Poco a poco fenece la hegemonía del dólar. Europa estudia un mayor acercamiento a China.
Hoy, que el mundo vive una vorágine de cambios, transformaciones todavía confusas, todavía difíciles de discernir con claridad para muchos; se siguen dando pasos claves en la forja de un nuevo orden mundial
Los pasos, a veces no son tan estruendosos como quisiéramos, tan visibles, pero se dan. Son significativos, tienen y tendrán consecuencias en el futuro cercano.
Tienen que ver con la disputas por la influencia entre las grandes potencias, con la puja que el hegemón mantiene con la República Popular de China, y Rusia, en menos magnitud, disputa que se da en todo el planeta.
Pero esta lucha por influencia se configura bajo otras características, respecto a la otrora Guerra Fría. Ya no es ideológica plenamente. Ya los pueblos del sur reclaman otro rol.
Los pueblos ya no aceptan que los acuerdos sean leoninos para sus intereses, ampliamente favorables para las viejas metrópolis. No. En este momento de la humanidad, los pueblos del llamado sur global, sus dirigentes, aprendieron que la obsecuencia, el vivir de acuerdo a los intereses de los viejos imperios, los condenan a la miseria, les resta independencia en la toma de decisiones. Los anula.
Por eso vemos que países tradicionalmente alineados con Estados Unidos, con el “Occidente”, hoy forjan sus propios caminos; de acuerdo a lo que sienten más conveniente a sus intereses.
Uno de ellos, lo venimos diciendo, es Arabia Saudita. Aquel país que fue clave en la consolidación del petrodólar, que fortaleció el dominio norteamericano en la década de 1970, dominio que se convirtió en hegemonía total cuando cayó la Unión Soviética. Hoy, ese país, vira su política internacional apartándose de Washington.
Es más, conocedores de su rol en el mundo petrolero, vital para la economía global, los árabes se plantean mudar al petroyuan. Trabajan en eso, consolidan acuerdos con Pekín.
Como publica la agencia informativa china, Xinhua, el 29 de marzo se inició en la ciudad de Panjin la construcción de un importante proyecto químico, que es una iniciativa de inversión conjunta entre China y Arabia Saudita.
Según informó, la inversión total asciende a 83.700 millones de yuanes (12.200 millones de dólares). De ese monto, Saudi Aramco tiene una participación del 30 por ciento, mientras que North Huajin Chemical Industries Group Corporation y Panjin XinCheng Industrial Group tienen el 51 y el 19 por ciento, respectivamente.
Una vez concluido, en 2025, se proyecta que pueda refinar 15 millones de toneladas de petróleo al año, producir 1,65 millones de toneladas anuales de etileno y 2 millones de P-xileno.
Se estima que generará 100.000 millones de yuanes anuales.
Esto será vital para la industria en el mediano plazo.
Recordemos que hace unas semanas, en Pekín, los representantes de Irán y Arabia Saudita se sentaron a negociar, a limar asperezas y restablecieron relaciones diplomáticas. Esto, lo señalamos, reconfigura la geopolítica en el Medio Oriente. Hace que la Casa Blanca pierda influencia y aumente la China, en una zona del mundo, crucial, importante, por ubicación y por la riqueza energética que guarda.
En esa misma región, un aliado clave para Estados Unidos, Israel, atraviesa una convulsión social sin precedentes. Una crisis que, inclusive, llevó a un desencuentro con Washington.
Y es que el inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, recomendó al primer ministro, Benjamín Netanyahu, desistir de su muy controvertida reforma judicial, que socavaría la endeble estructura jurídica israelí.
«Como muchos firmes partidarios de Israel, estoy muy preocupado, y quiero que lo tengan claro. No pueden seguir por ese camino… Esperemos que el primer ministro actúe de forma que pueda intentar llegar a algún compromiso verdadero. Pero eso está por verse», manifestó Biden, en Carolina del Norte.
Benjamín Netanyahu, en una reacción muy comentada a nivel internacional, declaró que «Israel es un país soberano que toma sus decisiones por voluntad de su pueblo y no en base a presiones del exterior, ni siquiera de los mejores amigos».
Posteriormente, tratando de morigerar su reacción inicial, aclaró que conocía a Biden por más de 40 años y sabía de su apreció por Israel. «La alianza entre Israel y Estados Unidos es inquebrantable y siempre supera los desacuerdos ocasionales entre nosotros», dijo.
Aunque la fiesta no quedó en paz con las declaraciones de Netanyahu. El 30 de marzo, Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad Nacional de Israel, dijo en la emisora Galei Zahal que su país no es una estrella más en la bandera de Estados Unidos.
En su criterio, Washington debe entender que Israel “es un país independiente y ya no es una estrella en la bandera estadounidense… Debe quedar claro en todo el mundo: la gente de aquí votó en las elecciones y tiene sus propios deseos».
Por cierto, el medio israelí, Globes, especializado en temas económicos, señaló hace unas semanas, a mediados de febrero, que se hace inminente un tratado de libre comercio entre China e Israel.
En la práctica, China es el tercer socio comercial de Tel Aviv, superado por la Unión Europea y Estados Unidos. Del 2016 al 2021 el intercambio comercial se incrementó de 10.960 a 18.160 millones de dólares.
Ahora, según los entendidos, un acuerdo comercial de esa naturaleza tiene ventajas innegables para Israel, podría acceder a un mercado vigoroso, creciente, mientras que para China tendría un significado simbólico. De hecho, Israel no es muy atractiva comercialmente para China. Pero los chinos, como en el milenario juego del Go, no apuestan al jaque mate, apuestan, estratégicamente, a ir ganando posiciones, pacientemente.
Mientras en el Medio Oriente las cosas discurren de esa manera, en América Latina, un miembro del BRICS, Brasil, anunciaba un acuerdo que impactó al mundo.
El país presidido por Lula da Silva, y la República Popular de China, iniciaron el miércoles 29 de marzo el proceso para establecer el comercio bilateral en monedas locales. El anuncio fue hecho por la Agencia Brasileña de Promoción de Exportaciones e Inversiones (Apex).
Se dieron dos pasos iniciales, durante el Seminario Económico Brasil-China, realizado en Pekín. En dicho evento participaron representantes de ambos países y medio millar de empresarios. Allí se estableció que el banco brasileño BBM, con sede en la ciudad de Salvador y controlado por el chino Bank of Communications (BoCom), entra al CIPS (China Interbank Payment System), sistema chino alternativo al Swift internacional que sirve a Estados Unidos para presionar y sancionar naciones incómodas a sus intereses.
Además, se acordó que la sucursal brasileña del Banco Industrial y Comercial de China (ICBC, por sus siglas en inglés) “pasa a actuar como banco de compensación del yuan en Brasil”.
En Sudamérica, Chile y Argentina tienen acuerdos similares con el ICBC. Igualmente Arabia Saudita y Rusia. Estos son acuerdos concretos que incrementarán notablemente el uso del yuan en el comercio mundial.
En Sudamérica, los países mantienen independencia, la que no tienen los europeos, totalmente entregados a la Casa Blanca, y exploran caminos para la normalización de las relaciones, para que se acaben sanciones y arbitrariedades unilaterales.
En esa línea, Gustavo Petro, presidente de Colombia, convoca a un gran foro internacional para flexibilizar y luego acabar con las dañinas sanciones unilaterales de Washington contra Caracas.
Mientras tanto, Estados Unidos, donde continuamente se descarrilan trenes con materiales tóxicos, prosigue en su rol de embochinchar el planeta, buscando así, en una situación de caos, preservar, o, alargar el mayor tiempo posible, su brutal influencia.
Lorenzo Ramírez, destacado periodista económico español, afirmaba en el canal Negocios TV que «la estrategia de EEUU para proteger al dólar es desestabilizar, fomentar la guerra, fomentar el pánico, fomentar la crisis para que todo el mundo vaya al activo refugio por antonomasia, que es la deuda pública de Estados Unidos que es el colateral de la creación de ese dólar que sigue siendo divisa de reserva».
Pero, parece que esa muy socorrida estrategia, con el correr de los tiempos, surte menos efecto.
La tradicional agencia informativa, AFP, informaba la madrugada del 30 de marzo, que Arabia Saudita se unirá como Estado «socio de diálogo» a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), encabezada por China y Rusia.
Como es sabido, la OCS fue creada en 2001. Actualmente es integrada por China, India, Pakistán y Rusia, a los que se suman Kazajstán, Kirguistán, Uzbekistán y Tayikistán. Su finalidad es promover la cooperación política, económica y de seguridad.
El llamado mundo occidental ve con preocupación este nuevo paso de Arabia Saudita hacia Eurasia. Está en juego, repetimos, un mayor desplazamiento del dólar como moneda de referencia; está en juego el apoyo a Rusia en el conflicto que tiene con Ucrania; está en juego el cada vez menor protagonismo de Estados Unidos y Europa Occidental.
Ante un hipotético recrudecimiento, promovido por Washington, de las relaciones entre la República Popular de China y Taiwán, ¿no serán clave la OCS y el acercamiento de Arabia Saudita?
En la Casa Blanca lo saben bien.
De otro lado, los europeos, quienes más han perdido en el conflicto entre Rusia y Ucrania, por el incremento en el costo de la energía; por el desplazamiento de empresas y capitales europeos hacia Estados Unidos, parecen reaccionar, parecen que buscarían adaptarse al reacomodo global.
Asi lo piensa Yang Mian, profesor del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Comunicación de Masas de China, refiriéndose a la visita de Pedro Sánchez a China.
«En este estatus, España puede trabajar duro para promover las relaciones China-UE de varias maneras. En particular, para mediar en la atenuación de las contradicciones políticas chino-europeas. España es mucho más amistosa con China que otros países de la UE; en los últimos años, las relaciones chino-españolas se han desarrollado sin problemas, con intercambios económicos y humanitarios regulares entre ambos países», explicó.
Evidentemente, España intenta posicionarse como un elemento importante en el cambiante escenario geopolítico, sería una forma inteligente de reposicionarse en el Viejo Continente, donde su protagonismo es limitado, si lo comparamos con Francia, Alemania, con la importancia que le está dando Estados Unidos a Polonia.
A la visita de Sánchez, le seguirá Emmanuel Macron, alguien que siempre ha buscado distanciarse de Washington, quien pretende mayor independencia respecto a la Casa Blanca.
A Macron lo acompañará la “baronesa” von der Leyen, con innegables vínculos, a través de su familia y de su gestión, con Washington. Ella, que es parte de la burocracia de la Unión Europea, siempre ha tenido un tufillo antichino en sus declaraciones. Que ambos vayan juntos a China revela las pujas internas en la UE.
China, sus funcionarios, sus académicos, lo saben. Wang Zhimin, director del Instituto de Globalización y Modernización de China de la Universidad China de Economía y Comercio Exterior, hace ver que «Europa, incluida Francia, se ha visto sometida a una presión considerable por parte de Estados Unidos. Washington utiliza el conflicto en torno a Ucrania para debilitar a Rusia y solo persigue sus propios intereses, por ejemplo, vendiendo GNL a Europa a un precio elevado. Esto aumenta el coste de la vida para los europeos y debilita el poder económico de Europa”.
Esta presión, que merma la calidad de vida entre los europeos, podría hacer que sus dirigentes se sacudan de Washington y se acerquen más a Pekín.
Por años, bajo la batuta del inefable Henry Kissinger, Washington logró que Rusia, entonces parte de la Unión Soviética, estuviera lejos de China. En los últimos años, la torpeza de sus dirigentes, su arrogancia, hizo que Moscú y Pekín se acercaran. Hoy son grandes aliados.
Lo mismo podría estar ocurriendo hoy. No nos extrañe que en breve Europa priorice sus relaciones con China, que comercialmente ya es importante, desplazando al “viejo aliado” que tanto la perjudica.
Esto no será nada fácil. Empezando porque Europa es un continente ocupado militarmente, con decenas de bases militares norteamericanas desplegadas en el Viejo Continente, la mayoría con impunidad total para sus fechorías.
Además, los nexos comerciales, financieros, diplomáticos; son muy fuertes. Washington tiene muchos operadores activos que harán difícil la tarea. Von der Leyen, es uno de los casos más notables. Pero la necesidad obliga.
Así las cosas, ¿no será que Washington puede terminar siendo el gran aislado del planeta? ¿El antipático que la gente busca evadir?