Tinta cruda
Yo conocí a Carlita cuando era reportero de la fuente económica, en plena crisis financiera de los 90. Ella trabajaba para la Globovisión abiertamente conspiradora. Recuerdo que no duró mucho en esos menesteres porque nunca logró entender ni papa acerca de temas para los cuales hacía falta menos maquillaje y un poco más de mollera.
Por eso no me extrañan las reiteradas metidas de pata de quien se supone se convirtió luego —billetes verdes de por medio— en una cotizada analista y casi vidente de la vida política venezolana, toda una personalidad influyente en las redes sociales del mundo opositor criollo.
Sus papelones, hechos públicos y notorios, seguirán divirtiendo a la audiencia. Porque lo de ignorante; —condición que ha demostrado suficientemente en estos últimos 20 años— se le quitaría estudiando alguito, pero no lo de estructuralmente torpe, inoportuna, poco profesional y bastante menos ética; pues requiere de mayores atenciones, terapias, tiempo y trabajo.
Esta vez —por hacer mención interesada de quien la tiene en su nómina— hizo el ridículo frente a Nancy Pelosi, presidente de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos y líder del Partido Demócrata, es decir, se fue de bruces ante nada más y nada menos sus colegas de casi todos los medios del planeta.
Angola quiso hacerle ver a una mujer curtida en la lucha política intra e inter partidista gringa que su héroe, Juan Guaidó, no estaba presente en la fallida y poco noticiosa Cumbre de las Américas. Y la respuesta dejó a la partidaria de invasiones, violencias y tropelías, sin capacidad de repreguntar.
Pelosi, con cara de inusual sinceridad, simplemente dejó ver su falta de interés por siquiera recordar quién es ese señor citado por la “periodista” autoexiliada. Mala señal para el hombre de la cara de yo no fui, las sillas voladoras y la camisa rota.
Pobre tipo. En estos últimos días Guaidó ha “agarrado prensa” por ser víctima de su propia prédica de odio y sanciones. Y a pesar de ello la cúpula del imperio para el cual trabaja ni siquiera sabe cómo se llama. Tal vez, como sucede en Bolivia, con su clon, Jeanine Áñez, le pondrán más atención a las preguntas de Carlita, cuanto finalmente se le abra juicio por traición a la patria.