Un muchacho ha sido asesinado. Su único delito: ser negro y estar presente en una marcha de la oposición. Fue acosado, injuriado, amenazado, golpeado, apuñalado, perseguido y después rociado con gasolina e incendiado vivo. Sobrevivió una semana y al cabo de varios días de agonía murió. Quienes lo asesinaron son también jóvenes, pero de piel blanca. En la comisión del crimen hubo ensañamiento y crueldad sin límites. El muchacho pidió que no lo mataran, alegó que él era de oposición como ellos, pero la jauría sabía que era “distinto”: era un “negro”. Se agolpó en un solo momento, como un relámpago, todo el odio acumulado, todo el desprecio y toda la violencia contra una “raza” distinta que no merecía existir. No ha habido después un solo gesto de arrepentimiento por el crimen ni de pesadumbre por el dolor infligido. Incluso hubo quien responsabilizó a la propia víctima por instigar a que lo mataran.
Todo esto me hizo recordar la novela El pájaro pintado de Jerzy Kozinsky, que trata sobre la pulsión de muerte que se fue ejerciendo en Europa en medio del avance del nazismo contra los que no eran de raza superior. Allí se relata el siguiente hecho: Una rabia silenciosa se apoderaba entonces de Lej. Miraba solemnemente a los pájaros encerrados en las jaulas.
Finalmente, después de un estudio prolongado, elegía al pájaro más robusto, lo ataba a su muñeca, y mezclaba los ingredientes más diversos para preparar pinturas pestilentes de distintos colores. Lej daba vuelta al pájaro y le pintaba las alas, la cola y el pecho con todos los tonos del arco iris hasta que su aspecto era más llamativo que un ramillete de flores silvestres. El pájaro empezaba a piar y atraía a una bandada de su misma especie que revoloteaba inquieta sobre nuestras cabezas. Lej me hacía una seña para que soltara al prisionero. Este se elevaba, dichoso y libre, como una mancha irisada contra el fondo de nubes, y se integraba en seguida en el seno de la bandada marrón que lo aguardaba. Los pájaros quedaban fugazmente desconcertados. El pájaro pintado describía círculos de un extremo de la bandada a otro, esforzándose en vano por convencer a sus congéneres de que era uno de ellos. Pero, deslumbrados por sus colores brillantes, los otros pájaros volaban alrededor de él sin convencerse. Cuanto más se obstinaba el pájaro pintado por incorporarse a la bandada, más le alejaban. No tardábamos en ver cómo una tras otra, todas las aves de la bandada protagonizaban un ataque feroz. Al cabo de poco tiempo la imagen multicolor se precipitaba a tierra. Cuando por fin encontrábamos el pájaro pintado, casi siempre estaba muerto.
Entonces uno se pregunta, ¿cuándo comenzó a incubarse este odio y este desprecio contra las personas “negras” por parte de una élite que se considera “superior”?, ¿Desde cuándo se inició la preparación del crimen contra el “pájaro pintado”? Quizás haya que ir muy atrás, a la época en que el capitalismo necesitaba mano de obra gratuita para trabajar sus propiedades en el Nuevo continente. Para justificar la esclavitud los teólogos al servicio de los blancos elaboraron dos argumentos: (1) Los africanos son los descendientes de Cam que, según las Sagradas Escrituras, fue el primer esclavo que hubo en el mundo, y en castigo por irrespetar a su padre Noé todo su linaje fue condenado eternamente a cumplir esta sentencia “para que los hijos que engendrase saliesen con ese tizne como marca de que descendían de un hombre que se había burlado de su padre, en pena de su atrevimiento”. (2) África es el continente del Diablo y la labor de los cristianos consiste en liberarlos de este infierno; por tanto había sacarlos del Continente Negro y llevarlos a tierras lejanas y convertirlos al cristianismo “para enseñaros el camino verdadero y cierto de la bienaventuranza”.
Una vez en América, los africanos no merecían ser tratados como humanos. Para lo único que servían era para trabajar. Si no lo hacían eran sometidos a crueles torturas. Entre los castigos físicos aplicados a los esclavos negros, normados en la legislación colonial, se encuentran los siguientes: (1) “El negro o negra que ande ausente y no vuelva a su amo después de un mes de ausencia y una vez capturado se le corta el miembro genital. (2) El negro o negra que se ausente de su amo por quince días cumplidos, se le den cien azotes de la siguiente manera: en la mañana el negro o negra lo trasladen a la picota de la ciudad, amarrado o amarrada, poniéndole un pedestal de cascabeles atado al cuerpo y de esta manera se le den los cien azotes, después debe permanecer “allí durante todo el día sin que nadie le ayude”.
La élite “blanca” siempre despreció al descendiente de África. Se negó a aceptar que es un ser humano con derechos. Para esta oligarquía “superior” el “negro” solo sirve para trabajar.
En las coyunturas donde el debate político se agudiza emerge todo su racismo y su odio. El color de nuestra piel es la marca de nuestra desgracia. La ideología de la élite de derecha asume que su “raza” es civilizada y los “negros” deben ser exterminados. Y si algunos intenten parecerse a ellos serán despedazados por los picotazos y zarpazos del odio y el desprecio. Los “blancos” de la derecha son aves de rapiña: en su cielo solo hay espacio para las parvadas violentas y racistas. Ven en todo hombre o mujer de “color negro” un pájaro pintado que debe ser eliminado.