Sudamérica, el Caribe; son tierras bendecidas por Dios, o la naturaleza, como a usted mejor le plazca; según sus creencias o convicciones. Desde tiempos aurorales se destaca por sus riquezas naturales.
Así, con la llegada de los europeos aquí, a la Abya Yala, como la llaman nuestros pueblos ancestrales, también llegó el saqueo indiscriminado, el genocidio perpetrado por los “civilizados hombres blancos que nos trajeron la civilización” y también la piratería.
La piratería, que se define como el robo, el asalto en alta mar, siempre con extrema violencia y en situaciones aterradoras, fue una práctica usual que, con el tiempo supimos, era estimulada por los reinos, los imperios de la época.
De allí surgió la figura del corsario, piratas funcionales al sistema y que ejecutaban actos de piratería en nombra de su rey. De allí vienen las famosas “patentes de Corso”, es decir, la total impunidad que tenían esos sujetos para delinquir sin sufrir sanciones.
Todo eso, mientras una parte importante de los botines iba a parar en las arcas reales. Ellos son los antecesores de los contratistas que hoy se usan en Occidente para sus guerras proxy.
No es secreto que poco después de ascender al trono de Inglaterra, en 1558, Isabel I comenzó a amparar las campañas de célebres corsarios como Francis Drake, John Hawkins y Thomas Cavendish contra España.
Claro, Occidente a través de sus escritores, y en los últimos años en la industria del entretenimiento, creó cierta aureola romántica en los piratas y corsarios.
La idea era justificar a los “piratas buenos”, aquellos que en esas historias se sacrificaban en nombre de sus monarcas o su civilización.
Inclusive, se hablaba de los códigos que regían las vidas de piratas y corsarios. Ahora, resultaba que entre sujetos de esa calaña primaba la caballerosidad, a decir de los autores.
Y, si, existían algunas reglas mínimas para que la piratería no fuera “caótica”; para que no terminaran matándose y robándose entre todos; pero sobre todo para poder beneficiar a sus mentores: los monarcas.
De hecho, quienes hicieron esos códigos eran letrados al servicio de las coronas.
Claro, conforme iban evolucionando las sociedades, con el paso de la monarquía a la sociedad burguesa, con el llegado de la revolución industrial, que hoy ya sabemos se consolidó con tecnología china, los piratas fueron quedando como vestigios del pasado.
La misma corona inglesa que se valió de ellos, los fue exterminando. Es que ya habían desarrollado una poderosa fuerza naval, mercante y militar, con la que llegaban a todo el mundo e imponían su poder a otros pueblos, por la vía comercial o por la guerra.
Los ingleses habían superado a los Países Bajos y ya no necesitaban de sus piratas y corsarios. Sin embargo, los modos y usos de la piratería se mantenían. Total, las monarquías europeas crecieron en base al despojo de otros.
Pero debían refinarse los modos y formas. Entonces se creó, se potenció la diplomacia. Y es lógico, las grandes empresas de entonces, así como las corporaciones globales de hoy, necesitan un mínimo de estabilidad para poder incrementar sus ganancias, sus utilidades.
En tiempos de conflicto sólo ganan las empresas dedicadas a la industria militar, y en este momento, en que Europa se entregó sin condición a Washington, ellos no tienen una industria militar que pueda hacerse cargo de esa tarea; así que por estos días ya sabemos quién gana con las guerras o las tensiones; y amenazas de posibles conflagraciones.
Como a nadie que actúe con un mínimo de sensatez le interesa que se desaten guerras; sobre todo hoy que muchos países poseen armas nucleares, con las cuales se podría exterminar a la humanidad en cosa de minutos; los países deben apelar al derecho internacional, al derecho público, para dirimir sus dificultades.
Para eso existe la Carta de las Naciones Unidas. Una carta bien redactada, con artículos para promover una convivencia sana entre todos los países.
Una carta que si acatase haría mejor la convivencia entre todos. Al menos esa fue la intención de quienes la escribieron.
Una carta que en su preámbulo decía: “Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas, resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad, y con tales finalidades a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos, a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, a asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará; la fuerza armada sino en servicio del interés común, y a emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todos los pueblos, hemos decidido unir nuestros esfuerzos para realizar designios…”
Para finalizar diciendo que “por lo tanto, nuestros respectivos Gobiernos, por medio de representantes reunidos en la ciudad de San Francisco que han exhibido sus plenos poderes, encontrados en buena y debida forma, han convenido en la presente Carta de las Naciones Unidas, y por este acto establecen una organización internacional que se denominará las Naciones Unidas”.
Pero algo anda mal, muy mal, en la comunidad internacional. Y es que los intereses, más bien los privilegios, de quienes se impusieron en la Segunda Guerra Mundial (hablamos de quienes se impusieron, no de quienes vencieron militarmente, porque ya sabemos el rol fundamental, decisivo, de la Unión Soviética para derrotar a las huestes hitlerianas y así poner fin a la guerra), hoy se ven mermados por lo cual irrespetan la Carta que fue redactada por juristas e intelectuales convocados por ellos.
La cosa llega a tal punto que el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, pidió más respeto a los derechos humanos y a la paz, advirtiendo que el mundo se vuelve “menos seguro cada día”.
Refiriéndose a conflictos en el Congo, Gaza, Myanmar, Ucrania y Sudán, hace unas semanas pronunció un discurso señalando que “nuestro mundo cambia a toda velocidad, la multiplicación de conflictos causa un sufrimiento sin precedentes. Pero los derechos humanos son una constante”.
Habló también sobre UNRWA, la agencia para los refugiados palestinos que ha sido víctima de una maliciosa campaña por parte del ejecutivo israelí.
Autoridades israelíes han convertido, dicen desde la ONU, a esa institución en blanco para la propaganda manipuladora y un chivo expiatorio para los fracasos políticos.
En Alemania, donde los europeos hicieron un foro sobre seguridad y defensa, el secretario general de la ONU llamó la atención sobre la disfuncionalidad del actual orden mundial, en el que millones de personas padecen guerras, hambre y falta de oportunidades.
«Hoy vemos países haciendo lo que quieren, sin rendir cuentas. Si los países cumplieran con sus obligaciones bajo la Carta de Naciones Unidas, todas las personas en la tierra vivirían en paz y dignidad…El problema es que muchos gobiernos están ignorando estos compromisos«, indicó.
El secretario general de la ONU abogó por una reforma de la arquitectura financiera global, enfatizando que está muy desactualizada y es injusta.
Eso no es nuevo, por eso hablamos de una corriente antihegemónica que recorre el mundo. Por eso el surgimiento de nuevas potencias alternativas, de entes como los BRICS.
Por eso también iniciativas como la de Venezuela, que en marzo del 2021 hicieron que se instalara, en Ginebra, Suiza, el Grupo de Amigos en Defensa de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Durante la instalación, el embajador Héctor Constant Rosales, Representante Permanente de la República Bolivariana de Venezuela ante la ONU-Ginebra, recordó que el ministro del Poder Popular para Relaciones Exteriores, Yván Gil Pinto, había hecho una declaración a nombre del Grupo de Amigos ante el Consejo de Derechos Humanos, el 28 de febrero, en el marco del Panel de Alto Nivel sobre Derecho al Desarrollo, reafirmando la posición de Venezuela por el respeto del derecho internacional.
El vocero venezolano señaló que el Grupo de Amigos en Defensa de la Carta de la ONU en Ginebra, y su accionar en foros multilaterales, tendrá como principal misión reafirmar los propósitos y principios del documento fundacional de la organización multilateral, muy vigentes y universales, e indispensables para promover la paz y la seguridad internacionales, el estado de derecho, el desarrollo económico y el progreso social, así como el disfrute de los derechos humanos para todos.
Entre quienes se incorporaron al grupo están: Angola, Argelia, Bielorrusia, Bolivia, Camboya, China, Cuba, Eritrea, Palestina, Rusia, Guinea Ecuatorial, Malí, Nicaragua, Irán, República Popular Democrática de Corea, Laos, San Vicente y las Granadinas, Siria, Venezuela y Zimbabue.
Venezuela es uno de los países que más medidas coercitivas unilaterales ha sufrido, y sufre, por parte de los poderes fácticos, hegemónicos. Sanciones en las cuales se ignora completamente la Carta de las Naciones Unidas, el preámbulo de la misma.
Hablamos de la piratería al principio de este material. De como se uso en favor de quienes ostentaban el poder, en ese entonces las monarquías.
De cómo fueron modificando su proceder y lo revistieron de formalidad.
Hoy, Venezuela, denuncia la piratería en su contra.
En efecto, en comunicado de su cancillería, la República Bolivariana de Venezuela denunció las acciones de vandalismo y «piratería» ejecutadas por el Gobierno estadounidense al despedazar el avión de carga Boeing 747-300 propiedad de la empresa Emtrasur, filial de la estatal aerolínea venezolana Conviasa.
En el comunicado, la Cancillería señalaba la «irracional ira contra el pueblo venezolano» por parte del país norteamericano.
Estableció que el avión “fue robado del territorio argentino el pasado 12 de febrero de 2024, donde estuvo secuestrado ilegalmente, sin delito alguno, durante 20 meses».
En otro párrafo, señala que «la República Bolivariana de Venezuela expresa su más enérgica protesta y denuncia una vez más, ante la comunidad internacional, la violación a las normas del derecho internacional por parte del Gobierno estadounidense y el argentino, los cuales perpetraron el robo del avión de Emtrasur».
Desde el punto de vista estrictamente jurídico, Venezuela denuncia que la acción de retención y destrucción del avión fue ejecutada «en flagrante desconocimiento de las disposiciones del Convenio de Aviación Civil Internacional, suscrito en Chicago el 7 de diciembre de 1944…Con el desmantelamiento de la aeronave, colocaron en riesgo la seguridad aeronáutica, lo que lo convierte en el acto de piratería más miserable de la historia en nuestra región».
Nada nuevo bajo el sol, diría algún viejo refranero. Son los descendientes de la reina Isabel en otro acto de piratería. Como en los viejos tiempos consiguieron un cómplice en Argentina, como en tiempos de la colonia. A ellos se suman los cómplices en Venezuela, que festejan el crimen.
Hay muchos venezolanos que adversan al Gobierno Bolivariano, pero no toleran los desmanes de estos piratas del siglo 21. Igual sucede en otros confines del planeta.
Cuando Venezuela lideró el movimiento en defensa de la Carta de las Naciones Unidas, hace ya tres años, hubo reacciones adversas desde Washington. Igual como cuando Chávez convocó la Cumbre OPEP el año 2000.
La piratería, esa la de las películas, fue extinguida por el devenir de la historia, por la lógica del desarrollo humano. Estos, sus herederos, en algún momento también será superados.
El mundo evoluciona hacia un mundo mejor, más justo. Es hasta por una cuestión de sobrevivencia.
La estructura que siguió a la Segunda Guerra Mundial resulta hoy inviable, como lo dijo el secretario general de la ONU. Mientras vamos hacia ese nuevo orden mundial el hegemòn, sus piratas, seguirán mostrando su lado más truculento.