Por: Federico Ruiz Tirado
La última vez que uno de mis vecinos, en una especie de evocación de un tiempo que pintaba aún una relativa confianza en las palabras públicas del exvicepresidente de la República, hoy anaranjado, Tareck El Aissami, me dijo ¿cuántos anuncios van en los últimos años, cuántas reuniones con las fuerzas vivas van ya para que todos los sectores, cadenas, agroindustria, productores primarios, distribuidores, cadena comercializadora de los principales precios del plan 50, incluyendo los asociados al aseo del hogar e higiene personal, sinceren la estructura de costos de los productos que son de «nuestro pueblo” y se produzca el milagro de los precios acordados?
Por ese tiempo, también, el conductor de La Hojilla dijo con tono de gladiador que “a los empresarios que especulen hay que reventarlos”.
El toque de clarín del ex vicepresidente ejecutivo, hoy preso por ladrón, se alzó en esa oportunidad en una Expo Cojedes, Potencia 2018.
Hay que llegar a “un gran acuerdo productivo nacional”, lo repitió y su voz se desplegó en un eco que retumbó con gracia en la Venezuela de entonces, que vivía evasiva y a la expectativa con los anuncios del alto vocero del gobierno, y a veces hasta parecía cursi frente a la crítica situación de pobreza e indefensión reinante.
“No le vamos a imponer precios a nadie, vamos a debatirlos, cuál es tu estructura de costos, y si ésta es correcta, muy bien acordada, con todos los actores, se hará pública la lista para el pueblo”, dijo como un sheriff El Aisami, hoy casi olvidado por las amenazas de Trump y el semblante de Bukele, y por otros temas nacionales derivados de la presencia no tan escurridiza de agentes del fascismo como María Corina Machado, espectaculares actos de represión en la Argentina de Milei, postulaciones, proximidad de elecciones, festivales de poesía, conciertos musicales y despliegue incesante de las redes sociales.
Cuando advirtió por enésima vez, recordó el vecino, que “quien se trague la luz y rompa los precios acordados, actuaremos con todo el peso de la ley y vamos a sacudir y sanear a las mafias que han agudizado la guerra económica contra el pueblo venezolano”, muchos nos miramos a la cara mudos. Millones de ojos cruzándose miradas de desencanto, sorpresa y asombro.
No era para menos, El Aissami parecía ser lo que es: el primer ladrón gritando en público «agarren al ladrón».
Piénselo bien, me dijo el vecino. Recuérdelo bien. Saque la cuenta de cuántas veces ha dicho lo mismo.
«En esta coyuntura el pueblo ha sabido sortear las adversidades y resistir, pero hay que sumar autocríticamente que no hemos logrado consolidar a lo interno modelos de desarrollo favorables para una economía diversificada, prosiguió el vecino, recordando palabras de TEA. Nos hace falta mucha conciencia, una visión, para dar un golpe de timón económico y darle viabilidad real al socialismo, dijo en una de esas.
Otro eco, pues el propio Presidente Maduro lo dijo, apenas ganó las últimas elecciones: “que no se había hecho nada, que había que partir de cero”.
Pero ahora que nos aprestamos a una reforma constitucional, tenemos la oportunidad de voltear la tortilla.
Incluso de aumentar los años de condena por traición a la patria y agregarle otras penitencias a desalmados como El Aisami, autor, entre otros, del robo del siglo. El Aisami, que si es un delincuente de siete suelas, debería ser deportado al señor Bukele para que lo tatúen como un maleante mayor.