el Comandante Hugo Chávez; sino además la equidad en cuanto a la inversión en lo económico productivo, considerando el peso de cada uno de los sectores productivos del país; especialmente aquellos generadores de mayor riqueza.
En cuanto a la tercera dinámica, referida a la proveniencia de los bienes consumidos en la economía nacional, es necesario enfocarla como el desafío de mayor plazo y de parcial posibilidad de realización, ya que no existe economía alguna con autoabastecimiento pleno; de igual forma, no todos los procesos productivos tienen la misma ponderación para todas las economías. En tal sentido, existen bienes intermedios y de consumo final, cuyos procesos tienen una mayor incidencia en el fortalecimiento de la economía nacional, así como mayor factibilidad de desarrollo y pertinencia en el tiempo.
Ejemplo de esto último, son los procesos industriales desagregados de la misma industria petrolera, entre los que podemos encontrar sectores como la petroquímica, la metalmecánica, el eléctrico, entre otros; los cuales tienen un importante potencial en la realidad venezolana y pueden generar aportes significativos en una doble dirección: en el fortalecimiento de la industria petrolera y gasífera y, en el desarrollo de encadenamientos hacia otros sectores de la economía.
Estas consideraciones, realizadas en términos generales, son parte de un importante debate que debemos seguir impulsando y que debe orientarnos a definir la estrategia de desarrollo de nuestra Patria en nuestra realidad concreta de agresión económica continuada, pero también de poseedores de un recurso energético que debe servir de herramienta para transformar la realidad hacia nuevas y mejores condiciones para nuestro pueblo.
El escenario geopolítico de reacomodo mundial, con el surgimiento de bloques como el BRICS, nos permiten nuevas oportunidades que surgen justamente del ámbito energético; para superar las dificultades que hemos venido atravesando estos años. Para todo esto, es menester el sostenimiento del poder político en manos del pueblo mediante la Revolución Bolivariana y la definición de una estrategia de largo plazo para el aprovechamiento del horizonte que progresivamente se va presentando.