Los políticos de derecha que se venden como moderados han pecado mucho por acción o por omisión
Sumarse a la violencia de los pirómanos
Ciertos políticos de la derecha andan en una onda de segundo debut, vendiéndose ante el país como emblemas de un sector moderado, pacífico y democrático.
Está bien. Es una señal auspiciosa que quieran diferenciarse del ala pirómana de la oposición, esa que ha ejercido el mando interno en los últimos años, con graves consecuencias para el país. Lástima que la historia (aún muy fresca) ponga en evidencia que no son tan moderados ni pacíficos ni democráticos como pretenden.
Casi todos los «moderados» se han sumado en algún momento a la violencia de los extremistas. Lo hicieron en 2002, con el golpe, la payasada de la plaza Altamira y el paro petrolero; en 2004, con las primeras guarimbas y el intento de invasión paramilitar (finca Daktari); en 2014 y 2017 con más y peores oleadas de violencia foquista; en 2018 con el intento de magnicidio; en 2019, con el concierto-invasión de Cúcuta y el intento de golpe de los plátanos verdes; y en 2020, con el plan de invasión mercenaria de Macuto.
En todos esos episodios, los pretendidamente moderados han sido cómplices o, al menos, han pasado agachados en momentos clave, tal vez por no contrariar las líneas impuestas por Estados Unidos o quizá para no quedar excluidos en caso de que alguna de esas acciones violentas hubiese tenido éxito. Puro cálculo oportunista.
Encubrir y reclamar impunidad para los culpables
Otro de los pecados reiteradamente cometidos por los autodenominados «líderes de la oposición moderada» es el de encubrir los delitos perpetrados por el ala pirómana y reclamar impunidad para ellos.
El ciclo se repite sin cesar: los violentos asesinan, agreden, destruyen bienes públicos, siembran terror, roban fondos y activos del Estado con la complicidad de gobiernos extranjeros. Los «moderados» sostienen públicamente el discurso de que esos personajes no son victimarios, sino víctimas. Les hacen el coro cuando se declaran presos o perseguidos políticos y reclaman su libertad. En reiteradas ocasiones mienten deliberadamente al afirmar que se encuentran detenidos por pensar distinto, incluso cuando se trata de autores de barbaridades como quemar personas vivas o asesinarlas y luego descuartizarlas.
Si de verdad condenaran la violencia y respetaran las instituciones, como mínimo no meterían a todos los procesados judiciales en un mismo saco y hubiesen marcado clara distancia de hechos que en otros países serían castigados de una manera mucho más severa que la máxima pena contemplada en las leyes venezolanas.
Hacerla a la salida
Los opositores del ala pirómana siempre la hacen desde la entrada. Rara vez se contienen. En cambio, los del ala moderada (personalmente me gusta llamarla moderada-taimada) cuando no la hacen a la entrada, la hacen a la salida.
El emblema actual de los moderados, el señor Henrique Capriles Radonski, tiene uno de los episodios más claros de esta modalidad. Fue en abril de 2013, cuando perdió las elecciones presidenciales ante Nicolás Maduro y protagonizó un berrinche típico de su historia personal -un niño consentido de papá y mamá-, convocó a los exaltados a descargar su calentera (o una palabra parecida) y la malacrianza le costó al país 12 vidas, incluyendo las de varios niños y jóvenes.
Después que se le pasó la pataleta, volvió a posar de dirigente moderado. La prudencia recomienda tomar precauciones con este tipo de dirigentes a los que la moderación solo les dura hasta que les dicen que perdieron
Dos años después, en 2015, la oposición unida logró una gran conquista electoral (con el mismo Consejo Nacional Electoral del que tanto denigraron, por cierto). Pero tan pronto tomaron el control de la Asamblea Nacional, el supuestamente moderado (y veterano) Henry Ramos Allup, ebrio de éxito, se puso en una onda de María Corina Machado. La hizo a la salida de una victoria electoral y a la entrada de lo que pudo ser un quinquenio legislativo muy positivo para las fuerzas opositoras
Reincidir, reincidir, reincidir
Lo peor de estos moderados es su reincidencia en los mismos pecados. Los cometieron en 2002 y salió el comandante Chávez con un crucifijo a perdonarlos para que unos meses después estuvieran de nuevo en sus andanzas.
Se trata de un ciclo perenne. Los pirómanos toman el poder interno y hacen desastres. Los moderados los apoyan abierta o tácitamente. Cuando las tentativas extremistas fracasan, se lavan la cara (o creen hacerlo) y salen a postularse como los abanderados de la democracia y la paz, fingiendo que nunca estuvieron en realidad de acuerdo con la fórmula de tomar atajos. Pero cuando no logran tampoco sus objetivos, vuelven a entregar el timón a los enloquecidos y a darles aliento tras bastidores.
En eso se les ha ido la carrera política a varios de ellos. Comenzaron como las jóvenes promesas de la derecha emergente y ya están casi cincuentones dándole vueltas a la misma noria.