José Gregorio Linares
El gobierno de USA se especializa en ayudas médicas humanitarias. Basta que en la Casa Blanca se enteren de que en Suramérica hay gente con problemas de salud para que se preocupen y nos envíen médicos filantrópicos: realizan investigaciones en áreas de la salud que no son prioritarias, nos curan de dolencias que no padecemos y logran que contraigamos enfermedades que no hemos sufrido antes. Uno de los más emblemáticos expertos en hacer este tipo de trabajo fue el médico patólogo norteamericano Cornelius Packard Rhoads (1898 – 1959) quien trabajó en Puerto Rico para el Instituto Rockefeller de Investigaciones Médicas, hoy Universidad Rockefeller.
Llegó a la isla en 1931 y se instaló en el Hospital Presbiteriano de San Juan. Se refería a sus pacientes como “animales de experimentación”. Llamó la atención por el elevado número que se le morían. Finalmente un ayudante de laboratorio dio con la clave: el mismo Cornelius Packard Rhoads los mataba. Por casualidad encontró una carta donde éste le contaba a su amigo Fred Stewart que aprovechando su condición de médico les había causado la muerte a varios pacientes, simplemente porque eran puertorriqueños: “sin duda la raza más sucia, más vaga, más degenerada y más ratera que jamás haya habitado la esfera. Enferma habitar la misma isla con ellos. Lo que la isla necesita no es labor de salud pública, sino una ola gigantesca o algo que extermine la población. Entonces podría ser habitable. Yo he hecho lo mejor que he podido para adelantar el proceso matando a 8 y trasplantándoles el cáncer a varios más”.
Esta carta llegó a manos del líder nacionalista puertorriqueño Pedro Albizu Campos (1893-1965) quien exige que se abra una investigación. El juicio se desarrolla en circunstancias difíciles porque EEUU no quiere permitir que en Puerto Rico se acuse a ningún médico estadounidense de cometer ningún delito. No obstante, la furia del pueblo boricua al enterarse de lo ocurrido es muy grande y la causa judicial no se detiene. Albizu Campos exige «la prueba examinada» con el propósito de someterla a una comisión internacional de expertos, para proceder luego a castigar al galeno asesino. Su propuesta no es aceptada, a pesar de haber encontrado que trece de las personas utilizadas como conejillos de Indias sin su conocimiento – entre ellas una niña campesina de doce años – habían muerto durante los experimentos y que ocho de ellas, el mismo número mencionado en su carta incriminatoria, habían sido tratadas directamente por el propio Packard Rhoads. Debido a la presión del gobierno de EEUU este “médico humanitario” es declarado inocente. Para evitar una reacción popular que se pudiera convertir en motín es enviado fuera de Puerto Rico y regresa a su país. En Estados unidos ingresa en la Comisión de Energía Atómica en condición de asesor médico y en 1945 recibe la condecoración Legión del Mérito por su contribución al desarrollo de la guerra química. Rhoads apareció en la portada del 27 de junio de 1949 de la revista Time, donde se le enaltece por sus aportes… en la lucha contra el cáncer.
En 1950 Albizu es encarcelado por luchar por la independencia de Puerto Rico. Para Estados Unidos era un peligroso enemigo al que había que mantener en la cárcel: una vez allí había que desprestigiarlo y asesinarlo. Es sentenciado a 54 años de presidio con trabajos forzados. A Packard se le encomendó la tarea de matarlo sin dejar rastros. Resolvió aplicarle radiaciones radioactivas.
Albizu Campos, quien además de abogado también se graduó de fisicoquímico en Harvard, denunció que le estaban aplicando radiación «sin asumir nadie la responsabilidad, ocasionándole una muerte que se pueda alegar es del corazón o una hemorragia cerebral que resulte en una hemiplejia (parálisis) o en su muerte”. Agregó: “Cuando uno recibe el ataque atómico se le hincha todo el cuerpo; cuando uno quiere leer, no lo permiten; le lanzan rayos a los ojos”.
En septiembre de 1953 un médico psiquiatra neocolonizado llamado Luis M. Morales desautoriza las denuncias de radiación contra su persona que Albizu Campos estaba formulando. El psiquiatra declara paranoico al líder puertorriqueño. Pero quienes posteriormente estudiaron el expediente afirman que el mismo constituye un ejemplo «del más despreciable abuso y mal uso de la psiquiatría por parte del Estado”. En el texto “Yo acuso – Tortura y asesinato de don Pedro Albizu Campos”, el investigador Pedro Aponte Vázquez señala: “Una serie de documentos originados en la década del 50 revelan que Albizu no fue el único sometido a tortura y experimentación y que, por consiguiente, es razonable conjeturar que Rhoads y su gobierno aprovecharon la reclusión de los Nacionalistas para experimentar con ellos”.
Cuando murió Rhoads en 1959, las revistas médicas gringas destacaron: «La investigación del cáncer en la era moderna ha perdido a uno de sus mayores arquitectos». En 1979, la Asociación Estadounidense de Investigación contra el Cáncer (AACR por sus siglas en inglés) instituye en su honor el premio Cornelius P. Rhoads.
Médicos así son los que, en caso de aceptarla, nos darían ayuda humanitaria. En esto consiste la filantrópica ayuda estadounidense. ¡Con ayudas como éstas no hacen falta catástrofes ni epidemias!