A cada paso, la derecha pisotea los valores que dice defender a ultranza. Acá, cuatro ejemplos calientes
Asesinos por naturaleza
acusetas por estrategia
El máximo grado del cinismo lo alcanzan aquellos que acusan a otros de los crímenes, faltas, atropellos y despropósitos que ellos mismos perpetran.
Uno se encuentra, por ejemplo, a Joe Biden, quien debutó en la Casa Blanca bombardeando tres países y, que además, tiene en su hoja de vida todos los crímenes de guerra del largo historial de agravios cometidos por su jefe político, Barack Obama. Pues bien, ese personaje con tan poquita autoridad moral, salta a escena a decirle asesino a otro presidente, en este caso a Vladímir Putin.
Con mucha habilidad diplomática, el jefe de Estado ruso le respondió deseándole buena salud y recordando que si algún país tiene un extenso historial de genocidios y barbaridades cometidas contra la población civil, incluyendo los dos únicos ataques con armas atómicas en la historia humana, ese país es EEUU.
Luego de la infamante conducta de Biden, lo copió el subpresidente colombiano, Iván Duque. Cual gerente de una franquicia imperial, repite el mismo insulto, dirigido al presidente venezolano, Nicolás Maduro. En este caso, el descaro adquiere tono de caricatura, pues quien eleva el dedo acusador es el representante del uribismo, la psicopática tendencia política que concibió y ejecutó los falsos positivos, un genocidio que se llevó a 6 mil 400 jóvenes colombianos inocentes. El sujeto que acusa es también el responsable del gobierno en un país donde a diario asesinan a líderes sociales y excombatientes que deberían estar amparados por un tratado de paz. El que endilga el calificativo de “asesino” a otro mandatario es el jefe (bueno, el subjefe) de un gobierno que mata a niños y adolescentes con la excusa de que “son máquinas de guerra”. No hay límites para su inmoralidad.
Almagro y la doncella mancillada
Luego de las medidas tomadas por el Poder Judicial de Bolivia con respecto a la exdictadora Jeanine Áñez y sus secuaces, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, salió en su defensa. Esta actitud es coherente porque él mismo es coautor del golpe de Estado que depuso a Evo Morales y que luego dio paso a un régimen de facto que cometió toda clase de crímenes y despropósitos.
El descaro de Almagro es de sobra conocido. Pero en este tema adquiere perfiles particularmente insolentes. Asume la pose de una doncella mancillada porque Bolivia anunció que podría solicitar su enjuiciamiento y pretende escudarse detrás de su cargo, haciendo ver que los desafueros cometidos en Bolivia en 2019 fueron respaldados por todos los países del continente.
Paramilitares convertidos en héroes
La derecha venezolana no se queda atrás en sus ejercicios de doble moral, que a veces son contradictorios con sus propias conductas, con diferencia de apenas horas entre una postura y otra.
Así acaba de pasar con la fallida operación de unas supuestas bandas de delincuentes comunes que se han asentado en zonas populares de Caracas y que, en realidad, son organizaciones paramilitares. Cuando los irregulares, portando armas de guerra, intentaron tomar el comando general de la Guardia Nacional en El Paraíso, los opositores denunciaron el estado de indefensión de la ciudadanía. En particular se afincaron en una escena viral en las redes: un joven, que resultó ser médico, fue despojado de su moto y aterrorizado por los malandros en plena autopista.
Al día siguiente, al conocerse la noticia de que “el Coqui”, líder negativo de la Cota 905, había ordenado devolver la moto a su dueño, los mismos que reclamaban mano dura contra el hampa desatadas, se deshicieron en elogios al delincuente.
No es de extrañar, pues se trata de la misma gente desquiciada que reacciona airadamente cuando organismos como las FAES entran en combate con estos grupos irregulares. En esas circunstancias, los partidos de la derecha y algunas ONG de derechos humanos, financiadas por gobiernos extranjeros enemigos, dicen que los caídos fueron fusilados y que eran buenos estudiantes, trabajadores y deportistas.
El preso político de la «prensa libre»
La “prensa libre” venezolana, pagada por los mismos gobiernos y corporaciones que financian a las ONG, ejerce a plenitud su doble moral en el tema de los “presos políticos”: cuando los procesados son de derecha (incluso cuando han confesado con lujo de detalles sus crímenes) exigen su liberación inmediata, dicen que no están detenidos sino “secuestrados por la dictadura” y arman dramas con música de violines sobre sus precarias condiciones de salud.
Por otro lado, esa prensa tiene su propio preso político, no en Venezuela, sino en Cabo Verde, y todos los días le dedican horas y horas de arduo trabajo a conseguir el objetivo de que sea extraditado a Estados Unidos y, de ser posible, condenado a cadena perpetua.
El empeño, que ya parece una vendetta personal de algunos editores y periodistas, es vergonzoso, sobre todo si se toma en cuenta que el gran pecado que le imputan al “preso político de la prensa libre” es la corrupción. Pero es la misma “prensa libre” que se hace la desentendida ante los robos y desfalcos cometidos por la camarilla del falso gobierno interino. En realidad, lo que no le perdonan a Alex Saab es que ha ayudado a atenuar el impacto de las medidas coercitivas unilaterales de EEUU y sus compinches en el estómago de los más vulnerables. Ese “crimen” contra las órdenes imperiales, tiene que pagarlo caro.