Por Lorena Almarza
Para Gramsci, pensador y político italiano, el campo fundamental para dar la batalla contra el capitalismo y avanzar en la construcción de una sociedad socialista, es la cultura, pues en su opinión, “la dominación constituye un fenómeno cultural”. Desde el debate y la producción teórica insistió el destacado intelectual en la necesidad de incidir en los modos de pensar, de sentir, en la visión de mundo y la vida, la forma de recreación y el estudio, con el fin de hacer emerger un nuevo bloque contra-hegemónico intelectual, moral y político para hacer frente a los valores de la sociedad capitalista. En su opinión, la lucha tiene lugar en el plano político-ideológico-cultural.
Sin duda, sus planteamientos no solo siguen vigentes, sino que son referentes para quienes asumimos el ámbito cultural como espacio vital. De modo que, nos corresponde impulsar ideas, valores, sensibilidades, prácticas; así como producción intelectual, artística y acciones, que posibiliten el surgimiento de una cultura liberadora y anticapitalista. Recordemos que para Gramsci, “los revolucionarios nunca deben ser pasivos. Deben tomar la iniciativa para modificar las relaciones de poder y fuerza”.
Conocer a Gramsci
Nino, como lo llamaban de pequeño, nació en Cerdeña, al sur de Italia el 22 de enero de 1891. Con apenas tres años de edad sufrió una grave caída que le generó una deformidad en la columna vertebral y una notable joroba. Aunque culminó la primera etapa de la escuela con excelentes calificaciones, y a los 11 años debió abandonar los estudios para trabajar y ayudar con la manutención de la familia.
En una carta contó “(…) ganaba nada menos que nueve liras al mes (lo que correspondía a un kilo de pan diario) por diez horas de trabajo, incluyendo la mañana del domingo (…)”. Sin embargo, pese a las grandes dificultades que afrontó de niño y también de adulto, pues vivió la pobreza, el hambre y la cárcel, nunca olvidó momentos felices de su niñez, “(…) era un intrépido y pionero (…) era constructor de botes y carritos (…) mi mayor éxito fue cuando un herrero del pueblo me pidió un modelito de papel de una soberbia goleta de dos puentes, para reproducirlas en el metal (…) yo tenía obsesión por esas cosas porque a los siete años ya había leído Ronbinson Crusoe y La Isla Misteriosa (…) el robinsonismo fue el modo de fantasear de muchas generaciones (…)”.
Pasado un breve tiempo retomó los estudios y gracias a su hermano Gennaro, quien era militante socialista y estaba en Turín prestando el servicio militar, empezó a leer el periódico del Partido Socialista. Vendría luego la lectura de Benedetto Croce, Gaetano Salvemini; así como, historiadores, escritores y políticos italianos, y Marx.
Inicio de la militancia
Con su hermano de vuelta a Cerdeña, y como secretario de la sección socialista, inició su militancia y se incorporó al periódico L´Union Sarda. En breve se unió al Partido Socialista Italiano e inició colaboración en el semanario socialista Il Grido del popolo y en Avanti!. Se sumó entusiastamente a la Revolución Rusa y en 1919 fundó el periódico L’ Ordine Nuovo, el cual se convirtió en un instrumento de formación y lucha, y que el propio Lenin recomendó. Seguidamente, fundó el Partido Comunista Italiano y representó al partido en el Ejecutivo de la Internacional Comunista.
Antonio, Julia y los niños
Se casó con Julia Schucht, violinista y militante socialista rusa con quien tuvo dos hijos, Delio y Juliano, con quienes se relacionó por cartas dado que estaba condenado a 20 años de prisión por el régimen fascista de Benito Mussolini. Vía epistolar les recomendaba el estudio, el desarrollo de la capacidad para discernir lo verdadero de lo falso; y los animó siempre a leer Kipling, Tolstoi, Gorki y Chejov. Igualmente pedía a Julia, leer documentos, corregir notas y realizar resúmenes.
Los Cuadernos
Tras obtener el permiso para recibir libros y documentos, inició Los Cuadernos de la Cárcel, un total de 2.848 páginas manuscritas, treinta y tres cuadernos, que fueron sacados clandestinamente de Italia por Tatiana, y gracias a los cuales se le reconoce como uno de los grandes pensadores y educadores italianos.