Luego de la caída del Muro de Berlín los hegemones occidentales declararon el “triunfo del capitalismo” y aumentaron sus niveles de agresividad contra toda forma o modelo de gobierno auto determinado e independiente.
En ese sentido, Europa del Este se desmembró, en tantos países como intereses imperiales le tomaron por asalto con la promesa de la felicidad instantánea y el progreso por añadidura.
Así, la vieja URSS perdió territorio geográfico, geopolítico y de dominio ideológico político; a la vez que EEUU, UE y RU, se eyectaban como el único camino al “Edén de las libertades liberales burguesas”, las mismas, que crean crisis cíclicas y estructurales para prescindir de la vida humana como quien desecha a la basura todo lo que está, a cambio de una promesa de bienestar y buen vivir, cuyo costo social demuele las aspiraciones de desarrollo de naciones enteras.
Un ejemplo clásico para observar cómo opera lo antes dicho, es el proceso mediante el cual se balcanizó a Yugoslavia; mientras los medios de comunicación cartelizados por el hegemónico unipolar, invadían con sus narrativas engañosas e interesadas los espacios arrasados; antes ocupados por el viejo orden internacional y su cortina de hierro.
Así, rápidamente surgió la retórica del fin de la historia, la adoración a un nuevo Dios; “el dios del mercado” y su promesa:
…El mundo nunca más se dividiría por ideologías, pues, con la caída de la URSS había llegado a un estadio que prometía como cierto el surgimiento de “Un Mundo feliz” solo para los poderosos, los ricos y triunfadores, aduladores y demás especímenes que en el espectro de la subordinación se arrastrara ante el imperio más allá de lo imaginable…
En ese contexto, finales del Siglo XX, es el punto de quiebre y el inicio de un nuevo esquema de relaciones que, en los últimos 30 años, ha configurado bloques de poder contrahegemónicos que, sin ánimo de revanchismo ni dilaciones, avanza por el orbe sobre la base de la solidaridad y la complementariedad entre las naciones; sin injerencias, ni posiciones hegemónicas.
En ese sentido, se puede asegurar que un nuevo orden internacional está surgiendo, y frente a este, la respuesta de occidente, es la guerra económica, financiera y comercial contra los poderes emergentes de Asia, Eurasia, África y América Latinocaribeña, pues el campo de batalla es el control del mercado mundial y el dominio planetario.
En ese marco referencial, se inscribe la guerra contra Eurasia, o lo que es lo mismo, contra la multipolaridad, situación que afecta a todas las naciones, pero hace énfasis en los países menos favorecidos económicamente o con alto potencial minero, petrolero o posicionamiento geoestratégico.
Ucrania, una guerra de bajo impacto y grandes implicaciones
Ahora bien, todas las acciones del imperialismo occidental, están dirigidas a preservar su preeminencia ante el mundo, y para ello impone tantos focos de conflictos como objetivos tenga en favor de sus intereses; así no solo ataca a Rusia a través de Ucrania, sino que al unísono, descarga su poderío militar, diplomático y comunicacional contra China, Asia Occidental, América Latino Caribeña y las Naciones Africanas no alineadas a su mandato.
En ese sentido, en Asia Occidental por ejemplo, según Ihsan Al-Faqih (2022) en un trabajo titulado la crisis de Ucrania y sus implicaciones para los países árabes, publicados en el portal La Voz del Mundo Árabe, señala: “A lo largo de las décadas, Oriente Medio ha sido un escenario de disputas por la influencia y los intereses entre Estados Unidos y Rusia en diversos conflictos”.
De allí que, por su carácter geoenergético, actualmente el Asia Occidental está transitando una guerra económica y política derivada de la confrontación contra Eurasia, pues no es menos cierto que las medidas coercitivas contra Rusia y la guerra en desarrollo en dicha región, está marcando un déficit energético que afecta a las economías occidentales y aumenta los efectos de la crisis económica que padecen sus pobladores; situación que provoca definiciones políticas contrarias al estatus quo de dominación hegemónica imperial, y por ende confronta factores afectos y desafectos a las políticas injerencista y de dominación.
Para occidente, Asia Occidental es una preciada joya; un territorio donde el Sionismo Israelí y los Estados Unidos de América pugnan por controlar plenamente; ante la resistencia y contundencia de la República Islámica de Irán, que sin ánimo expansionista son un referente en desarrollo de la industria petrolera y gasífera la cual compite en el terreno contra Arabia Saudita y su política de extermino contra Yemen, su reciente alianza con Israel y el apoyo que le da a los grupos mercenarios contra Siria e Irak.
En ese sentido, las derivaciones de la guerra de Ucrania se inscriben en la estrategia occidental por crear un nuevo bloque hegemónico de poder; que reserve para si la mayor suma posible de energía y materiales estratégicos.
De allí que, por mandato del Imperio, como nunca antes esperado, el Estado sionista de Israel desarrolla relaciones filiales con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes correspondiendo en ese marco, a la estrategia de dominación geopolítica ante el avance de Rusia, China e India.
En ese orden de ideas, la ONU, en un trabajo titulado: La guerra en Ucrania impacta en la importación de alimentos de Medio Oriente y Norte de África, publicado en su página web, señala que: “la guerra en Ucrania impacta a las cadenas de suministros, y aumenta los precios en los productos básicos y los suministros agrícolas. Las exportaciones de trigo y maíz a países del Oriente Medio y África los cuales se ven amenazados, ya que Rusia y Ucrania exportan el 40% del trigo que va a estas dos regiones”.
En ese sentido el organismo multilateral deja claro que a medida que la guerra continúa en Ucrania, los impactos del aumento de los precios de los alimentos y la escasez de cultivos básicos ya se están sintiendo en la región del Cercano Oriente y África del Norte y se están extendiendo a los países más vulnerables del mundo, incluido el Cuerno de África; donde las personas más pobres corren el mayor riesgo.
Tal situación revela, más que los efectos de la confrontación bélica, una política dirigida por occidente de mover todo el tablero internacional; y así reposicionarse como el hegemón, no importando las consecuencias (daños colaterales) y con flagrancia manifiesta imponiéndose ante un mundo que demanda más libertades y menos guerra.
Asia Occidental o Medio Oriente como le llaman los occidentales; por sus riquezas petroleras y gasíferas es el escenario de la confrontación energética, y sin ánimo catastrófico, seguramente ante la crisis generada por los precios del combustible y sus derivados en EEUU y la UE, será el territorio para nuevas acciones contra el Asia Occidental; a fin de controlar e impedir la influencia de Irán y el gigante euroasiático en la región.
Por: Ángel Rafael Tortolero Leal.-