Por: Roy Daza
La interrupción de los suministros de fertilizantes afecta la producción alimentaria a escala mundial, y tal fenómeno se debe al impacto de la guerra en Ucrania, los estragos de la pandemia, y las sanciones a Rusia, tres factores que están a punto de provocar un colapso en la economía de Europa.
La situación —a escala planetaria— es de tal gravedad, que los directores del Programa Mundial de Alimentos (PMA) afirman que el hambre golpea a 345 millones de personas de 82 países, y en una reunión con el FMI, la FAO, la OMC, y el BM, exhortaron a “tomar medidas urgentes”.
Según el informe del PMA, ante el alza de los precios de los alimentos, 25 países aplicaron fuertes restricciones a las exportaciones, y tales medidas afectan el 8 % del comercio de ese vital rubro, además, se producen cuando los Estados tienen serias dificultades fiscales y la producción de alimentos está expuesta a las sequías por efecto del cambio climático.
La inflación golpea a Estados Unidos, donde llegó a 9.1 por ciento interanual, y los analistas pronostican que en la Zona Euro será de 7.6 y de 8.3 en la Unión Europea.
J.P. Morgan, Goldman Sachs y otros consorcios financieros coinciden en sus informes más recientes en que si Rusia cierra el suministro de gas el 22 de julio, se producirá una caída del 20 %, las acciones y los bonos en el mercado financiero irían a la baja, y el Euro estará a 90 centavos de dólar. Viene el invierno y Europa necesita el gas de Rusia.
Biden estuvo la semana pasada en Medio Oriente, y lejos de buscar acuerdos, agudizó las tensiones, mientras que el precio del petróleo sigue estando alrededor de los 110 dólares por barril.
El más elemental sentido común indica que ya es hora de que los líderes de la Unión Europea se sienten a conversar con el Presidente Putin.