La tortura permanente a la economía y la sociedad venezolana, a partir de acciones de sabotaje, acciones económicas contra la recuperación económica sustentable y perdurable, son un arma de doble filo para la élite de poder de EEUU
Escuchando una entrevista realizada por un medio de comunicación nacional a un analista abiertamente opositor, él definía la coyuntura mundial desde la perspectiva de un investigador foráneo quien refería el fin, o cuando menos la crisis de la sociedad internacional basada en reglas, establecida con especial énfasis a partir del fin de la segunda guerra mundial.
Aunque de acuerdo en el fondo, me pareció bastante tardía una observación mundial que ya venía entronizada con fuerza desde el mismo momento en que la élite de poder de EEUU decidió reconfigurar por completo el mapa de Oriente Medio a partir de las intervenciones militares unilaterales en Afganistán (2001) e Irak (2003), guerras desarrolladas al margen de Naciones Unidas y bajo el esquema de la supuesta «lucha contra el terrorismo» luego del atentado a las Torres Gemelas del Centro Mundial de Comercio en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001.
Por estas fechas, y no ahorita, es que podríamos ubicar el socavamiento absoluto de la sociedad internacional basada en reglas, que al sol de hoy tiene dispositivos de todo tipo y en creciente conflicto, al punto de que muchos hablan de una tercera guerra mundial por capítulos, incluido el Papa Francisco, máximo jerarca de la Iglesia Católica.
El intento de cambiar el régimen político invadiendo a Siria; la invasión y destrucción de Libia; la construcción de una guerra de socavamiento del poder político y económico de Rusia, hoy enclavada en Europa del Este; la luz verde en Oriente Medio para que la élite israelí trate de configurar la región, a sangre y fuego, en favor del unilateralismo estadounidense, o las presiones en el estrecho de Taiwán; son apenas una muestra de esta erosión total del derecho internacional.
A ello tendríamos que añadir a las medidas coercitivas unilaterales impuestas precisamente para frenar cualquier expansión alternativa al modelo hegemónico de dominación que denunció Hugo Chávez en 2006, y que tiene expresiones multipolares definidas como las de la consolidación del grupo BRICS+ que desarrolló su Cumbre en Kazán.
En todo sentido las medidas coercitivas unilaterales violan cualquier tipo de régimen internacional en materia de libertad de comercio, justo uno de los supuestos valores tan pregonados por los autoproclamados defensores del «mundo libre», uno de esos tantos clichés también bastante derruidos.
En este contexto, la República Bolivariana de Venezuela no escapa, como joya de la corona en la región latinoamericana; ya que su sistema político y su Constitución Nacional están completamente divorciadas de cualquier promoción del interés de la élite estadounidense; privilegiando la independencia y soberanía nacional como piedras angulares de cualquier construcción política.
Tal cuestión no es nada cómoda a los ojos de la monroista élite gringa, ya que Venezuela es ni más ni menos que la primera reserva de petróleo del planeta y un proveedor demostradamente eficiente de este recurso, fundamentos que llevan a toda la lógica existencial impuesta hacia nosotros para cambiar por vías de fuerza el régimen político de nuestro país.
En lo anterior, la coyuntura del 28 de julio resultó una nueva oportunidad para disponer todos los dispositivos insurreccionales necesarios, construyendo una instancia electoral paralela, saboteando al Poder Electoral para impedir la emisión de un resultado, y luego generando violencia tendente a un golpe de Estado que resultó en un fracaso.
Tal como hicieron en el Estado Plurinacional de Bolivia en 2019, utilizaron no sólo la violencia como acción, sino además factores internacionales para avivarla. El acto de la misión de Naciones Unidas y el Centro Carter fue una emulación de lo que la Organización de Estados Americanos (OEA) hizo en Bolivia, forjando un informe de supuesta «observación electoral», para tributar al golpe de Estado.
Venezuela sigue moviendo sus fichas hacia una multipolaridad creciente que no pretende pugnar con las instituciones de Bretton Woods, ni sustituir las bases de Naciones Unidas; sino más bien estimulando los elementos positivos de un régimen internacional de nueva cuenta
Vistas así las cosas, ahora, quienes fracasaron en su primer intento, promueven todo tipo de maniobras que tienen dos vertientes claras, muy propias de las acciones de una escalada armada que nos dota de ejemplos en la región.
Por un lado, tratan de alterar una cotidianidad multidimensional entre logros, desafíos, problemas y calamidades; justamente fabricando el escenario de una explosión social favorable a sus planes de cambio de régimen político. Los más recientes episodios de sabotaje eléctrico nacional son muestras de ello.
Por el otro, se ejecuta todo tipo de puesta a punto que impida el cumplimiento estricto de la Constitución Nacional, juramentando el venidero 10 de enero al Presidente de la República reelecto, Nicolás Maduro Moros; complementando la expresión popular de la elección de julio que fue ratificada por la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, luego de los procesos de peritaje a todos los elementos del proceso electoral del 28 de julio.
En ambos aspectos, la élite de poder de EEUU deshoja la margarita ya que saben las posibles consecuencias de prender un frente de conflicto en la región que han proclamado como su «patio trasero», más aún en un escenario donde sus reservas y disposición energética no están nada seguras, teniendo el desafío de atender además a una Europa Occidental sujeta ahora a sus dominios, luego de romper todo lazo con la Federación de Rusia, uno de los objetivos primarios de la guerra de Ucrania.
La incautación de casi 500 armas de alto calibre y de fabricación estadounidense, que fueron ingresadas para alimentar la fase armada que impulsa el extremismo, así como la detención de mercenarios de diversas nacionalidades, incluyendo agentes de la inteligencia española, resulta un golpe noble para estos planes contra Venezuela.
Otro tanto confronta a estos planes el ánimo del pueblo venezolano, negado y cansado de maniobras que alteran en todo la paz nacional y afectando precisamente su cotidianidad, que entiende que solo puede mejorar en una esfera de estabilidad republicana.
La entronización de mercenarios, grupos violentos, o grupos de la delincuencia organizada convertidos en aparatos de apoyo al extremismo opositor, no cuenta con el respaldo de la mayoría nacional como para lograr dar en el blanco de sus objetivos.
De hecho, y más allá de ahondar la tortura permanente al cuerpo social, político y económico de Venezuela, es poco creíble que la entronización de estos sectores logre cambiar por completo el panorama político nacional, de hecho teniendo ejemplos en la historia venezolana que bien pueden servir para argumentarlo.
A ellos toca sumar el conflictivo contexto en torno al proceso electoral de EEUU, con un candidato que ha sido objeto de conspiraciones e intentos de asesinato hasta en tres oportunidades, mientras denuncia que si él no gana habrá fraude el 5 de noviembre, lo cual añade gasolina a un fuego esparcido por varios territorios de esa Nación.
No dejemos de lado expresiones como las del actor John Leguizamo, quien sin tapujos señaló a las medidas coercitivas unilaterales en contra de Venezuela como la causa esencial de la fuerte migración hacia ese país. Podríamos complementar su afirmación argumentando que ellas mismas, las sanciones, dañaron todo el equilibrio energético del Caribe y Centroamérica, lo cual también redunda en el crecimiento de olas migratorias que terminan en tierras estadounidenses.
Por ello, la entronización de una fase armada en Venezuela, como elemento para impedir la juramentación del presidente Nicolás Maduro, parece más un desesperado error que una certeza sobre la cual depositar sus esperanzas desde allá, en Washington.
Ahora bien, la tortura permanente a la economía y la sociedad venezolana, a partir del acrecentamiento no sólo de acciones de sabotaje; sino de acciones económicas que alteren cualquier posibilidad de recuperación económica sustentable y perdurable, son un arma de doble filo para la élite de poder de EEUU.
Por ejemplo la emisión de licencias para reactivar el negocio petrolero en nuestro país no responde a ingenuas visiones de «promoción de la democracia» o «estímulos para la negociación», propias de una inocencia que ya hace rato dejamos de lado. Al final la élite de poder estadounidense tiene relaciones de intercambio económico pleno con Estados que no poseen ni instituciones liberales ni fórmulas democráticas, pero si recursos apetecibles que hacen dejar a un lado cualquier prejuicio político.
La realidad es que no pueden esperar más que cambie el viento de la situación política en Venezuela para garantizar su provisión del recurso petrolero que ya no pueden conseguir en otro lado, más aún cuando tienen que promover la estabilidad de sus aliados europeos, principales afectados por la guerra en contra de Rusia.
Añadimos que, cualquier escalamiento económico hacia Venezuela solo podría empeorar un contexto económico y social regional bastante complejo, mucho aun peor que el de la década perdida de los años 80 del siglo XX en materias como pobreza y desigualdad, incrementando los flujos migratorios que van a parar justo a las fronteras del tan cacareado «sueño americano».
Considerando esto, la República Bolivariana de Venezuela sigue moviendo sus fichas hacia una multipolaridad creciente que no pretende pugnar con las instituciones de Bretton Woods, ni sustituir las bases de Naciones Unidas; sino más bien estimulando los elementos positivos de un régimen internacional que debe ser posicionado de nueva cuenta, luego de varios ejemplos de erosión planificada ejecutados por el llamado occidente colectivo.
Nuestra presencia permanente en el Grupo BRICS+ así como el relacionamiento constante y fuerte desde el punto de vista bilateral con sus Estados, siendo además partícipe activo de la construcción y desarrollo de esquemas alternativos, por ejemplo, al sistema Swift de pagos que nos ha sido negado y obstaculizado por las medidas coercitivas unilaterales; es parte del accionar para fortalecer una instancia que de suyo pugna contra ese desesperado mecanismo de sostener una dictadura mundial unilateral bajo los auspicios de un monroismo anacrónico.
Venezuela está inserta de lleno en este camino que dota de mayor fuerza real a una Nación independiente que requiere forzar la barra de construcción de alternativas a los desafíos impuestos por quienes quieren vernos colonizados y amarrados en nuestros básicos sentimientos y objetivos de edificar una patria fuerte y de bienestar pleno para nuestro pueblo; objetivo máximo de la Revolución Bolivariana.