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Verdades que quedan al descubierto
En las élites de EE.UU. no hay inocentes
Acerca de lo que está pasando con la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la primera reflexión que sería prudente hacer desde la Venezuela revolucionaria es que entre las élites de la potencia imperialista no hay nadie inocente.
No importa que, sorpresivamente, un segmento de esas élites parezca estar decidido a ponerle fin a las actividades injerencistas de esa dependencia gubernamental que desde su fundación ha tenido la función de ser la cara decente de la tenebrosa Agencia Central de Inteligencia (CIA). Se trata únicamente de eso: una apariencia que surge en el contexto de las luchas intestinas de las cúpulas estadounidenses.
Hay que ser demasiado ingenuo para tragarse el cuento de que Donald Trump, quien ya fue presidente en una oportunidad, sienta un repentino asco por las andanzas de la USAID y se haya propuesto desmontarla.
Las medidas tomadas y los datos que han salido a relucir con el escándalo demuestran que tenían razón el gobierno venezolano, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), líderes de opinión del ámbito chavista y muchos otros en América Latina y el sur global, que han denunciado las maquinaciones de la USAID.
Es positivo que todo esto salga a la luz por iniciativa de los mismos factores imperialistas. Hay que aprovechar ese reflujo de sus propias contradicciones, pero sin perder de vista que los poderosos imperialistas nunca van a renunciar a su vocación injerencista.
Los dirigentes partidistas son chulos por naturaleza
Quizá el efecto más benéfico que pueda tener el affaire destapado en la USAID sea el que está teniendo las verdades reveladas en la militancia opositora.
Muchas de estas personas tienen años oyendo las denuncias emitidas desde el lado chavista respecto a los dirigentes partidistas opositores que han hecho de las subvenciones extranjeras su modo de vida, o, mejor dicho, su modus operandi. Pero no quisieron darle crédito a los señalamientos, justamente por provenir del ámbito de la izquierda.
Ahora son nada menos que el presidente de su admirado Estados Unidos y figuras tan sobresalientes en el mundo 2.0 como el magnate Elon Musk, quienes están lanzando los peores denuestos contra los líderes políticos que, dicho en criollo, se han chuleado a la USAID y a entes similares de la superpotencia.
Los medios de viejo y nuevo cuño
Un tercer componente del mecanismo imperialista de injerencia son los medios de comunicación que se encargan de satanizar a los adversarios del capitalismo hegemónico estadounidense y europeo, y de legitimar todas las maquinaciones, medidas coercitivas unilaterales, bloqueos, guerras y genocidios; que llevan adelante en nombre de la democracia y los derechos humanos.
¿Para que cumplan esta función qué mejor que ser los dueños de esos medios? Pero, claro, no es posible montar periódicos, revistas, radioemisoras, televisoras, portales web y cuentas en redes sociales en cada uno de los países que pretenden sojuzgar.
Si lo hicieran directamente, los gobiernos soberanos podrían imponerles limitaciones legales y, además, estarían fuera de tono, alejados de la idiosincrasia de cada pueblo. Entonces han encontrado la fórmula para hacerlo: pagarles a dueños de medios, opinadores, periodistas e influenciadores para que, con fachada local, hagan el trabajo sucio.
El destape de la olla de la USAID no ha hecho sino ratificar la veracidad de las denuncias que se han formulado desde el Gobierno, la Asamblea Nacional y otros poderes públicos se han formulado durante años acerca de los medios pagados por gobiernos hostiles, pero que se presentan como órganos de la prensa libre y democrática.
Fundaciones, ONG y demás hierbas
Además de partidos y piezas de la maquinaria mediática, las élites estadounidenses, a través de la USAID y otras agencias, se han dedicado a financiar a fundaciones, organizaciones no gubernamentales y otras figuras, cuya función es operar como grupos de presión política, representantes de los intereses de EEUU.
Con esa política de cooptación, el poder imperial ha logrado tener el control de la narrativa sobre derechos humanos, sistemas electorales y libertad de prensa y expresión en buena parte del planeta.
En Venezuela, el dinero corrupto de la USAID ha insuflado proyectos cuyo fin ha sido desconocer a poderes del Estado. Tal fue el caso de la empresa Súmate, que pretendió establecerse, de facto, como árbitro de las consultas populares, usurpando las funciones del Poder Electoral.
Deplorable ha sido también el papel de las ONG que se especializan en temáticas como derechos humanos, libertad de expresión y defensa de los migrantes. Esas entidades han trabajado para apoyar las noticias falsas difundidas por el aparato mediático y causar el mayor daño posible al Gobierno.
¿Habrá verdaderos cambios en esta materia en EE.UU. o se trata sólo de una escoba nueva que barre bien? ¿Revisará Trump este mecanismo de injerencia de su país en los demás o sólo está tratando de defenestrar a sus enemigos internos? Preguntas interesantes que ya pronto tendrán respuesta.