Mientras en muchos lugares del mundo se celebró la época de carnaval, Europa del Este y China Meridional empezaban a desenvolverse como escenarios de conflicto real con diversos niveles de escalamiento, pero con un propósito estratégico muy claro, desde la élite del poder de EEUU, de socavar la más mínima posibilidad de un trasvase hegemónico, e incluso de crecimiento económico, tecnológico y financiero de la República Popular China y la Federación de Rusia; como factores clave en la irrupción política del bloque multipolar que rompa la hegemonía y el excepcionalismo de la pax americana, que ha signado buena parte del siglo XX y casi dos décadas del siglo XXI.
Por supuesto que en el caso de la guerra de Ucrania, que ya cumple su primer aniversario, la pelota va muy adelantada. Y es que su innecesaria prolongación se muestra al mundo como un hecho planificado en la forma no solo de la provisión de alimento bélico permanente a Kiev, sin otro objetivo que desgastar al punto de debilitar a Rusia en su integridad territorial, sino además en la ruptura casi absoluta de cualquier posbilidad de acuerdo pacífico, al menos en esta fase, donde también vemos una expansión en otras zonas del mundo con las tensiones entre Beijing y Washington.
Ejemplo de esto último es el mensaje directo desde el Gobierno Estadounidense hacia China, de no proveer apoyo militar o de ningún tipo a Moscú; contando con la esperada respuesta de rechazo desde la cancillería de esa Nación que se ha rubricado en la reunión que Wang Yi sostuvo en Moscú con el Presidente Vladimir Putin.
Otro asunto tiene que ver con los esfuerzos del presidente de Brasil, Lula da Silva, por lograr configurar un escenario para el diálogo y pronto cese del conflicto; que se ha topado con la realpolitik de una primavera que presagia nuevas maniobras militares de Ucrania y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), capitaneada por EEUU, bajo el amparo de un Joe Biden que visita a sus pares ucraniano y polaco declarando abiertamente que esta guerra no será una victoria militar para el país eslavo.
De hecho, Biden, durante la visita del presidente brasileño a la Casa Blanca le convidó a unirse a las fuerzas que respaldan a Ucrania; recibiendo como respuesta la de un Lula vertical que afirmó sus propósitos de acabar con la guerra y no contribuir a prolongarla.
En tal contexto la diplomacia, lejos de ser solución, se quedó amarrada ante la fuerza de los hechos, lo cual se agrava aún más al ver la disposición de evidencia tanto de la maniobra diplomática de los Acuerdos de Minsk, fraguada con el único objetivo que el régimen nazi de Ucrania ganase tiempo pero no para promover su cumplimiento; así como en las revelaciones del secreto a voces sobre la participación directa de elementos de las Fuerzas Armadas de EEUU en el sabotaje perpetrado a los gasoductos Nord Stream I y II; temas que de suyo destruyen todo tipo de confianza en la ruta diplomática para la resolución de conflictos por medios pacíficos; cuestión aplicable para cualquier debate a nivel mundial que se esté negociando bajo las premisas de construcción e implementación de acuerdos.
La realidad, vistos los hechos, es que el primer aniversario deja sellado el fin de la tan cacareada sociedad internacional basada en reglas. No es tanto porque no exista evidencia anterior que haya puesto en tela de juicio a este axioma, sino por el hecho cierto que este conflicto en franco ascenso se constituye en amenaza cierta y concreta a nuestra sustentabilidad como raza, como nunca antes vimos en la historia reciente de la humanidad y sin catalizadores capaces de hacerles bajar de intensidad.
Ni siquiera Donald Trump pudo aguantarse, menos cuando aspira abiertamente a volver a la Casa Blanca, afincando sus críticas a Biden mientras destapaba otro secreto a voces, la sucesión de hechos de una tercera guerra mundial en proceso:
«Sí observa y comprende los movimientos que está haciendo Biden en Ucrania, él está sistemáticamente, pero quizás sin saberlo, empujándonos a lo que pronto será la III GUERRA MUNDIAL. ¿Qué tan loco es eso?» Ha lanzado Trump recientemente y sin guardarse nada en el bolsillo.
Por su parte y con casi todas las fichas en las manos así como el escenario estratégico claro en torno a este primer año de Operación Militar Especial en Ucrania, el Presidente de la Federación Rusia Vladimir Putin llevó su mensaje a toda la Nación desde la Asamblea Federal de su país, donde no se ahorró nada vertiendo allí sus consideraciones sobe la actual situación y especialmente las perspectivas de un futuro peligroso.
«Hace un año, se tomó la decisión de llevar a cabo la operación militar especial para proteger a la población de nuestras tierras históricas, garantizar la seguridad de nuestro país y eliminar la amenaza del régimen neonazi de Kiev», expresó Putin durante su mensaje al tiempo de afirmar que una derrota en el campo de batalla en simplemente imposible.
Destacó que no existe vuelta atrás en todo el proceso que ha sido observado por la Federación de Rusia como vital para su propia existencia como Estado Nación y su integridad territorial, mientras valoraba toda la burla que significó la firma de acuerdos que jamás serían cumplidos, fijando sus miras en la región del Donbass:
«Las promesas occidentales de buscar la paz en Donbass se convirtieron en una cruel falsificación y mentira (…) durante todo ese tiempo en el que Donbass ardía, en el que se derramaba sangre, en el que Rusia buscaba sinceramente una solución pacífica, se estaba jugando con la vida de la gente (…) EEUU y la OTAN estaban desplegando rápidamente sus bases militares y laboratorios biológicos secretos cerca de las fronteras de nuestro país, en las maniobras estaban estudiando el teatro de las futuras hostilidades, preparando a un régimen de Kiev bajo su control y a una Ucrania esclavizada por ellos para una gran guerra. Lo admiten públicamente, abiertamente, sin vergüenza».
Todo esto esto fue afirmado por el Presidente ruso, en el marco de su decisión de suspender la participación de su país en el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (“START III”, por sus siglas en inglés), cuestión cuya lógica se dio en torno a una esfera de cooperación con los EEUU, en momentos cuando no eran considerados adversarios e intentaban dejar atrás la guerra fría.
«Todo esto pertence al pasado» manifestó Putin al denunciar sabotajes directos a instalaciones rusas con el uso de drones bajo el apoyo de la OTAN.
La prolongación de la guerra es el elemento fundamental de esta parte, a un año de la guerra, mientras la OTAN con EEUU al frente busca maneras de retomar control sobre una región de Donbass cuyos pueblos han decidido echar su suerte con la Federación de Rusia.
Vivimos tiempos más que peligrosos.