Las elecciones municipales ya son un hito
Fin de un ciclo electoral y político
La cita electoral del 27 de julio cristalizó de inmediato como un hito fronterizo en el acontecer político nacional. Marca un punto de cierre que es, a la vez, el de inicio de una nueva etapa.
Cerró el ciclo de votación para cargos de elección popular, que comenzó hace exactamente un año, con los comicios presidenciales y prosiguió en mayo con la escogencia de los y las integrantes de la Asamblea Nacional, las gobernaciones y los consejos legislativos.
Con la elección de los cargos municipales (alcaldías y concejos) quedan renovados todos los niveles de poder público que dependen directamente del voto popular.
Pero, no se trata de haber ganado un campeonato y dedicarse al clásico acto de dormir en los laureles. La contundente victoria del 27J indica la partida de una carrera aún más importante: la de la necesaria redefinición de la institucionalidad municipal, bajo la óptica del poder popular.
Surge acá la añeja reflexión según la cual, quien adquiere un poder asume una responsabilidad proporcional. Las fuerzas revolucionarias tendrán, durante al menos cuatro años, el mayor caudal de poder del que hayan dispuesto en los 26 años de recorrido (Ejecutivo Nacional, gobernaciones, alcaldías, Asamblea Nacional, consejos legislativos y concejos municipales). La responsabilidad es, en consecuencia, histórica.
Ruta que se abre: comuna o nada
La acumulación de fuerzas lograda en este ciclo electoral, le da al liderazgo revolucionario la oportunidad para desarrollar líneas políticas, que en momentos anteriores han sido obstruidas por la acción corrosiva de la oposición proimperialista y también, en buena medida, por la incomprensión de los mismos factores bolivarianos.
La principal de esas líneas es la que queda expresada en la frase del comandante Hugo Chávez “comuna o nada”. Siguiendo las orientaciones que ha dado el presidente Nicolás Maduro, pueden lograrse avances importantes en ese campo, siempre operando desde la prudencia para evitar que un buen propósito degenere en anarquía.
Las consultas populares sobre proyectos locales que se han realizado a lo largo del último año, luego de las elecciones presidenciales, han demostrado a las comunidades que tienen opinión decisoria en la gestión de gobierno. Los resultados de esas consultas están a la vista y eso tiene un enorme peso, favorece la participación de la ciudadanía, despeja dudas seculares sobre lo comunal y debilita las resistencias internas de quienes aún entienden estos procesos como una cesión de parte de sus atribuciones.
Victorias concretas
En términos matemáticos, el triunfo del 27 de julio fue categórico. El Gran Polo Patriótico Simón Bolívar pasó de 212 alcaldías a 285, lo que implica un incremento del poder político tanto en términos territoriales como de población y de recursos financieros.
En correspondencia, la oposición bajó de 123 a 50. Esa realidad, de igual manera, significa que dejan de tener control de espacios geográficos, de sus habitantes y del dinero que manejan estas instancias municipales, tanto por asignación presupuestaria como por tributos locales.
Esa redistribución del poder tiene efectos concretos en la cotidianidad de los municipios que cambian de signo político. Dependiendo de la gestión de las nuevas autoridades, podría ser una gran ventaja para el chavismo y un mayor desgaste para los partidos desplazados. También parece ser una excelente oportunidad para que florezcan nuevas organizaciones opositoras democráticas no asociadas a los nefastos liderazgos nacionales que han llevado a este sector político a una profunda crisis.
Derrota de la ultraderecha abstencionista
Otro de los aspectos notables de la jornada electoral municipal es la tajante derrota que sufrió la ultraderecha abstencionista que pretendió boicotear los comicios.
Esa derrota se hace patente no solo porque el chavismo acudió a la cita y ejerció su derecho, como siempre lo hace. También lo hicieron miles de opositores en los municipios emblemáticos de la derecha, rebelándose así contra el dictado de la presunta lideresa de todo el bloque, María Corina Machado.
Los opositores que acudieron a votar no cedieron a las tremendas presiones que les aplicaron, a través de campañas difamatorias de redes sociales patrocinadas por el ala pirómana del antichavismo.
Por otro lado, en los municipios donde la oposición tenía el poder y lo perdió se pondrá de manifiesto otra arista de la derrota del extremismo de derecha, pues cargará con la culpa del fracaso. No sin razón, los candidatos opositores vencidos pueden alegar que cayeron por culpa de quienes llamaron a la abstención. El ajuste de cuentas entre facciones opositoras promete ser muy cruento. Desde afuera, únicamente queda esperar que esa pugna se resuelva a favor de los movimientos y líderes que aspiran a convertirse en una referencia seria para la parte del país que no comulga con la Revolución.
Muchos analistas, incluso del lado opositor, coinciden en indicar que la derrota electoral tendrá efectos definitivos para los liderazgos extremistas, en especial porque se produjo casi simultáneamente con la repatriación de los 252 venezolanos secuestrados en El Salvador y de los niños y las niñas que habían sido separados de sus madres y padres en Estados Unidos; y con la reanudación de las actividades formales de Chevron en Venezuela. Tres reveses durísimos para los promotores de la abstención, de la persecución de los migrantes y del bloqueo petrolero.