Venezuela se defiende de nuevos y arteros ataques
Antiimperialismo ratificado
A medida que avanza el año electoral presidencial, arrecian los ataques desde el poder imperial; y con la comparsa de una porción del espectro opositor, minoritaria; pero con respaldo extranjero y mediático.
Los informes serios (a diferencia de las encuestas fake) indican que las fuerzas bolivarianas, bien cohesionadas, se encaminan a una nueva victoria electoral; mientras las oposiciones se encuentran fraccionadas en dos bloques: uno que se aferra a los atajos violentos y otro que se ha incorporado a la lucha electoral; pero está fragmentado en un archipiélago de opciones.
Frente a ese cuadro, se agudizan los intentos por caracterizar a Venezuela como Estado fallido o forajido, y toman fuerza las amenazas y los chantajes.
La respuesta del chavismo ha sido firme. Por un lado, con suma inteligencia política, se ha procurado entablar acuerdos que trasciendan al segmento extremista autoproclamado como representante único de las oposiciones. Por el otro, el sector revolucionario ha comenzado a mostrar, una vez más, músculo y fuelle en la expresión de calle de la política.
La concentración para celebrar los diez años de la declaratoria de la Revolución Bolivariana como antiimperialista (el célebre discurso del Jardín Botánico) fue una sacudida tremenda para quienes, desde el bando tradicional opositor o desde la arena de la disidencia, han venido enarbolando la tesis de que el gobierno ha perdido el apoyo popular.
Esa gigantesca manifestación, así como otras que se han producido a propósito de la visita del presidente Nicolás Maduro a varios estados, son evidencia de fuerza y organización, dos elementos que escasean entre los rivales.
Acuerdo nacional
Entre las acciones defensivas —y podríamos decir contraofensivas— que el chavismo ha sido capaz de llevar adelante, debe ubicarse en lugar privilegiado el logro de un acuerdo nacional sobre las elecciones presidenciales.
Este éxito tiene varias lecturas. La primera es que ratifica algo que ya es muy evidente: el llamado G-4, también conocido como Plataforma Unitaria, está muy lejos de representar a toda la gama de las oposiciones. Por el contrario, hay fuertes indicios de que cada vez su representatividad es menor.
La segunda lectura precisa de que las elecciones primarias opositoras fueron una pantomima, cuya única finalidad fue darle un aire de legitimidad a la aspiración de una persona que se sabía inhabilitada para optar al cargo. Lo han dicho otros opositores, muchos de los cuales se presentaron a la Asamblea Nacional y firmaron el documento.
La extrema hipocresía de la CPI
Confrontados a este cuadro político de concertación y paz democrática; a Estados Unidos, sus aliados y lacayos, no les queda otra opción que insistir en viejas y gastadas matrices de opinión, alimentadas con la hipocresía de los organismos internacionales, y con fake news de muy baja calidad.
Durante la semana precedente, la Corte Penal Internacional siguió avanzando en su trama de juzgar al gobierno venezolano por crímenes de lesa humanidad, en un proceso amañado, promovido por individuos que, si en el mundo hubiese justicia, serían los enjuiciados, como el impresentable expresidente colombiano Iván Duque.
Es una absoluta vergüenza que la CPI aparezca avanzando en este caso, mientras ha desechado otros tan graves como el de los delitos perpetrados por las tropas y mercenarios estadounidenses y por los talibanes en Afganistán. Muchos de los delitos atroces cometidos en países como Colombia han quedado sin investigación ni juicio. El país vecino aprobó el Estatuto de Roma, pero se acogió a la excepción del artículo 124, referido a reservarse el derecho a que el Estado sea juzgado por crímenes de guerra cometidos por sus nacionales en su territorio. O sea, una excepción que, en la práctica, convierte al tratado en el clásico “saludo a la bandera”.
La CPI aparece enjuiciando a Venezuela por hechos que los tribunales nacionales han conocido y sancionado a los responsables, mientras en el mundo se cometen barbaridades como el genocidio de Gaza, que no podrá ser procesado por ese tribunal, ya que ni Israel ni su padrino, Estados Unidos, reconocen la jurisdicción de la Corte.
Avión desguazado: gesto gansteril
La respuesta de Estados Unidos, sus aliados y lacayos a la situación de paz y concertación política que vive Venezuela, camino a sus elecciones presidenciales, incluye también gestos propios de organizaciones gansteriles, como robarse un avión y luego destruirlo para demostrar un poder basado en la fuerza, la violencia, la intimidación y el miedo.
Es verdaderamente indignante, pero nada sorprendente si procede de un país que lanzó bombas atómicas sobre dos ciudades japonesas cuando ya la guerra estaba terminada, sólo para presentarse ante el mundo como la superpotencia nuclear a la que todos (perdedores y ganadores de esa conflagración) debían rendir pleitesía.
Con el secuestro y la detención arbitraria de la tripulación, en 2022, y con el robo y el desguace de un avión perfectamente operativo, en 2024, Estados Unidos pretende dar un escarmiento a cualquiera que, como Venezuela, ose desafiar sus bloqueos y medidas coercitivas unilaterales.
No lo logra en nuestro caso; porque ya llevamos más de diez años en esa batalla contra las guerras económicas y los sabotajes. Pero no se debe desestimar el efecto que causan estos desplantes mafiosos en el resto de los países del sur global y entre los empresarios y ciudadanos en general del propio Estados Unidos y de Europa. Es el gesto típico de un capo, pretendiendo que así se da a respetar.