Cada día son más los pueblos que están en las calles moviendo los cimientos ideológicos y políticos del tradicional modelo liberal burgués en occidente; pues las ideas-fuerzas que sostienen ese sistema están haciendo agua en medio de una crisis económica, política y social; que desmorona la promesa de bienestar, prosperidad y justicia; con las cuales el modelo capitalista occidental mantenía la inamovilidad social, la quietud acrítica; en fin, la “paz” domesticada e ideológicamente sometida.
En ese orden de ideas, hemos visto como en la mayoría de los países del mundo “desarrollado” los pueblos están en las calles reclamando las promesas incumplidas y padeciendo los recortes económicos e imposiciones autoritarias que atentan en contra de la estabilidad democrática y los derechos que le son propios a toda la sociedad.
Basta ver las protestas en Europa, Reino Unido, EEUU y en los países cuyos gobiernos están comprometidos con las políticas autoritarias que devienen de sus mandantes imperiales, para verificar lo antes dicho.
En ese sentido, en Israel por ejemplo, se reportan nuevas protestas contra el Gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu, y en particular contra la reforma judicial promovida por la coalición oficialista, conformada por partidos de derecha, ultraderecha y ultraortodoxos que son mayoría en el parlamento.
Una reforma que rompe los equilibrios democráticos entre los poderes del Estado Israelí, y atenta contra la administración de justicia que demanda; toda vez que la intención del Primer Ministro es controlar al poder judicial con el fin de diluir los juicios que en su contra tiene.
Ahora bien, más allá de las consideraciones de rigor, en cuanto a los equilibrios e independencia del sistema judicial israelí; el tema central es la crisis social que padece el ciudadano común, que sufre las consecuencias del accionar de un Estado guerrerista cuya conducción está de espalda al pueblo y, por tanto, comprometido con los intereses particulares de su clase dirigente; vale decir, los intereses geopolíticos de occidente en Asia Occidental.
Con ese marco referencial, se puede observar el clima de conflicto en Francia, donde millones de trabajadores y jóvenes están en las calles contra los recortes de pensiones que el presidente Emmanuel Macron impone. Una situación que ha paralizado al sector energético; interrumpiendo el servicio aéreo; el transporte público; paralizando secciones significativas de los trabajadores manufactureros del sector privado, incluyendo a trabajadores de los fabricantes de automóviles, la industria alimentaria, los recolectores de basura y los limpiadores de alcantarillado de París.
Sin embargo, el gobierno francés continúa la marcha a contracorriente de los reclamos de los trabajadores; pues al igual que sus correligionarios en el bloque europeo, las consecuencias de la crisis del sistema las pagan los pueblos.
Es importante señalar que las huelgas francesas son parte de una vasta ola de luchas obreras que sacuden Europa y el mundo. En las últimas semanas, millones de trabajadores en el Reino Unido y Alemania se han declarado en huelga contra la inflación y para defender los salarios. Huelgas ferroviarias están teniendo lugar esta semana en Italia, Bélgica y Grecia. En España hay manifestaciones masivas para defender el sistema público de salud. En Portugal cientos de miles, especialmente los profesores y sus partidarios, están en huelga. (Estallan huelgas en la economía francesa después de la protesta del 7 de marzo contra los recortes de pensiones – World Socialist Web Site (wsws.org) )
Tal como lo señala la afirmación anterior, se mueven los cimientos del sistema, pero si no se construye un programa y una propuesta política alternativa, seguramente no cambie nada; ya que los aparatos ideológicos de occidente imponen la retórica de las culpas como consecuencia de la Pandemia del COVID-19 y la Guerra contra Rusia. Dos hechos tangibles que sin duda han afectado las economías planetarias; pero también han develado la trágica situación que viven los hombres y mujeres que en esos países habitan.
Ahora bien, en las sociedades occidentales los pueblos se están moviendo, presionando y luchando por hacer realidad las promesas incumplidas por el modelo que hoy entra en crisis; una crisis estructural, cíclica y radicalmente contraria a sus engañosas promesas de prosperidad para todos.
De allí que la narrativa mediática comprometida centre la atención en la guerra de occidente contra Rusia y China; en un intento por justificar los desmanes del modelo económico que con su retórica defienden, y con el cual se atenta contra los pueblos en los países donde la praxis política de quienes gobiernan posterga el bienestar social; con base en el sacrificio de las mayorías.
Cada pueblo va construyendo su historia al fragor de las contradicciones que le son propias, pero en un mundo globalizado por la velocidad de la información, y hegemonizado por la agresividad del imperio y sus secuaces, es menester despejar la paja del trigo para profundizar en la construcción de alternativas que sirvan para resistir y avanzar en la concreción de un programa político social.
En ese sentido, en todos los casos señalados, las protestas sociales son una realidad tangible, pero hasta ahora, esa contradicción no significa un cambio sustancial y profundo que ponga en riesgo el poder que la clase política dominante ejerce a sangre y fuego.
Lo medular del problema, no solo son los abusos de poder del gobierno de Netanyahu en Israel; ni los atropellos a los trabajadores en Francia; o el alto costo de la vida en toda Europa, los Estados Unidos de Norte América y en los países seguidores de su doctrina de gobierno; pues el asunto es la conformación de los Estados Nación, y la predominancia de una casta que asume el control absoluto contra las mayorías.
Es menester cambiar el sistema para que fluya la vida (Hugo Chávez)