El 15 de octubre de 1865, falleció en Santiago de Chile, Andrés Bello. Nace en el callejón de la Merced, hoy esquina de Las Mercedes, el 29 de noviembre de 1781. Este callejón llegaba hasta la hoy esquina de Luneta. Bello es blanco de orilla porque sus padres eran nietos de canarios. La Caracas que lo ve nacer contaba con un poco menos de 30 mil habitantes en una Venezuela que llegaba a 785 mil y estaba caracterizada por una cruel división en clases sociales: se calcula aproximadamente 400 mil pardos (hijo de negro y blanco), zambos (hijo de negro e indio) y mestizos (blanco e indio), 120 mil indios puros, 62 mil negros esclavizados y 200 mil blancos, entre estos europeos, canarios y criollos. El padre de Andrés Bello era músico. Uno de sus vecinos era Simón Rodríguez. Su primera novia es María Josefa de Sucre, la hermana mayor de Antonio José, a quien conoce en Cumaná.
Vacuna para Venezuela
Los sucesos revolucionarios del 19 de abril de 1810, en los que participó Bello, iniciaron la independencia de Venezuela, siendo destituido el capitán general Vicente Emparan por el Cabildo de Caracas. La Junta Suprema de Caracas enseguida nombró a Bello Oficial Primero de la Secretaría de Relaciones Exteriores. El 10 de junio de ese año, zarpó en misión diplomática como representante de la naciente República: fue comisionado, junto con Simón Bolívar y Luis López Méndez, para lograr el apoyo británico a la causa de la independencia. Bello fue escogido por sus conocimientos y su dominio de la lengua inglesa, que había adquirido de forma autodidacta. La corbeta en la cual viajaba la comisión llegó al puerto de Portsmouth el 10 de julio de 1810, lugar desde el que se dirigieron hacia Londres con el fin de establecer contactos con miembros de las altas esferas británicas. En el Albión, Bello va a vivir hasta 1829. En la capital inglesa, Andrés Bello escribió el Informe sobre la vacuna en Caracas, el 11 de enero de 1813:
“Habiendo sido secretario de la Junta establecida en Caracas con el propósito de extender el uso de la vacuna antivariolosa, me encuentro en situación de corroborar los siguientes hechos. En el año 1803 el gobierno español organizó una expedición cuyo propósito era el transmitir a sus colonias en América y Asia aquel inestimable preservativo contra una de las plagas más fatales que han azotado a la humanidad, y que en las colonias españolas de América ha sido particularmente destructiva. El Dr. A. Francisco Javier Balmis, médico privado del Rey, fue nombrado jefe de esta expedición, y se le confió, a él y a otros miembros, el cuidado de varios niños para que conservaran el valioso germen transmitiéndolo de brazo a brazo. Uno de los primeros lugares que visitó la expedición fue Caracas, en donde la viruela reaparecía cada primavera, causando grandes estragos durante el verano. La inoculación era común desde hacía tiempo en Caracas, pero esta práctica, sin lugar a dudas beneficiosa para los individuos que la usaban, era fatal para la población en general, ya que la mayoría de la gente, ya sea por superstición, o falta de medios, no podía aprovecharse de sus beneficios. Así, las clases altas que recurrían constantemente a la inoculación, perpetuaban y extendían el contagio, de modo que el pueblo terminaba siendo víctima.
(…). Como esta Junta se instituyó para observar los efectos de la vacuna, con cuyo propósito se comunicaba con el protomedicato y con los curas de las parroquias del departamento, tuve la oportunidad de verificar con absoluta certeza que el éxito de esta operación en Caracas fue más completa de lo que se podría imaginar; y que sólo en algunas partes de la costa, en donde la población estaba tan esparcida que no lograban conservar anualmente el fluido de la vacuna, que la viruela común apareció dos veces. Sin embargo, atacó solamente a aquellos que no habían recibido el antídoto. Efectos igualmente favorables se han obtenido en otras partes de la América española, y es gracias al ilustre Jenner que la población de esta parte del mundo ha podido crecer en 1.000.000 de vidas anualmente, las que, de no ser por este descubrimiento glorioso, habrían sido presas de la viruela. (…)”.
El trabajo: fuente de prosperidad
Andrés Bello se dedicó a promover el trabajo como fuente de prosperidad y riqueza tal y como se demuestra en los aportes prácticos sobre las posibilidades de los recursos vegetales americanos escritos en sus artículos sobre el cultivo y beneficio del cáñamo, tomado íntegramente del Nuevo Diccionario de Historia Natural y de nueva especie de papa en Colombia, y en el texto “Descripción de la cochinilla mixteca y de su cría y beneficio”. Allí habló sobre este parásito y su aprovechamiento en la industria textil. De él se obtiene un colorante llamado carmín o grana cochinilla, apreciado por su intenso color rojo.
Andrés Bello es el libertador intelectual de América. En su Alocución a la Poesía le pide a ésta: “tiempo es que dejes ya la culta Europa, que tu nativa rustiquez desama, y dirijas el vuelo adonde te abre el mundo de Colón su grande escena”.
En el discurso de instalación de la Universidad de Chile, el 17 de septiembre de 1843, el Rector Fundador Andrés Bello pregunta ¿Estaremos todavía condenados a repetir servilmente las lecciones de la ciencia europea, sin atrevernos a discutirlas, a ilustrarlas con aplicaciones locales a darles una estampa de nacionalidad? Su respuesta es contundente: “Si no fuésemos capaces de hacerlo, no haríamos sino traicionar el espíritu de la misma ciencia que nos prescribe el examen, la observación atenta y prolija, la discusión libre, la convicción concienzuda”. Después insiste con otra pregunta: “La historia chilena, ¿dónde podría escribirse mejor que en Chile? Pocas ciencias hay que, para enseñarse de un modo conveniente, no necesiten adaptarse a nosotros, a nuestra naturaleza física y nuestras circunstancias sociales”.
Leamos las dos últimas estrofas de la Silva a la agricultura en la zona tórrida escrita en 1826 y que aparecen en un mural en el liceo Andrés Bello de Caracas: “¡Oh jóvenes naciones, que ceñida alzáis sobre el atónito occidente de tempranos laureles la cabeza! honrad el campo, honrad la simple vida del labrador, y su frugal llaneza. Así tendrán en vos perpetuamente la libertad morada, y freno la ambición, y la ley templo. Las gentes a la senda de la inmortalidad, ardua y fragosa, se animarán, citando vuestro ejemplo. Lo emulará celosa vuestra posteridad; y nuevos nombres añadiendo la fama a los que ahora aclama, «hijos son éstos, hijos, (pregonará a los hombres) de los que vencedores superaron de los Andes la cima; de los que en Boyacá, los que en la arena de Maipo, y en Junín, y en la campaña gloriosa de Apurima, postrar supieron al león de España»”.
Bello fue enterrado en el Cementerio General de Santiago de Chile. Ignacio Domeyko señaló en el funeral: “Dudaría la razón que en una sola vida, un solo hombre pudiera saber tanto, hacer tanto y amar tanto”. ¡Bello vive! ¡Honor y gloria para el polímata de América!