Por: Eduardo Cornejo De Acosta
Diversos analistas ligados a la izquierda han comentado con inusitado asombro el triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales brasileñas.
Se habla del renacimiento de la derecha en Brasil, de una restauración continental, obviando lo de López Obrardor en México; se habla de la “falta de memoria” del pueblo amazónico, del rol de las llamadas redes sociales, etc.
¿Será que estamos perdiendo la capacidad de reflexión, de cotejar los últimos procesos políticos de la región, los reflejos políticos?
El triunfo de Bolsonaro, o mejor dicho de la ultraderecha brasileña y sus aliados globales, se gestó hace años.
Hace aproximadamente una década, las corporaciones mediáticas iniciaron una campaña devastadora contra Odebrecht, la importante empresa de construcción brasileña con presencia en muchos países del hemisferio, Venezuela entre ellos.
Desprestigiarla no fue casual. Esta empresa graficaba la alianza entre el gobierno de Lula y la clase empresarial de su país. Una clase empresarial que acordó junto al gobierno del PT, la implementación de programas sociales importantes. Una alianza peligrosa, dirían algunos “termocéfalos” de la izquierda.
El problema, fue que ese apoyo empresarial a Lula, para hacer crecer la economía nacional, y la de ellos también, se sumaba al apoyo en su política exterior.
Política exterior que los llevó junto con Hugo Chávez y Néstor Kirchner a enterrar el Alca en la Cumbre de las Américas del 2005, en Mar del Plata.
Política exterior que apostó a la integración regional, en abierto desafío a las pretensiones de Washington.
Política exterior que lo llevó a insertarse en el grupo del Brics, con Rusia, India, China y Sudáfrica, el contrapeso necesario a al G 7, y que anunciaba la creación de una canasta de divisas alternativa al dólar.
Recientemente, se filtraron unas comunicaciones de Hillary Clinton, donde se revela que el asesinato de Mohamed Al Gadaffi, y posterior desmembramiento de Libia, tuvo como móvil la pretensión del líder africano de crear una moneda regional para desplazar la norteamericana.
El temor a Lula
El liderazgo brasileño en nuestra región, como contrapeso a la Casa Blanca, resultaba inaceptable en el hegemón.
El líder petista, abandonó la presidencia con una popularidad que bordeaba el 80%.
Su figura fue reivindicaba por toda la izquierda mundial. Demostraba que en un gobierno progresista, era posible la eficiencia económica y avances en la justicia social, como actualmente lo hace el gobierno de Evo Morales en Bolivia.
Entonces, ¿cómo atacar el éxito de Lula? Estigmatizándolo de corrupto. Odebrecht, era una empresa que corrompía, Odebrecht, creció mucho durante el apogeo del gobierno de Lula, ergo, Lula era corrupto. Y ojo, no estamos defendiendo a Odebrecht, ni decimos que no sea corrupta. Pero sí resaltamos el manejo político que se hace para dañar a Lula y al pueblo brasileño, porque si a eso vamos, las transnacionales norteamericanas, por ejemplo, son más corruptas, tanto que no dudan en montar guerras, genocidios o dañar el clima del planeta, para preservar sus intereses.
No importa que al líder metalúrgico hasta ahora no se le haya demostrado ningún acto de corrupción. Eso es lo de menos, para ellos.
Cuando, apenas concretado el golpe contra Dilma Rousseff, Lula dijo que volvería a la política activa, que participaría en la campaña presidencial, los perros mostraron sus colmillos y las dentelladas empezaron sin pausa.
El anuncio de Lula, que sin campaña era favorito a ocupar la silla presidencial, incrementó la guerra sucia, haciendo crecer proporcionalmente su popularidad.
Los grupos de poder, aceleran una serie de medidas para derechizar Brasil, para desproteger a los sectores populares. A la par, convencen a un sector importante de la población de que los programas sociales son una sinvergüencería para mantener parásitos, recordemos que lo mismo dijo Manuel Rosales en Venezuela.
Cosa absurda, pero el mensaje caló. Se despertaron demonios adormecidos: El racismo, el clasismo, la homofobia, la misoginia.
La judicialización de la política para hacerse del poder a cualquier precio, saltándose elementales parámetros que dicen defender, es una característica que no debemos perder de vista.
Desde esos tiempos, la derecha planeaba el asalto del domingo 28 de octubre.
Los poderes fácticos estimulan a que Bolsonaro “castigue” a quienes osaron cuestionar sus designios y abrazaron las banderas de la igualdad, la inclusión, la solidaridad, la integración regional.
Lo que espera a Bolsonaro
Claro, allí se presentan algunas variables que deberá resolver el militar.
Por ejemplo, la campaña electoral y su retórica pusieron en pie de lucha a millones de brasileños, a sectores que no se dejarán avasallar una vez más sin reaccionar.
Además, cumplir las promesa de privatización, de reducir el aparato estatal, aunque ya Temer inició el proceso, recuerden que congeló la inversión social por 20 años, generará más protestas y movilizaciones, urgiendo fuerte represión. Bolsonaro ya anunció que responderá con militarización.
¿Hasta dónde será sostenible un gobierno de Bolsonaro en esas condiciones? Difícil de predecir.
Una cosa es capitalizar el descontento de una parte de la población, por la inseguridad, por la corrupción, otra es cuando se le reclame el cumplimiento de promesas, de prosperidad, o cuando los demonios se desaten y comiencen masacres en sectores populares, linchamientos a la sexo diversidad, situaciones que ya se avistan. El fantasma del hambre ronda nuevamente las favelas.
Eso no se resuelve con fake news, ni con el solo apoyo de los grandes medios, ni el manejo de las redes sociales a través de robots instalados en el norte.
Brasil, conoce lo que son programas sociales para sacar de la pobreza a varios millones de brasileros, ciudadanos que mejoraron su calidad de vida, pero que no recibieron la información necesaria, el antídoto que evitará convertirlos en “desclasados”. En personas que terminarían votando por quienes los sumieron en la miseria, en el oprobio.
Y no es que carezcan de memoria, que sean ingratos. Los que estudian el comportamiento social, saben que la memoria de los pueblos no funciona linealmente. El comportamiento de los pueblos varía según los momentos, según las condiciones materiales, culturales, según las expectativas del momento.
Las expectativas de los brasileños, ayer no eran las mismas que las de hoy. Ayer tenían hambre, no podían estudiar, eran agredidos por su color de piel, por su origen, cuando esas demandas fueron satisfechas se generaron otras.
Quienes saben de eso, los llamados tanques pensantes, crearon, potenciaron, otras demandas. Apostaron a dos vertientes que le funcionaron: Corrupción e inseguridad.
Pero, qué curioso, quienes acusan a Lula fueron encontrados culpables de corrupción, mientras que al obrero metalúrgico no han podido probarle un solo hecho de lo que le acusan.
En cuanto al tema de la inseguridad, si bien es endémico en el gigante amazónico, con Lula se disminuyeron los índices. De hecho, fue el único que se atrevió a hacer sentir el principio de autoridad en las favelas, en los sectores violentos, no solo con represión, también con actividades culturales, políticas.
Venezuela y las fake news
El problema no es ello. El asunto es lo que lograron posicionar, aunque no fuera cierto. Y allí está el tema.
El tema es como hacer invulnerables de fake news a nuestros pueblos.
En Venezuela, donde personajes de la administración Trump aceptan que existe una presión económica, un bloqueo disfrazado; donde hay condiciones materiales bastante difíciles, ni la oposición criolla, ni la global, han podido derrocar a Nicolás Maduro.
Quizá, porque el pueblo venezolano, los dirigentes políticos y sus gobernantes, tienen más experiencia en estos avatares. Son dos décadas, desde que el presidente Hugo Chávez hizo saber que mantendría una política soberana, que Venezuela enfrenta este tipo de ataques, ahora repotenciados por las llamadas redes sociales.
El venezolano sabe identificar las fake news, sabe darle la vuelta. El trabajo político ha sido intenso en 20 años. Claro, superó un golpe de estado, un paro petrolero, guarimbas. Eso enseña.
No es tarea grata asumir el rol de pronosticador. En decir qué pasará en Brasil, pero hay algunos elementos a tomar en cuenta.
Ya diversos frentes de lucha, organizaciones populares, adelantaron que empieza la resistencia. Al parecer, la miel del triunfo le durará poco al ex capitán, después de todo, el no ganó, eliminaron a Lula. Bolsonaro es el mascarón escogido para representar intereses que quizá ni adivine.
En ese contexto, y desesperado, ¿se lanzará en una aventura bélica contra Venezuela como algunos comienzan a insinuar? Esperemos que no.