BLAS CUARTIN SÁNCHEZ.
Permanentemente vemos por películas hollywoodense a funcionarios policiales de la Administración para el Control de Drogas estadounidense (DEA) luchando estoicamente contra traficantes de drogas, ellos son unos hermosos seres anglosajones de ojos azules, altos y de contextura atlética mientras que los traficantes de sustancias ilegales son latinoamericanos o afrodescendientes feos, pequeños y desgarbados.
Pero una cosa es el cine y otra diametralmente distinta es la realidad, el control del cultivo, producción, transporte y comercialización de las drogas ilegales en el mundo es dirigido directa o indirectamente por el poder político y económico estadounidense desde hace más de un siglo.
Si bien es cierto que los cultivos de la materia prima de las principales drogas ilegales como lo son la hoja de coca y amapola se localizan en Colombia los primeros y Afganistán los otros, el principal país receptor del producto final o sea cocaína y opio respectivamente, no es otro que los EE.UU., sin contar que los productos químicos para procesar la materia prima de las drogas ilicitas como acido sulfúrico, soda cáustica, amoniaco, cal, entre otros se producen y comercializan fundamentalmente en los propios EE.UU.
Si consideramos que los talibanes en Afganistán, fueron derrotados a finales del año 2014 y en su lugar fueron colocados gobiernos títeres de los EE.UU., como es posible que mientras los fundamentalistas gobernaron se redujo los sembradíos de amapola a niveles históricos por lo que la producción del opio se vio seriamente afectada, pero bajo el control político estadounidense según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) en el año 2017 la producción de esta droga alcanzó 9.000 toneladas que representó aumento de 87% en relación al año anterior.
Si analizamos el caso de la República de Colombia, donde según la misma UNODC, se produce el 75% de la cocaína del mundo, y donde existen ocho bases militares estadounidenses aunque existe información no confirmada que pudieran ser diez, a lo que habría que considerar que en agosto de 2016 se firmó el acuerdo de paz con la mayor guerrilla de ese país (FARC-EP) que fueron por siempre acusadas de apoyar al narcotráfico, se tiene que el el año 2018, se incrementaron los cultivos de la hoja de coca en más de un tercio en relación al año 2015, cuando estaban activas las guerrillas izquierdistas, en la actualidad se estima según la UNODC que existen 213.000 hectáreas de cultivos de ese arbusto (hojas de coca).
Se sabe que tanto Colombia como Afganistán son los países que más producen cocaína y opio en el mundo y en los EE.UU., donde más se consumen estas drogas ilegales y que las cuantiosas utilidades producto de este criminal negocio se quedan en la banca estadounidense, montos que pudieran representar el 90% de las ganancias brutas, no podemos dudar que el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica es un verdadero «narco-estado».
Lo realmente lamentable no es que quienes gobiernan a ese narco-estado quiera dar lecciones de moralidad al resto del mundo, sino que gobernantes y políticos de países periféricos acepten esas lecciones de moralidad.