Es difícil deshacerse de una «matriz», construida a nivel internacional, que pinta a Venezuela como un país corrupto e inseguro, donde viajar en transporte público puede costarte la vida
Para un europeo que no conozca la realidad venezolana y la profunda visión humanista que inspira a las instituciones bolivarianas, visitar El Helicoide tiene un efecto extrañamente propedéutico desde el primer impacto. Lo constatamos al regresar a esta gigantesca estructura en espiral construida sobre una colina en Caracas, para describir su función y desarrollo desde el interior. Volvemos aquí por tercera vez en los últimos 15 años. Primero, visitamos la Universidad Experimental de la Seguridad (UNES), creada por Hugo Chávez en 2010 como parte de la Misión Alma Mater. Luego, regresamos en 2019, en medio de los ataques desestabilizadores del fascismo venezolano, apoyado por países capitalistas occidentales, que describían a El Helicoide como «el centro de tortura más grande de América Latina«.
Ahora estamos aquí junto a un pequeño grupo de «acompañantes» internacionales, invitados para presenciar las elecciones parlamentarias y regionales del 25 de mayo, que otorgaron una amplísima victoria al PSUV y a sus aliados. Además de la escritora, está la bloggera Anika Persiani y una pequeña delegación de compañeros colombianos, encabezada por Mónica Delgado. Nos acompañan Livia Antonieta Acosta Noguera, Coordinadora de la Segunda Comandancia y Jefatura del Estado Mayor del CPNB; el Coronel Irving Guilarte, asesor del DAET; Henry Aguiar, coordinador del Museo; y Elizabeth Martínez, Comisaria Mayor, Secretaria General del CPNB.
A pesar de la imagen oscura y horripilante que la acompaña, esta futurista obra arquitectónica, construida entre 1955 y 1957, elogiada por arquitectos y poetas y nunca terminada, es una estructura abierta a la ciudad. En ella se organizan exposiciones, ferias de libros y actividades para niños, así como exposiciones e información cívica por parte de la Misión Nevado, dedicada al cuidado de los animales. Desde el año 2000, este también es un centro de atención integral para niños y jóvenes en situación de calle, de abandono o vulnerabilidad.
En Venezuela nunca hemos sido xenófobos, nos gusta escuchar acentos diferentes, ver ojos y sonrisas diferentes, y todos han encontrado y encuentran un lugar aquí
Y aquí, la imagen del SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional) aparece bajo una luz diferente a la difundida por los medios internacionales y las grandes agencias de construcción de consenso, especializadas en el uso de los «derechos humanos» como arma contra el socialismo en todas sus formas.
Ciertamente, los testimonios contenidos en el Museo de las Guarimbas o a lo largo de este recorrido, no permiten eludir la dureza del conflicto que, desde el 6 de diciembre de 1998, cuando Chávez ganó por primera vez las elecciones presidenciales, ha atravesado el «laboratorio bolivariano» en un intento de sofocar por todos los medios la «amenaza inusual y extraordinaria» que ha representado y representa para el imperialismo: la amenaza del ejemplo.
Una placa vertical, a la entrada, rinde homenaje a los agentes heridos por artefactos en la Plaza Altamira, el 30 de julio de 2017, durante los meses de ataque de la extrema derecha, pintada como una pacífica expresión de disidencia contra la «dictadura». Aquí se evidencia cuán pacífico fue aquel ataque, a través de las consecuencias y los restos de los artefactos utilizados: motos destruidas por bombas teledirigidas; artilugios construidos para degollar a quienes regresaban del trabajo en moto; las marcas en el vehículo blindado abollado, que sobrevivió a las violaciones perpetradas por quienes devastaron y destruyeron estructuras públicas, y quemaron vivas a personas en la calle.
Nuestros anfitriones nos invitan a subir al vehículo blindado sobreviviente, explicándonos que es de color blanco, como todas las unidades de prevención y control del orden público, que no adoptan modos ofensivos.
«La revolución no es un banquete», dijo Mao Zedong para subrayar la dificultad, la dureza y la necesidad de sacrificios inherentes a un proceso revolucionario, más aún si se trata de una «revolución pacífica, pero armada» como la bolivariana, que ha apostado por convencer más que por reprimir. No es una cuestión de «buenos y malos», sino de un enfrentamiento sin cuartel en el que las fuerzas del cambio deben hacer frente a los ataques, pero también «mantenerse humanas».
Aquí, las imágenes y las cifras colgadas en la pared, acompañadas de los símbolos que intentaron construir otro mundo en el siglo pasado —desde la revolución bolchevique, la china, la cubana, la resistencia vietnamita a la agresión imperialista y la de los pueblos que retomaron su ejemplo después—, narran, de hecho, un país diferente, que confía su futuro al socialismo del siglo XXI.
Un país que, desde 1999 ha buscado regular con una nueva Constitución los derechos y deberes de los ciudadanos y ciudadanas, basándose en los principios de la «democracia participativa y protagónica» que guía a la sociedad venezolana. Un cambio de rumbo con respecto a los años 80, cuando las fuerzas de seguridad instaladas en El Helicoide tenían la orden de disparar antes de controlar.
«Aquí, en cambio manda el pueblo«, dice varias veces el coordinador Aguiar, alternando las explicaciones con la Comisaria Mayor Martínez. «La policía obedece al pueblo«, repite, explicando su función preventiva dentro de la Gran Misión Cuadrantes de Paz. Un modelo integral de gestión de la seguridad, basado en la descentralización, la participación ciudadana y la coordinación entre instituciones, con el fin de garantizar la paz, la tranquilidad y el bienestar de la población a partir de los territorios.
Por esta razón, nuestros anfitriones quieren asegurarse de que hemos entendido bien la diferencia entre los órganos de seguridad del Estado (la Fuerza Armada y la Milicia Popular, ligada a esta), y los de seguridad ciudadana, que actúan con base en el artículo 332 de la Constitución. Un artículo —explican— que proporciona el marco jurídico de referencia para las fuerzas policiales y de seguridad en Venezuela, estableciendo principios importantes como el carácter civil y el respeto de los derechos humanos.
A ambos lados del recorrido que nos disponemos a visitar, se ilustran las funciones de los 4 órganos de seguridad ciudadana, también presentes en esta estructura: la Policía Nacional, nacida con la Constitución Bolivariana para sustituir a las fuerzas policiales anteriores y unificar el servicio; el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), encargado de las investigaciones penales y la recopilación de pruebas científicas para los procedimientos judiciales; el Cuerpo de Bomberos y Administración de Emergencias; la Protección Civil y Administración de Desastres.
«Lealtad revolucionaria», reza un gigantesco póster que muestra a Bolívar, Chávez, Maduro y también a Diosdado Cabello, actual ministro de Interior, Justicia y Paz, y vicepresidente del PSUV, rodeado de imágenes corales de las fuerzas policiales.
Otros paneles documentan momentos destacados del pueblo organizado que, en los territorios, guía la «unión cívico-militar», y que rescata la memoria histórica, la resistencia y las tradiciones comunitarias: las de los pueblos originarios, los campesinos de los Andes o del Llano, y los pescadores de las ricas costas venezolanas, que custodian valiosos recursos naturales a proteger, junto con la policía costera.
«Este museo fue inaugurado el 18 de diciembre de 2020, para el undécimo aniversario del Cuerpo de Policía Nacional», explica Aguiar. «Es el único de su tipo en Venezuela, inscrito en el Sistema Nacional de Museos. Junto con el Ministerio de Cultura, llevamos a cabo programas de educación, historia y archivística. Un museo es un lugar de encuentro, un lugar de paz, de tranquilidad, cuyo objetivo es preservar y proteger la historia de nuestra institución».
Paz con justicia social, es decir, paz real, la que el gobierno bolivariano tiene en el corazón y que busca transmitir también a nivel internacional.
Sin embargo, muy pocos conocen las muchas actividades que se llevan a cabo aquí. «Una vez», cuenta el coordinador del Museo, «le pregunté a un joven que iba conmigo en el tren si sabía de los torneos de baloncesto que se realizan en El Helicoide y me preguntó: ‘¿Pero no es un penal?‘».
Es difícil deshacerse de una «matriz», construida a nivel internacional, que pinta a Venezuela como un país corrupto e inseguro, donde viajar en transporte público puede costarte la vida.
Los paneles informativos que muestran las actividades de la policía ferroviaria, en cambio, narran otra realidad, construida con mucho esfuerzo para hacer frente a las medidas coercitivas unilaterales, que han deteriorado las estructuras públicas, impidiendo al gobierno bolivariano adquirir los repuestos para reparar una avería, siendo esas infraestructuras propiedad de los monopolios europeos o norteamericanos que las habían construido durante la Cuarta República.
«La seguridad de los ciudadanos», explica el coordinador, quien está terminando otro doctorado sobre este tema, «se basa sobre todo en la prevención, no en las alarmas a veces construidas a propósito desde fuera». Y ese mismo módulo se aplica también durante protestas y manifestaciones: antes que nada —dice Aguilar—, se trata de entender por qué existe una protesta y cómo ayudar al pueblo a resolverla. Si, por ejemplo, se bloquea una calle porque falta agua o porque se considera que las autoridades no cumplen, la tarea de la policía es acudir al lugar y realizar una labor de mediación, favoreciendo el diálogo entre ciudadanos e instituciones, y partiendo de la defensa del derecho a manifestar el propio disenso.
La comisaria mayor Martínez cuenta lo que ha significado para las mujeres el tránsito de la mentalidad en uso durante la Cuarta República a la visión del socialismo feminista, en el que las mujeres dirigen importantes organizaciones e instituciones del país, y dejan su impronta en el trabajo con las comunidades.
«El presidente Maduro – dice- valora como nunca el papel de las mujeres, y con esto renueva el legado de nuestro comandante«. Martínez también recuerda el papel protagónico de las mujeres en la defensa de la paz, los ataques sufridos por parte del fascismo, tanto durante las guarimbas como durante las violencias postelectorales del 28 de julio de 2024, y la importancia de la policía de proximidad en la construcción del nuevo estado comunal, que se va definiendo con las consultas populares sobre los proyectos territoriales.
Entramos en la Sala Situacional, donde un equipo de especialistas —analistas políticos, psicólogos, periodistas, técnicos—, todos civiles, se afanan frente a una selva de monitores, que muestran la realidad local y la actualidad internacional.
Es la Dirección de Acciones Estratégicas y Tácticas, encargada de estudiar los problemas y prevenirlos. Alrededor de una mesa gigantesca, bajo un cuadro que representa «el gallo pinto», símbolo de la última campaña presidencial, se reúnen los representantes del poder popular y también varios analistas internacionales. El motor de la revolución bolivariana es la lucha de los pueblos del mundo.
«Para nosotros – dice Aguilar señalando el mapa de Venezuela – las fronteras son una riqueza, recibimos a todos nuestros hermanos y hermanas provenientes de todas partes del mundo. Me detuve en el significado de la palabra xenofobia al escuchar la canción del grupo de salsa colombiano, los Niche, que se titula ‘A Prueba de Fuego’, en el 1997. En Venezuela nunca hemos sido xenófobos, nos gusta escuchar acentos diferentes, ver ojos y sonrisas diferentes, y todos han encontrado y encuentran un lugar aquí«.
Y se ve en la acogida que el país reserva al retorno de los migrantes venezolanos, deportados por Trump y encerrados en las nuevas «Guantánamo» salvadoreñas: contra las cuales los solícitos «defensores de los derechos humanos», que han hecho de ello un lucrativo comercio, se abstienen de protestar.
