Todo el pueblo venezolano, -con la única excepción de quienes salivan con los planes de agresión de una potencia extranjera hacia nuestro país- se unió en torno a la causa de esta niña
La razón y la emoción siguen siendo las dos grandes manifestaciones humanas que mueven el mundo, la historia, las acciones, los hechos. Todos, en la República Bolivariana de Venezuela, teníamos un nudo en la garganta cuando la niña Maikelys Espinosa pisaba suelo venezolano y, finalmente, de los brazos de la primera dama Cilia Flores, era entregada a su madre y a su abuela en el Palacio de Miraflores; logrando fraguar así otro concepto muy propio del debate racional: la justicia.
Apelando a esto último hay dos grandes elementos de la política, muy propios del contexto que ha concluido con este triunfo de la Diplomacia Bolivariana de Paz; de la unión inquebrantable de todo el pueblo venezolano, y del liderazgo del presidente Nicolás Maduro, que ha resultado heroico en torno al proceso de restitución del derecho a la vida de Maikelys Espinoza.
El primer elemento tiene que ver con la subestimación que algunos factores foráneos tienen de Venezuela como nacionalidad, como gentilicio, como pueblo. El sátrapa gringo que decidió arrebatar a Maikelys Espinoza de los brazos de su madre, tal vez no midió la capacidad de nuestro gentilicio de unirse en torno a causas que van más allá de la diatriba política cotidiana.
En un acto de torpeza, muy parecido a todos los que han desarrollado en estos últimos tramos de la historia venezolana pero con especial énfasis en los últimos cinco meses, los sectores más nefastos del gobierno de Estados Unidos junto al extremismo opositor se confabularon para causar un daño profundo a la migración Venezolana en el país del Norte.
Con esta agresión a nuestra nacionalidad creyeron poder socavar moralmente al pueblo venezolano y quebrarlo; al punto de justificar cualquier tipo de barbaridad cometida en contra de nuestros gentilicio, como en el caso del secuestro de Maikelys Espinoza.
En este punto, el tiro les salió por la culata; ya que todo el pueblo venezolano, -con la única excepción de quienes salivan con los planes de agresión de una potencia extranjera hacia nuestro país- se unió en torno a la causa de esta niña, tanto como lo hace actualmente para defender el derecho de nuestros migrantes secuestrados en El Salvador, tanto como para defender nuestro derecho sobre la Guayana Esequiba, o ante la pretensión de demoler nuestra producción y comercialización de petróleo a partir de esta fase de recuperación que estamos experimentando.
De modo que, esta medición de fuerzas ha terminado en una gran derrota para los enemigos de Venezuela, que no han logrado quebrarnos moralmente, ni desestructurar nuestra población, con este tipo de agresiones ejecutadas por parte de quienes no conocen la historia de Venezuela.
El segundo elemento fundamental, tiene que ver con un punto natural de la política, como lo es la negociación mediante un proceso natural de diálogo entre Estados que, con puntos pétreos y flexibles, avanza en el desarrollo de objetivos que pueden ser en algunos casos comunes y en otros casos excluyentes.
Es absolutamente natural que, después de la torpeza de los brazos ejecutores del gobierno de Donald Trump, se abriera una variable tanto en el caso de los migrantes secuestrados en El Salvador como en el de la niña Maikelys Espinoza; dado el hecho cierto de que las acciones ejecutadas desde el norte no han logrado mellar en lo absoluto nuestra inquebrantable voluntad de defender la nacionalidad venezolana en cualquier momento y ante cualquier circunstancia.
Tanto es así que todos estos casos de agresión lo único que han hecho es abrir un boquete de conflicto institucional a lo interno de los Estados Unidos, en medio del desespero de esa administración por tratar de deportar, de la manera más acelerada posible, la mayor cantidad de seres humanos migrantes, lo cual evidentemente pasa por violar todo protocolo jurídico nacional o internacional.
Estos actores pensaron que, en esta etapa, era buena idea meterse con el gentilicio de Venezuela, bajo el falso argumento del extinto «Tren de Aragua». Pero se equivocaron de plano.
Visto esto, es absolutamente natural que luego de los esfuerzos y el empeño de la delegación venezolana, encabezada por el presidente de la Asamblea Nacional Jorge Rodríguez, y precisamente apelando a la racionalidad política, por la torpeza que significa cometer una arbitrariedad en contra de un ser inocente como Maikelys Espinoza; la parte estadounidense no tuvo más opción que ceder ante nuestra exigencia de su repatriación a Venezuela y el consecuente retorno a su familia.
Cualquier tipo de intercambio que pudiera haber sucedido para lograr el rescate de Maikelys Espinoza era absolutamente posible, ya que en todo caso se estaría intercambiando oro puro, inocente, infantil; sin ninguna culpa o mancha en su historia; por un grupúsculo de operadores extremistas nada santos y llenos de cuestionamientos por sus acciones en contra de nuestro país, solo defendidas por quienes han actuado de manera antinacional en todos estos años y especialmente en estos últimos meses.
Por supuesto todo proceso de negociación en política implica niveles de discreción, así como también tener asuntos previamente observados que son básicamente premisas para los actores.
La independencia de Venezuela, su sistema político, su proceso interno, son temas que no están en discusión. En todo caso el gobierno de Estados Unidos es el que tiene que pasar la página de la lógica existencial que le impuso a nuestro país; al punto de ejecutar ahora barbaridades irracionales como el secuestro de migrantes, la agresión sistemática a la nacionalidad venezolana, y finalmente la torpe maniobra de secuestrar a la niña Maikelys Espinoza.
Su rescate, fruto de la unión nacional, de la indignación convertida en demanda constante y del empeño del Gobierno Bolivariano, terminan en un gran triunfo de la dignidad de nuestro país; que también en la racionalidad de la política abre las puertas de un proceso amplio de negociación, con resultados positivos tanto para la parte venezolana como para la estadounidense.
Esto último dependerá mucho de la voluntad del presidente Donald Trump, de alejar a los operadores extremistas y enemigos de Venezuela, poniendo en cambio a los factores más proclives, y no fanáticos, a llegar a acuerdos prácticos que hagan valer objetivos comunes y administren con racionalidad política diferencias insalvables.
Esta victoria es venezolana y la pelota ahora está del lado gringo.