Algunas picardías de unos medios incorregibles
El supuesto, presunto y entrecomillado atentado contra Cristina Fernández
La prensa argentina, la latinoamericana en general y la española en especial han demostrado de qué están hechas con el caso del fallido magnicidio de la vicepresidenta Cristina Fernández.
Los patéticos medios que se venden al mundo como la «prensa libre» comenzaron por negar que el atentado hubiese ocurrido, a pesar de que quedó registrado en cuantiosos testimonios audiovisuales. Luego optaron por calificarlo como un montaje del gobierno, obviando que el autor material es un militante nada encubierto de la ultraderecha.
Para desvirtuar el crimen frustrado han utilizado reiteradamente los recursos que el periodismo ético recomienda, pero en este caso con fines antiéticos e inmorales. Se refieren al acontecimiento público, notorio y comunicacional como presunto o supuesto y encierran las palabras clave entre comillas para hacer ver que no creen en ellas.
También han hecho barbaridades que incluso deberían ser castigadas penalmente, como difundir declaraciones de amigos del perpetrador en las que señalaron que «quería matarla, pero lamentablemente no ensayó»; o presentar infografías explicando cómo usar correctamente el tipo de armas que se le trabó al magnicida.
Se cuenta y no se cree.
Cambio de nomenclatura sobre las masacres en Colombia

La no menos abominable prensa colombiana ha comenzado, durante las primeras semanas del gobierno de Gustavo Petro, a cambiar su nomenclatura sobre temas de la conflictividad neogranadina.
Por ejemplo, han dejado a un lado los eufemismos que utilizaban en tiempos de Duque para llamar masacres a las masacres que siguen sucediendo en Colombia.
Las maromas semánticas que utilizaban procuraban atenuar el impacto de las matanzas cometidas por irregulares, presumiblemente con el amparo o, al menos, con la inacción de los cuerpos de seguridad del Estado.
Como ahora gobierna un presidente que no forma parte de la oligarquía colombiana, ni de los grupos políticos influidos por el narcoparamilitarismo; la hipócrita prensa se sincera y cuenta las historias tal como realmente ocurren, aunque siguen sin decir —por razones de obvia complicidad— quiénes son los verdaderos autores intelectuales y materiales de las masacres.
El análisis sobre el uso político del gas en Europa
En toda la prensa estadounidense, europea y sus derivados en nuestros países, el manejo de la guerra de Ucrania ha sido vergonzosamente sesgado desde antes de iniciarse el conflicto.
Los medios que defienden los intereses otanistas han mentido sobre todos los temas y tergiversado a más no poder. Han silenciado a cualquier órgano de difusión masiva o cuenta de red social que presente una visión no alineada con su postura.
Algunas manipulaciones son tan burdas y ridículas que causan risa. Una de ellas es la de los editoriales, análisis y artículos en los que se acusa a Rusia de hacer un uso político del gas; cuando está más que claro que los países europeos, bajo las órdenes de Estados Unidos, impidieron que entrara en funcionamiento el gasoducto Nord Stream 2 e intentaron llevar a cabo un boicot contra los hidrocarburos rusos.
Es decir, que si de usos políticos del comercio de los energéticos se habla, el bando occidental pegó primero y ahora solo está experimentando el resultado de haber lanzado un bumerán contra el gigante eslavo.
El derecho a meterse en asuntos ajenos

En el amplio catálogo de posturas de doble rasero que acumula la «prensa libre» ocupa un capítulo el referido al tema de la injerencia.
Para esos medios, solo Estados Unidos, los países neocolonialistas europeos, y los gobiernos certificadamente de derecha, del ámbito latinoamericano, pueden meterse en los asuntos de otras naciones. Si lo hace un gobierno que no tenga ese certificado de las fuerzas hegemónicas, se trata de un asunto que debe ser denunciado internacionalmente.
El ambivalente modo de ver las cosas se hizo evidente por la reacción de los mentados medios ante el comentario del nuevo presidente colombiano, Gustavo Petro, sobre el resultado del plebiscito constitucional chileno.
Petro escribió: «Revivió Pinochet», causando la indignación de los mismos analistas y periodistas que durante cuatro años aplaudieron a Iván Duque; el mandatario colombiano que un día sí y el otro también opinaba sobre cualquier acto interno de Venezuela; y —peor aún— actuaba como sicario de los planes violentos del imperio estadounidense para derrocar al gobierno legítimo de Nicolás Maduro.
La «prensa libre» consideró una grosería ese comentario de Petro; porque cuestiona una decisión mayoritaria del electorado. Pero es la misma «prensa libre» que publicó y dio grandes titulares a las opiniones de otros mandatarios y dirigentes políticos de terceros países cuando cuestionaron al pueblo colombiano por haber elegido a Petro.