Muchos de los titulares de diarios y noticieros de televisión y radio; las escuetas explicaciones en las redes sociales apenas comenzado 2023 dan cuenta del comportamiento antidemocrático, en casi la totalidad de los casos, e incluso anticristiano, en un hecho en particular.
Sucesos violentos, represión y muerte en el sur de Perú. Y Almagro mudo, al igual que esos socios de la Organización de Estados Americanos acostumbrados a buscar las luces de las cámaras rabiosos, cuando se trata encontrar lo que no se les ha perdido en Venezuela. En Bolivia, las fuerzas separatistas, racistas y supremacistas de siempre; procuran mediante la violencia salvar de las rejas a un reo reincidente en intentos frustrados de sacar del poder a quienes han sido electos por el voto popular desde la llegada de Evo Morales al Palacio de Quemados hasta la fecha.
Brasil salta a titulares de primera página, tras las acciones vandálicas realizadas en su capital por los seguidores de Jair Bolsonaro, furiosos por la victoria -con votos- de Lula Da Silva. Por cierto, en los análisis que han hecho muchos medios de comunicación de la situación en Brasil, se compara con lo sucedido en Estados Unidos tras la derrota electoral de Donald Trump, y la negativa de este empresario político desequilibrado de reconocerla. Ninguno ─tal vez por desconocimiento, mala memoria o por intención expresa─ recuerda las coincidencias de tales intentonas de asalto al poder con los variados y múltiples intentos de desestabilización a los que ha sido sometido nuestro país, por culpa de personajes que lamentablemente aún andan de su cuenta, como Juan Guaidó; o que se han fugado de la justicia, como Leopoldo López y Julio Borges.
Pero tal vez, la información más curiosa de este comienzo de año, generada por la mala conducta de una muestra bastante representativa de la derecha mundial, nos llega del Vaticano. Desde ese lugar santo se nos alerta acerca de los desesperados intentos de los sectores conservadores de la Iglesia Católica de deshacerse del Papa Francisco, a quienes este les parece algo así como un comunista infiltrado en la Basílica de San Pedro; un caso no visto desde el reinado de Pablo Sexto.
Recordemos que tras el breve paso de Juan Pablo I, misteriosamente fallecido a pocos días de haber sido electo, hubo una seguidilla de dos pontífices amados por el gran capital, los medios de comunicación y las potencias occidentales. Juan Pablo II fue un furioso cruzado anticomunista aliado de monstruos como Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Y Benedicto XVI nunca pudo sacudirse de su pasado nazi.