Tinta cruda
Tenía pensado escribir esta semana sobre otro tema, un poco para darle descanso al asunto de enfrentar hechos, tan desagradables, como es el caso del robo de activos del Estado venezolano en el exterior y personajillos tan nefastos, descarados y vergonzosos como lo es Julio Borges.
Pero esa intención duró poco. Ha sido imposible sostenerla luego de tropezar con un Twitter del fulano mencionado en el que justifica la acción filibustera que sobre Monómetos de Venezuela se ejecutó por órdenes del Palacio de Nariño. Ese mensaje, surgido de una entrevista complaciente de un destacado periodista operador de la extrema derecha criolla, además de causar indignación obliga a señalarle al lector una vez más, la bajísima ralea de quien, desde la comodidad de un refugio dorado facilitado por los genocidas Álvaro Uribe (verdadero mandamás de Colombia) e Iván Duque (subpresidente en caída libre), aprovecha cualquier oportunidad para dejar bien claro que su capacidad de traicionar a su patria es infinita.
JB, de ser un oscuro abogado lanzado a la dudosa fama de la televisión venezolana mediante un programa que daba pena ajena, se proyectó luego como dirigente de un partido (Primero Justicia) financiado por la Petróleos de Venezuela anterior al paro petrolero. Por cierto, esa “ayuda” salió de la partida de “donaciones y liberalidades” de la Gerencia de Asuntos Públicos, organización que en ese momento estaba a cargo de la mamá de Leopoldo López. Curiosamente, este último también fue nómina de la compañía estatal.
Borges ha estado presente en cuanto invento criminal ha sido pensado para torcer la voluntad del pueblo venezolano. En el paro petrolero, en el Golpe del 11 de abril, en cuanta guarimba y sabotaje se haya hecho, en las solicitudes de invasiones, medidas coercitivas unilaterales e ilegales y acciones de piratería. JB es sinónimo de odio y muerte. Con tipos como él no debe haber olvido ni perdón en el marco de ningún diálogo. Debe ser reo por traición a la patria y cómplice de tanto sufrimiento, especialmente entre los más humildes.
Por: Alfredo Carquez Saavedra
alfredo.carquez@gmail.com
Caracas