Para Simón Rodríguez la educación tiene dos grandes objetivos, el primero derrotar la colonialidad; el segundo, acabar con la división de los seres humanos en clases sociales
Planteamiento del problema
Debemos estar alerta cuando incorporamos a nuestro léxico y a nuestra práctica educativa modas epistémicas eurocéntricas engendradas por el modelo civilizatorio occidental, tales como alianza para el progreso, currículo por objetivos, constructivismo, posmodernismo, calidad educativa y -más recientemente- currículo por competencias. Ellas forman parte de estrategias hegemónicas para disfrazar oscuras intenciones y para neutralizar la conciencia de clase y todo su fundamento histórico social.
Rodríguez y las palabras
“El conocimiento de las palabras es obligación del que escribe como del que lee”. Esta lección de Simón Rodríguez nos conmina a analizar el verdadero sentido que subyace en los nombres de las modas epistémicas, ya que estos “no hacen las cosas; pero las distinguen; lo mismo son las acciones con las ideas”. ¿Tenían noción los millones de alemanes que votaron por Hitler lo que se escondía detrás de las palabras nacional y socialista? ¿Sabrá el pueblo estadounidense que Little Boy significó para Hiroshima no muchachito; sino el horror?, ¿sabrá el pueblo que el propósito de la Alianza para el Progreso era, como dijo el Che Guevara, “encadenar más a los países latinoamericanos a las organizaciones financieras de Wall Street”?, ¿sabrá el pueblo que con las palabras Desarrollo Internacional la Usaid desestabiliza gobiernos antiimperialistas en el mundo?
¿Podrá alguien en su sano juicio negar la importancia de la acción democrática, de la voluntad popular y que lo primero debe ser la justicia? Detrás de estas palabras se esconden lóbregos designios. Basta recordar la “Coordinadora Democrática” en Venezuela en 2002, “Patria y Libertad” en Chile en 1973 y la consigna “Hasta el final” de María Corina Machado en Venezuela en el año 2024. Los educadores, académicos y demás intelectuales orgánicos radicales tienen la tarea de desintoxicar este lenguaje, porque está fundado en otras bocas. La yugoslava Katarina Tomasevski en su libro El asalto a la educación nos habla de la imposición de los términos de economía de mercado en el campo educativo. Ejemplo de esto es el sentido mercantilista de la expresión acceso a la educación.
Prosigue el amauta caribeño: “Hágase una ortografía ortológica, es decir, fundada en la boca, para los que hayan de escribir después de nosotros. Aquí debe abandonarse la palabra a la suerte que quieran darle la boca y la mano; pero no debe verse con igual indiferencia la suerte que la palabra está preparando al que habla. Para que este goce de los bienes sociales, debe hacérsele un gobierno que promueva la cultura radical, un gobierno etológico, esto es, fundado en las costumbres”.
Calidad de la educación
La calidad de la educación tiene su génesis en el término empresarial “gestión de la calidad total” (Total Quality Management) que el estadístico estadounidense William Edwards Deming aplicó en Japón después que dos de sus ciudades fueran destruidas por sendas bombas atómicas. El traslado de ese concepto al campo educativo tiene como propósito mercantilizarlo, tal como lo explica el colombiano Renán Vega Cantor: “La educación debe considerarse como una empresa que produce mercancías”, las cuales “deben estar sujetas a procesos de control que apunten a generar mejores resultados, que pueden ser cuantificados y estandarizados”. La calidad educativa, dice el español Antonio Bolívar, “funciona como una práctica discursiva”. Para este autor, “calidad se convierte en un término fetiche que permite dar un barniz de excelencia a las prácticas cobijadas”. De esa manera, “calidad tiene el don de la ubicuidad: la podemos colocar ante los más diversos objetos, acciones, o productos; al tiempo que entenderla de múltiples formas”.
Ahora, si lo que queremos es acompañar la palabra “educación”, quitémosle el apellido “calidad” y pongámosle “popular”, tal como lo hizo Simón Rodríguez para quien la educación tiene dos grandes objetivos, el primero derrotar la colonialidad; el segundo, acabar con la división de los seres humanos en clases sociales. En la época de Rodríguez la educación monárquica era de calidad: “Erudición y Habilidades. Profesiones y Oficios, en tumulto. Herencias, Privilegios y Usurpaciones es la divisa de las Monarquías. La de las Repúblicas debe ser Educación Popular”, es decir, “Destinación a Ejercicios útiles” y “aspiración fundada a la propiedad”.
Potencialidades
Existe en un importante sector educativo una terquedad a revisar, estudiar, analizar y poner en práctica el legado de Simón Rodríguez. La insistencia en desarrollar el currículo basado en competencias es antirobinsoniano. ¿Por qué repetir las modas epistémicas eurocéntricas aún a sabiendas de que Rodríguez nos alerta: “Los filósofos europeos convencidos de la inutilidad de su doctrina en el mundo viejo, quisieran poder volar hasta el nuevo, a emplear sus últimos días propagándola” ¿Qué hacemos? Tenemos dos opciones: permitir que vuelen hasta acá y que propaguen su basura epistémica o ponemos en práctica, de una vez por todas, la educación popular como instrumento para concretar la causa social, proyecto político de Rodríguez, para lograr la República verdaderamente popular donde se garantice la mayor suma de felicidad posible.
Currículo francés e inglés
Rodríguez se enfrentó a quienes intentaban imponer una educación enajenante al mejor estilo francés e inglés: “Con el mayor descaro se habla ya, en nuestras tertulias, de la llegada de una colonia de maestros, con un cargamento de catecismitos sacados de la enciclopedia por una sociedad de gentes de letras en Francia, y por hombres aprendidos en Inglaterra. El fin es, no solo desterrar el Castellano, sino quitar a los niños hasta las ganas de preguntar por qué piden pan”.
Y sobre “los rectores de los colegios” que asumían estos currículos, Rodríguez los llama “actores que hacen un papel serio en la comedia” ya que “aparentan rigidez en el cumplimiento de las reglas de unos estatutos calculados para adular a los padres, haciendo lo que exigen que se haga con sus hijos —encierro, cepos, calabozos, estudio continuo, sabatinas, argumentos de memoria, confesiones forzadas, ejercicios de San Ignacio, exámenes, premios, grados, borlas… mientras se les preparan espoletas en lugar de charreteras, bufetes de abogado, enlaces de familia, y si hay con qué, viajes a Europa para olvidar su lengua y volver con crespos a la francesa, relojitos muy chiquitos con cadenitas de filigrana, andando muy ligeritos, saludando entre dientes, haciendo que no conocen a los conocidos y hablando perfectamente dos o tres lenguas extranjeras… todo para hacer honor a la familia”.
Nuestra Carta Magna
El artículo 102 de nuestra Carta Magna es muy claro en cuanto a desarrollar las potencialidades: “La educación es un servicio público y está fundamentada en el respeto a todas las corrientes del pensamiento, con la finalidad de desarrollar el potencial creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de su personalidad en una sociedad democrática basada en la valoración ética del trabajo y en la participación activa, consciente y solidaria en los procesos de transformación social, consustanciados con los valores de la identidad nacional y con una visión latinoamericana y universal”. Rodríguez sabe que “millones de hombres se pierden en la abyección, por no conocer los medios de elevarse –o por no poder adquirirlos– o porque la pereza mental los abate o porque no se les permite aspirar a ser más de lo que son”. Fíjense que “el hombre más extraordinario del mundo”, como lo llamó Bolívar, define las potencialidades como “medios de elevarse”.
Solución al problema o ¿Qué hacer?
Debemos oponer a las modas epistémicas neoliberales la rodrigueana educación popular y al currículo basado en competencias uno que desarrolle las potencialidades que, en términos robinsonianos, son los medios de elevarse.
No seamos tercos, seamos firmes. Hagámosle caso a Rodríguez: “La terquedad pertenece al capricho” y “la firmeza es propia de la razón”.
¡Leamos a Rodríguez, pongamos sus clases en práctica y dejémosles tanta basura epistémica a los neoliberales!