La llamada «Cumbre de las Américas», eso que no sucedió esta semana pasada allá en Los Ángeles, ya venía padeciendo las heridas mortales del sin sentido de una instancia extraviada en propósitos con dos derrotas a cuestas. La primera fue la de la Cumbre de Mar del Plata en 2005 donde su esencia, que era la construcción de un Área de Libre Comercio para las Américas ALCA muy cuestionada por estar alineada solo con los intereses estadounidenses, resultó definitivamente derrotada por Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Lula Da Silva, Tabaré Vázquez y otros Presidentes quienes miraban ya ese esquema con clara visión de imposición neocolonial.
Pero la segunda derrota fue aún más significativa. Es que a partir de 2005 esa instancia perdió todo sentido incapacitada de reformateo con miras a incorporar los intereses de los pueblos de América Latina y el Caribe, limitándose los futuros encuentros a fotos, debates de carácter político y cuando menos uno que otro diálogo interesante, sin mayor cosa que pusiera atención en los desafíos del continente.
Pues bien en esta reunión que hicieron en Los Ángeles se vio lo peor de ambos aspectos arriba mencionados: por un lado la exclusión de Estados para tratar de imponer una sola visión muy antidemocrática, arbitraria y divorciada de las realidades políticas y sociales de latinoamerica terminó por vaciar de contenido una reunión trastocada de fondo.
Es decir ni siquiera un profundo y sincero debate político, de altura, de igual a igual podíamos esperar sino la imposición arbitraria, unilateral, ya nada creíble y hasta cierto punto fastidiosa de que cosa es y que no es democracia, libertad, etc por parte del gobierno de EEUU, en ese empeño ideologizante de imponer fórmulas a garrotazos y zanahorias en pleno siglo XXI a un continente básicamente hastiado.
Pero la otra cara de la moneda muestra la peor parte: una reunión sin propósitos, propuestas creíbles o sustentables, objetivos, agenda o algo que pudiera elevarle siquiera a categoría de Cumbre, donde por cierto el gran protagonista de su preparación fue el cadáver insepulto y cada vez más inservible de la Organización de Estados Americanos OEA, herida de muerte en sus infructuosos esfuerzos por imponer una dictadura permanente en el Estado Pluranicional de Bolivia o en la República Bolivariana de Venezuela, cosa que por cierto bien le recordaron a un Luís Almagro quien, procurando asumir posturas morales sobre democracia y libertad, fue increpado y colocado en el basurero de la historia por su irresponsable y genuflexo accionar político.
Haciendo malos cálculos, en lo que posiblemente era un momento para medir fuerzas y capacidades por parte de la diplomacia estadounidense, los estrategas de Washington pensaron que era muy sencillo conducir una Cumbre hacia un éxito internacional sin importar excluir a quien le viniera en gana, bien sea por táctica de aislamiento exterior o por presiones internas, pero amparado en una vetusta doctrina Monroe y una arrogancia que les hizo ver que tal cosa sería sencilla de realizar.
Vaya torpeza. Justo la exclusión unilateral de tres Estados, por razones ideológicas, de su arrogante y supremacista visión de mundo y no tanto por su poco creíble moral internacional, así como la inexistencia de una agenda concreta siquiera de propuestas en las materias verderamente preocupantes para la región dejaron esta reunión en estado de coma.
Incluso si se le compara con la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños CELAC realizada el año pasado en los Estados Unidos Mexicanos, ésta acaparó mucho mayor interés con una agenda de propuestas en razón de la pandemia covid19 y sus estragos, avanzando en otras materias como se evidencia en las recientes reuniones ministeriales ocurridas en Buenos Aires. Tal vez por esto el propio Presidente de la República Nicolás Maduro Moros planteó la necesidad de convocar a la CELAC para que desde allí se activara una línea de trabajo común donde se pueda dar un diálogo de igual a igual con EEUU y Canadá.
Tal vez quien de forma más clara contextualizó todo esto, con sentido práctico en lo político, fue el Canciller de México Marcelo Ebrard, afirmando durante su intevención en dicha reunión lo siguiente: «Es un error estratégico excluir de esta Cumbre de las Américas a países miembros de nuestro continente. El propio logo de esta Cumbre de las Américas así lo reconoce, ahí está Cuba, está Venezuela, está Nicaragua (…) consideramos que es un grave error y que nadie tiene derecho a excluir a otro. No aceptamos el principio de intervención para definir unilateralmente quien viene y quien no viene. Estamos en el mismo punto de discusión de hace diez años, en 2012 en Cartagena. Ahí se llegó a la conclusión de que debía asentarse en la declaración que todos los países fuesen invitados, en aquel tiempo el excluido fue Cuba, hoy son otros países además de Cuba (…) Es increíble que a estas alturas sigamos viendo bloqueos, embargos y sanciones aún durante la pandemia contra países de las Américas, contradiciendo el derecho internacional y los objetivos que nos animan en las Américas (…) Es evidente que la Organización de Estados Americanos y su forma de actuar están agotados y si no basta con ver el vergonzoso papel que tuvo en el reciente golpe de estado en Bolivia…»
Esta reunión de malos pasos dados por la errática política exterior estadounidense, le dejan nuevamente con un fracaso diplomático y su marcado aislamiento de los verdaderos anhelos, problemas y desafíos de pueblos latinoamericanos cansados de dogmas liberales e imposiciones coloniales, que nada han resuelto históricamente para su beneficio.
Continuar en ese empeño arrogante, injerencista y supremacista es simplemente seguir a la zaga de otros polos de poder mundial que desde hace rato vienen trabajando en nuestro continente con una visión muy distinta al agotado monroísmo, tal como lo evidencia la exitosa gira euroasiática del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela.
Lo ocurrido en Los Ángeles no es más que un nuevo fracaso político de la torpe diplomacia de Washington.