Por Jonny Hidalgo
Apenas fue asesinado Ezequiel Zamora, se traicionó la lucha por las “tierras y hombres libres”. En 1865, durante la presidencia de su cuñado, Juan Crisóstomo Falcón, en lugar de dar las tierras a quien la trabajaba, se entregó la primera concesión petrolera al norteamericano Camilo Ferrand.
En 1878, se creó la primera empresa petrolera nacional, “La Petrolia”; iniciativa privada que fue objeto de conspiraciones de actores extranjeros y gobiernos cómplices que lograron eliminarla.
En 1907, Gómez derrocó a su compadre Cipriano Castro y devolvió a la empresa norteamericana New York and Bermudez Company, la concesión para la explotación del lago de asfalto más grande del mundo, en Guanoco. Entre 1907 y 1912, se otorgaron, a ciudadanos venezolanos, 7 concesiones petroleras que terminaron en las manos de Royal Dutch Shell. Se inició un periodo de concesiones que duró hasta 1975, en el que se traicionó, una y otra vez, a la nación. Todo se volvió importado.
Ese año, Carlos Andrés Pérez indemnizó con 4.350 millones de Bolívares (4.619 millones de dólares de hoy) a 22 empresas concesionarias y a otras 16 suscriptoras de convenios operativos. La CVP, instituto autónomo del Estado, fue convertida en sociedad anónima y finalmente fusionada con otras empresas para crear a Corpoven. Cada concesionaria se convirtió en una filial de la recién creada PDVSA. Con esto se mantuvo intacto el poder transnacional sobre la industria. Esa estructura solo se modificó, en 1998, para adaptarla a la “Apertura Petrolera”.
En 1999, inicia la Revolución Bolivariana. Desde PDVSA se conspira contra ella y se produce el sabotaje petrolero del año 2002. Tres meses después, la Revolución tomó el control de PDVSA, en un momento que exigía mucho pragmatismo: Se debía recuperar los niveles de producción y no había tiempo para pensar en la organización de la industria petrolera.
Con la estructura casi intacta, hoy resurge la traición y se impone de nuevo el pragmatismo. Pero en esta ocasión, está la semilla sembrada por Chávez en PDVSA: oculta, ignorada, estigmatizada y muchas veces vilipendiada, pero con una comprensión mayor del fenómeno petrolero. Hay que dejar florecer esa semilla.
Se debe castigar al corrupto. Es justo y necesario. Empero, hoy, el gran reto es superar el pragmatismo del momento, ver más allá de los nombres e identificar las causas radicales de la traición para impedir que resurja. Solo así se revolucionará la cultura y el poder, condición necesaria para constituir al Estado Comunal.