A los 22 años era general de brigada, a los 24 General de división, y a los 29 Gran Mariscal. Participó en 37 encuentros de guerra: 12 batallas, 18 combates y 7 sitios; 22 en Venezuela, 6 en Ecuador, 5 en la Nueva Granada, y 4 en Perú.
Nos dice Simón Bolívar en su Resumen sucinto de la vida del general Sucre, la única biografía hecha por el Libertador, que: “El general Antonio José de Sucre nació en la ciudad de Cumaná, en las provincias de Venezuela, el año de 1795, de padres ricos y distinguidos. Recibió su primera educación en la capital, Caracas. En el año de 1808 principió sus estudios de matemáticas para seguir la carrera de ingeniero. Empezada la revolución se dedicó a esta arma y mostró desde los primeros días una aplicación y una inteligencia que lo hicieron sobresalir entre sus compañeros. Muy pronto empezó la guerra, y desde luego el general Sucre salió a campaña. Sirvió a las órdenes del general Miranda con distinción en los años 11 y 12. Cuando los generales Mariño, Piar, Bermúdez y Valdés emprendieron la reconquista de su patria, en el año de 13, por la parte oriental, el joven Sucre le acompañó a una empresa: la más atrevida y temeraria”.
Sucre y la educación
“El General Sucre es el Padre de Ayacucho, es el redentor de los hijos del Sol, es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los Incas. La posteridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco Cápac y contemplando las cadenas del Perú rotas por su espada”, Simón Bolívar
El 25 de mayo de 1826, Antonio José de Sucre, en su mensaje al Congreso constituyente de Bolivia, dice: “persuadido que un pueblo no puede ser libre, si la sociedad que lo compone no conoce sus deberes y sus derechos, he consagrado un cuidado especial a la educación pública”. Esas palabras las repitió el comandante Hugo Chávez el 8 de septiembre de 2003 cuando creó la Misión Sucre como programa universitario paralelo al existente. La idea de Chávez era formar mujeres y hombres históricamente excluidos y transformarlos cultural y científicamente en triunfadoras y triunfadores.
Sucre: hombre de paz y genio militar
Los tratados de Armisticio y Regularización de la Guerra, o tratados de Trujillo, son dos acuerdos redactados por Antonio José de Sucre y firmados por el presidente de la República de Colombia, Simón Bolívar, y el representante del rey Fernando VII, Pablo Morillo, los días 25 y 26 de noviembre de 1820; en pleno auge de la guerra independentista en Nuestra América. Ambos acuerdos consagran unos mínimos humanitarios en un conflicto bélico; y la trascendencia fuera de nuestras fronteras de los mismos marcaron la pauta en el corpus del Derecho Internacional Humanitario en la actualidad.
Sucre, haciendo alarde de su habilidad diplomática al negociar; en compañía de Pedro Briceño Méndez, y José Gabriel Pérez con los comisionados realistas; propuso unas condiciones que respetaban la dignidad humana. Era tan magnánimo el contenido de este documento que el Libertador afirmó: “Este Tratado es digno del alma del General Sucre: la benignidad, la clemencia, el genio de la beneficencia lo dictaron; él será eterno como el más bello monumento de la piedad aplicada a la guerra; él será eterno como el nombre del vencedor de Ayacucho”.
Antonio José de Sucre es uno de los más grandes genios militares de la historia de la humanidad. A los 22 años era general de brigada, a los 24 General de división, y a los 29 Gran Mariscal. Participó en 37 encuentros de guerra: 12 batallas, 18 combates y 7 sitios; 22 en Venezuela, 6 en Ecuador, 5 en la Nueva Granada, y 4 en Perú. El 6 de agosto de 1825, creó Bolivia, y en agosto de 1828 renunció a su Presidencia vitalicia. Los 28 mil pesos que le donó el Congreso de Bolivia, los repartió entre los pobres, los huérfanos y las viudas de la victoria de Ayacucho.
Medidas agrarias
Una vez creada la República de Bolivia el 6 de agosto de 1825, las medidas agrarias adoptadas por el Gobierno Bolivariano fueron fundamentales hasta la llegada al poder del golpista Mariano Melgarejo en 1864; quien desconoció de un plumazo toda la legislación agraria bolivariana. El sucesor del primer presidente de Bolivia Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, corrigió y consolidó el derecho de propiedad de los indígenas e impulsó el sistema de trabajo pagado en dinero en efectivo e hizo importantes ajustes al sistema de libre cambio, pero en especial al nuevo cono monetario y en materia fiscal.
En esa orientación bolivariana, Sucre afirmó, en primer lugar, la necesidad de la práctica del pago del trabajo en dinero y dictó la orden suprema de fecha 17 de julio de 1826 por la cual dispuso que “el soldado que tome a cualquier indio o lo ocupe, sea en lo que fuese, sin pagarle, será castigado con 200 palos”, enérgica medida que mostraba la decisión con que se quería aplicar el nuevo régimen de producción. Así mismo el Mariscal de Ayacucho impuso que se multaría con 500 pesos a todo cura que forzara a los indios a pagar por fiestas a la Iglesia, destacando a la vez el deseo “que los indígenas no sean vejados bajo pretexto de ninguna especie”.
En lo que respecta a la propiedad de la tierra, Sucre estableció las normas que debían cumplir los nativos para solicitar la dotación o consolidación de sus terrenos y, en ese sentido, por Ley del 27 de septiembre de 1826, señaló de manera específica que “el indígena que quiera adquirir en perpetuidad los terrenos que hoy ocupa y otros baldíos, podrá pedirlos por escrito ante el Gobernador de su provincia” sin necesidad de recurrir a las autoridades burocráticas centralizadas y evitando de esa forma trámites dilatados y engorrosos. La dotación de esos terrenos sería naturalmente gratuita.
Sucre amplió el aspecto de la política sobre la propiedad dictado por Bolívar y en el artículo 4 de dicha Ley redujo de 25 a 10 años el derecho de los campesinos a la transferencia de los terrenos que ocupaban y de los que fueron declarados “propietarios absolutos” por Ley de 1825, medida que aceleró los cambios socialistas que se estaban produciendo en la tierra de Túpac Katari. Los propósitos de esta reducción eran abrir el mercado de tierras al menor tiempo posible, garantizar la seguridad alimentaria impulsando la agricultura, que se encontraba en penoso estado, fortaleciendo la pequeña propiedad y superando el nivel de las fuerzas productivas. Estos objetivos más que alcanzar la emancipación política y la organización institucional de Bolivia significaban una posición antiimperialista, es decir, transformar las estructuras económicas, sociales y jurídicas del coloniaje español.
Sucre contra la holgazanería y la corrupción
El Mariscal Antonio José de Sucre insistió en la necesidad de tomar rigurosas medidas contra la holgazanería. En una circular escrita el 26 de enero de 1827, establece: “Destínense los vagos todos sin contemplaciones de ninguna especie a los trabajos públicos (…). La laboriosidad reemplazará a los vicios, la utilidad a la holgazanería”.
El 7 de enero de 1829 Antonio José de Sucre escribe a Daniel Florencio O’Leary: “El apego al dinero solo cabe en almas mezquinas; la mía es más apegada a los respetos y consideraciones que creo haber merecido por mis servicios”.
La embajada yanqui
El 15 de octubre de 1829, el abogado bogotano Estanislao Vergara Sanz de Santamaría (1790-1855), hombre de confianza del Libertador, le escribe al canciller colombiano: “…hemos estado en estos días muy ocupados y aún lo estamos con los señores Harrison y Henderson [cónsul inglés], que habían formado un complot infernal contra nosotros. ¡Qué malvados tan execrables son, principalmente el primero! Él tenía meditada aquí una insurrección sangrienta en apoyo de la de Córdova [novio de una hija de Henderson], con quien ambos han estado en comunicación y cuyas empresas sabían dos meses hace. Se nos ha asegurado que un cierto Goodwin, relojero norteamericano y amigo íntimo de Harrison, era el instrumento de que éste debía valerse para asesinar al general [Rafael] Urdaneta, al Sr. Bresson [Charles de Bresson, embajador de Francia] al Sr. García del Río, a Miranda [Es Leandro, hijo del general Francisco de Miranda, miembro del círculo íntimo del Libertador], y a mí, y este anuncio nos ha venido por persona respetable. La revolución que se meditaba es efectiva e indudable; Harrison era su cabeza, y sus colaboradores Henderson, Tayloe, secretario del primero, Leidersdorf, y ese Gooding, y otros norteamericanos…”.
El asesinato
El 18 de abril de 1828, Sucre es herido en un motín en Chuquisaca. Sobre esto dice Simón Rodríguez: “El vencedor de Ayacucho, y fundador del orden en Bolivia, salió gravemente herido de un motín que suscitaron, en sus tropas, los sujetos que más distinguió durante su gobierno en Chuquisaca. Lo pusieron preso en su cama. Los soldados que lo guardaban y los promotores del atentado lo insultaron, y, sin la menor consideración, lo expulsaron del país”.
El 4 de junio de 1830, en el sector La Jacoba, El Cabuyal, montaña de Berruecos, cerca de Pasto, actual Departamento de Nariño, es asesinado Antonio José de Sucre. Bolívar al enterarse exclamó: «Se ha derramado, Dios excelso, la sangre del inocente Abel… Lo han matado porque era mi sucesor». Un autor geopolítico: Andrew Jackson, presidente de Estados Unidos; genocida del pueblo seminola en La Florida. Dos autores intelectuales: Francisco de Paula Santander y José María Obando. Tres cómplices: José Erazo, Antonio Mariano Álvarez y Fidel Torres. Un asesino indirecto: el coronel neogranadino Juan Gregorio Sarría. Cuatro asesinos directos: los soldados reservistas peruanos Andrés Rodríguez y Juan Cuzco y el tolimense Juan Gregorio Rodríguez, empleados como peones de José Erazo; comandados por el coronel venezolano Apolinar Morillo, quien es el que dispara al pecho de Sucre. Los tres reservistas fueron envenenados a los pocos días para que no informaran los pormenores del suceso.
Presidentes asesinos
Después del desmembramiento de la República de Colombia, los autores intelectuales del magnicidio: José María Obando y Francisco de Paula Santander son premiados con la presidencia de la República de la Nueva Granada, el primero asume la máxima magistratura del 23 de noviembre de 1831 al 10 de marzo de 1832, y del 1º de abril de 1853 al 17 de abril de 1854; y el segundo lo hace entre el 10 de marzo de 1832 y el 1º de abril de 1837.
Contra el Cicerón de Colombia
El tercer presidente de la Nueva Granada es José Ignacio de Márquez (1º de abril de 1837-1º de abril de 1841). El Cicerón de Colombia, como era llamado por su elocuencia, sencillez y dignidad republicana; denunció que la libertad de comercio sumergía a los pueblos en la decadencia. Fortaleció la agricultura, la industria nacional y la educación popular.
En 1839 ordenó la supresión de conventos católicos con menos de ocho religiosos con la finalidad de mejorar la educación. Esto desencadenó un levantamiento en la Sociedad Católica de Bogotá y los católicos de Pasto denominado «revolución de los conventos», donde participaron los antiguos súbditos de Fernando VII, Juan Gregorio Sarría, José Erazo y José María Obando.
Después de enterarse del asesinato de Sucre, Bolívar, totalmente desgarrado, el Libertador Simón Bolívar le escribió: “la bala cruel que te hirió el corazón mató a Colombia y me quitó la vida. Como soldado, fuiste la victoria; como magistrado, la justicia; como ciudadano, el patriotismo; como vencedor, la clemencia; y como amigo, la lealtad. Para tu gloria, lo tienes todo ya; lo que te falta, sólo a Dios le corresponde darlo”. ¡Honor y gloria al mariscal Antonio José de Sucre! ¡Honor y gloria al camarada Antonio José de Sucre! ¡Sucre vive!