En días pasados, con la desfachatez e inmoralidad que los caracteriza, el mismísimo director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Mike Pompeo (jefe directo de Julio Borges), declaró publica y a viva voz que la sanguinaria maquinaria de aniquilación y extermino que preside estaba detrás de las recientes sanciones en contra del pueblo de Venezuela.
Con cierto regocijo afirmaba, que por fin Trump estaba aprendiendo a leer los informes de la Agencia de espionaje (milagro de Dios y de la neurolingüística), y que “estaba interesado” en sus recomendaciones para tener una “imagen más completa” del gobierno de Venezuela y de sus Fuerzas Armadas. Nada bueno deben estar tramando estos personajes.
En efecto, desde las ocurrencias y disparates de Obama, de declarar a este país de Libertadores una “amenaza inusual y extraordinaria” a su seguridad nacional, lo que ha ocurrido es una andanada de agresiones y ataques injustificados en nuestra contra, promoviendo el bloqueo y el acoso financiero contra el país e imponiendo medidas unilaterales contra figuras públicas, en un evidente plan injerencista en contra de nuestra soberanía, integridad e independencia. Estamos frente a una nueva amenaza en contra de nuestras instituciones democráticas.
El verdadero interés de Estados Unidos en Venezuela es clavar sus pesuñas sobre nuestras riquezas petroleras y restaurar los privilegios de sus socios de la oligarquía criolla. Por eso no descansa en sus múltiples acciones para socavar nuestras instituciones y al Gobierno Bolivariano. Juntos ya han ejecutado y apoyado golpes de Estado, las Guarimbas, el terrorismo, la Guerra Económica. No han cesado ni un segundo los ataques de sus voceros-lacayos (Almagro, Santos, Rajoy, Rubio), todo con miras a preparar una intervención militar bajo responsabilidad del Comando Sur.
Este escenario no es para nada descabellado. Los escépticos deben mirar en nuestra historia latinoamericana reciente para ver las heridas profundas que las acciones de la Agencia han dejado por todo el continente. Docenas de golpes de Estado con miles de muertos, heridos y desaparecidos. A la CIA claro que hay que tenerle miedo. Es una institución criminal disfrazada de monjitas de las Carmelitas Descalzas, pero que actúan como un grupo mafioso, sanguinario y letal. A donde entran no queda nada vivo. Veamos solamente algunos de los casos más emblemáticos reseñados por los medios (provenientes de archivos desclasificados), certificando la intervención directa de los inescrupulosos agentes del Imperio Norteamericano:
Planificaron el golpe de Estado en Guatemala (1954) para derrocar al presidente Árbenz, cuyas reformas progresistas atentaban contra los intereses de las transnacionales y de la oligarquía local; promovieron la guerra civil que ocasionó más de 200.000 muertos bajo una cruenta dictadura militar. En Brasil (1964), apoyaron el golpe de Estado contra Goulart, opuestos a sus propuestas progresistas; la dictadura militar duró en el poder más de 20 años contando con el total apoyo del imperio y la participación de la derecha oligárquica local. En Chile (1973), ocurrió una intervención directa estadounidense contra el gobierno del presidente socialista Salvador Allende; luego del golpe de Estado y la muerte de Allende, se instaló una férrea dictadura militar bajo la sanguinaria dirección de Augusto Pinochet que duró más de 17 años en el poder, con miles de muertos, desaparecidos y exiliados. En Argentina (1976), derrocaron a la presidenta María Martínez de Perón, iniciando la dictadura más sangrienta del continente con más de 30.000 asesinatos y miles de desaparecidos. En Nicaragua (1979), luego de que el Frente Sandinista de Liberación Nacional derrotará al ejército del dictador Anastasio Somoza, la CIA financió, entrenó y armó abiertamente a los Contras generando una guerra civil que ocasionó más de 60.000 muertes (el comandante Cero, Edén Pastora, ha relatado cómo se reunió directamente con el director de la CIA, William Casey, la Agencia le pagó más de 6 millones de dólares y le suministró armas para que combatiera contra el FSLN). En Panamá (1989), derrocaron de la presidencia a uno de sus propios agentes, el general Manuel Noriega, mediante la operación “Causa Justa”, invadiendo el país con más de 26.000 Rangers, generando más de 3.000 muertos entre la población civil.
De documentos desclasificados se ha verificado además que el inescrupuloso y criminal Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, dirigía personalísimamente y con dedicación a sus agentes en países como Chile y Argentina. Docenas de empresarios, políticos y militares de estos países eran colaboradores y recibían regularmente sus sustanciosos “emolumentos” de parte de la CIA, trabajando como informantes o ejecutando barbáricas acciones criminales.
Todos estos casos nos hacen preguntar de cuánto será el sueldo que percibe el agente al descubierto Julio Borges (agente 000, el insípido Gasparín) para dañar al país. Solo actuando bajo las directrices directas de la Agencia se puede entender el conjunto de decisiones políticas (suicidios, errores y torpezas políticas) que este señor y su partido le han hecho tomar a la extrema derecha criolla: han participado en golpes de Estado, han avalado las guarimbas y el terrorismo, han saboteado a los grupos opositores para no participar en las elecciones de la Constituyente y las municipales (a pesar de que juran y rejuran de que son mayoría). Es bien sospechoso que un partido político que se llame democrático, se niegue a participar en elecciones. Parece que cumple órdenes directas de arriba de sabotear y boicotear todo proceso democrático, y lo que diga el Tío Sam es ley para Borges y sus secuaces.
Lo peor es que todos estos disparates tienen vueltos locos y desanimados a sus propios seguidores. Esto no se hace Borges, deja la chuleadera a las arcas de la Agencia. Empieza a trabajar por el bienestar de tu país.
@richardcanan