El Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista (INCES), arriba a su 63 aniversario en un momento en el que se nota una mejora relativa de la situación económica y un clima político y social de estabilidad y diálogo.
Derrotadas toda clase de intentonas promovidas por gente de microtallas morales y humanas; tales como Juán Guaidó, Julio Borges, Henry Ramos y Leopoldo López; es tiempo de mirar hacia el futuro inmediato con más calma y mayor atención a los detalles (eso si, sin descuidar a ese tipo de odiadores de oficio); pero también con la urgencia que amerita la necesidad de atacar y resolver temas insoslayables; como por ejemplo la inclusión, en todos los niveles del sistema de educación, de la enseñanza del amor por el aprender a hacer.
El desarrollo económico de nuestro país, requiere trabajadores educados bajo la filosofía propuesta hace más de 200 años por Simón Rodríguez; de aprender mientras, de manera simultánea, se hace; es decir, se practica.
Samuel Róbinson advertía que “como las ideas vienen de las cosas, tratar con las cosas es la primera parte de la Educación y tratar con quien las tiene es la segunda. Que más aprende un niño, en un rato, labrando un palito, que en días enteros conversando con un maestro que le habla de abstracciones superiores a su experiencia.
Enseñar es hacer comprender, es emplear el entendimiento, no hacer trabajar la memoria”.
El INCES ha debatido y propuesto la creación de un Sistema de Educación Tecnica y Profesional para poder saldar la deuda que aún se tiene con el sueño robinsoniano. Incluir el hacer en el día a día de los escolares, bachilleres incluso, universirarios y más; además de ayudar a los estudiantes a apropiarse de herramientas para abordar el mundo del trabajo, sin duda contribuirá también a que la nación pueda contar con personas con mejores capacidades de comprensión de los procesos; con capacidades analíticas y críticas.
Porque no se trata solamente de aprender a hacer. También se trata de entender cómo funciona lo que se usa para construir, para producir, para crear herramientas, máquinas, alimentos, ect; una de las tantas condiciones que requiere un país que apunte tanto al despegue de su economía, a la mejora de la calidad de vida de sus habitantes, como a la salvaguarda de su soberanía.