@friveroosuna
Doctrina Militar Estadounidense. La Globalización Neoliberal condiciona la actual Doctrina Militar de EE.UU. Sus principios, tácticas, técnicas, procedimientos, términos y símbolos se fundamentan en una densa filosofía política y particularmente, desde una particular concepción de la filosofía de la guerra. El pensamiento militar estadounidense (basado en planteamientos teóricos de Hobbes, Maquiavelo, Foucault y Morgenthau, entre otros) evolucionó en el siglo XX desde lo estrictamente técnico-militar para centrar su foco de atención en el control de la población.
Por esta razón, la batalla semiótica es transversal a su esfuerzo de guerra. Arrebatar símbolos, resignificar conceptos, destruir la filiación político-emocional del pueblo con sus dirigentes, demoler la identidad nacional, sugestionar mediante la explotación del miedo, sembrar la incertidumbre, corroer la esperanza y reposicionar ideas conservadoras, son ideas claves para los actuales pensadores militares estadounidenses. Disciplinar la población, una vez que se resquebrajan las instituciones de control, requiere romper con las regulaciones de la guerra así como su tercerización, a los fines de utilizar sistemáticamente la violencia para modificar el comportamiento político.
Sin dudas, el capitalismo neoliberal requiere museos del orden para aleccionar a la humanidad, con una pedagogía de la violencia, que permita imponer su sentido de la existencia humana. El uso de la fuerza militar, desde la perspectiva de la bio-política, es consustancial a la imposición del actual proyecto civilizatorio.
El Comando Sur. A tono con esta Doctrina, la Misión del Comando Sur de los Estados Unidos acuñada por su Comandante el Almirantes Craig Faller (2019), establece que: “USSOUTHCOM disuade la agresión, derrota amenazas, responde rápidamente a las crisis y construye capacidad regional, trabajando con nuestros aliados, países socios y el gobierno de EE. UU. para mejorar la seguridad y defender la patria estadounidense y nuestros intereses nacionales”. Esta Misión coloca en primer plano la defensa de su modelo de sociedad mediante una estrategia conjunta con gobiernos aliados como el de Colombia. También concibe una “frontera portátil” proyectada hasta el lugar donde sean afectados los intereses de EE.UU. El Comandante Faller (2019) igualmente refrenda la dimensión económica de la Estrategia así como subraya la existencia de Estados nocivos para los Estados Unidos.
La coparticipación e inversiones confiables dan sólidos y altos rendimientos para los Estados Unidos, nuestros aliados y copartícipes. Vacilaciones para confrontar retos en todo este hemisferio resultarán en un aumento de las amenazas por parte de las organizaciones delictivas transnacionales, organizaciones extremistas violentas y actores estatales nocivos.
Desde esta perspectiva se retoma el papel de Estados Unidos como un gendarme regional puede operar militarmente en cualquier lugar de Nuestra América. Faller en 2019 delinea el estado final perseguido: “Que todas las naciones apoyen la democracia, la soberanía, los derechos humanos y el estado de derecho. Que las naciones sean estables, amigables y prósperas”. La Estrategia del Comando Sur de los Estados Unidos también ratifica la defensa de la democracia liberal como el modelo político promovido por occidente. Faller ante el Congreso de EE.UU. en 2021 ha expresado que Nicaragua, Cuba y Venezuela son una amenaza. Por lo tanto, alcanzar el estado final concebido en su planeación militar, supone un cambio de gobierno y por consiguiente, de modelo político en los tres países latinoamericanos nombrados.
Colombia en el Plan del Pentágono. Las siete Bases Militares estadounidenses instaladas en territorio neogranadino en 2009, la incorporación de Colombia a la OTAN en 2018 y el arribo a Colombia en 2020 de la Brigada de Asistencia de la Fuerza de Seguridad del Ejército de EE.UU., esboza la planeación estratégica diseñada por el imperialismo estadounidense para el control de la región y especialmente, de Venezuela.
En consonancia con esta planeación, Colombia desde 2016 viene redimensionando sus fuerzas armadas. La Doctrina Damasco representa una conversión doctrinaria que, sin desatender la guerra contrainsurgente, pretende capacitar sus FF.AA. para enfrentar amenazas internas y externas. Se trata de la creación de una fuerza multi-misión preparada para el escenario de guerra regular. Colombia se ha trazado transformar su institución castrense para asumir estándares militares de la OTAN y lograr la interoperabilidad en las misiones multinacionales.
La Doctrina Damasco con su novedoso Concepto de Operaciones Terrestres Unificadas, sus Comandos Conjuntos y la constitución de Fuerzas de Tareas de conformidad con los retos enfrentados, convierten a la FF.AA. en un brazo militar de la Casa Blanca. En efecto, para potenciar sus competencias en el marco del concepto de Seguridad Área Extensa, ya han hecho publico la compra de aviones cazas de última tecnología así como, en concordancia con su nueva conceptualización de guerra acorazada, tiene planes en curso para adquirir una flota de vehículos blindados. En síntesis, la Doctrina Damasco inspirada en el pensamiento militar estadounidense, parte de la premisa de un entorno operacional complejo, razón por la cual prepara a las FF.AA. colombianas para enfrentar nuevas “amenazas” (léase Venezuela) mediante la acción unificada en el arte y diseño operacional.
Paramilitarismo, Guerra Irregular y la Guerra No Convencional. En la preparación de Colombia para escenario de guerra contra Venezuela, el paramilitarismo continúa siendo un importante fuerza político-militar de las élites de la Casa de Nariño. El paramilitarismo colombiano, vieja creación de la extrema derecha neogranadina en alianza con el Mossad israelí, sirve no solamente para la guerra contrainsurgente en Colombia sino que también es la punta de lanza del plan del Pentágono contra Venezuela.
Cabe resaltar, que el pensamiento militar estadounidense creó en 2010 el “Manual de Guerra No Convencional de las Fuerzas Especiales de EEUU” identificado como TC-1801. Este documento contempla los lineamientos para las Fuerzas Especiales tendientes a crear , desarrollar y consolidar un “movimiento insurgente o de resistencia” capaz desestabilizar o derrocar regímenes adversos a Washington. El Manual sienta las bases doctrinarias para realizar operaciones encubiertas permiten disfrazar la participación militar de EE.UU. contra Estados soberanos.
En este orden de ideas, la guerra adopta inicialmente un carácter irregular tal como se está evidenciando actualmente en Apure. Se trata de una guerra limitada, a cargo en cuanto a su ejecución de terceros (paramilitares), bajo la dirección estratégica de personal militar estadounidense. Sin embargo, esto no descarta a futuro un mayor compromiso militar estadounidense en una guerra de carácter convencional. En efecto, lo que ocurre en Apure se inscribe en una campaña de larga duración, concebida como la Fase 6 del referido Manual:
En un escenario de guerra limitada esta fase aún consiste en una campaña de guerra de guerrillas y subversión, pero las fuerzas la ejecutan de modo ligeramente diferente. Generalmente las operaciones combativas no se enfocan hacia un evento único y culminante el día-D. Las fuerzas desarrollan estas operaciones a lo largo de un período de tiempo prolongado, con el propósito de erosionar lentamente la fortaleza y la moral del enemigo. (Departamento del Ejército de los Estados Unidos, 2010)
Narcotráfico y Bandas Criminales en Venezuela. La inoculación del paramilitarismo colombiano en territorio venezolano se enmarca en un plan de los servicios de inteligencia de EE.UU. En nuestro país los paramilitares se han vinculado a bandas delictivas locales, utilizando el dinero proveniente del narcotráfico han afianzado su liderazgo y han instaurado un conjunto de practicas delictivas que no conocía la sociedad venezolana.
Desde hace años el paramilitarismo no es un fenómeno exclusivamente fronterizo. Bajo la influencia paramilitar han surgido bandas criminales que ejercen control territorial en distintos lugares de la geografía nacional. Dichas bandas con un importante poder fuego, compuesto principalmente por armas ligeras cortas y largas, ya han estructurado corredores estratégicos donde pretenden suplantar al Estado. Al examinar su ubicación, se aprecia que dichas bandas están en puntos cercanos a objetivos de alto valor estratégico desde el punto de vista militar, tales como: entradas a la capital de la República, instalaciones militares, embalses de agua potable, vías de comunicación de importancia nacional, etc.
Igualmente, es necesario destacar que durante los hechos de violencia organizados por los partidos de derecha en el año 2017, las referidas bandas sirvieron de grupo armado en las referidas acciones para enfrentar a los cuerpos policiales y a la militancia del chavismo. Por lo tanto, se puede afirmar que las bandas criminales más grandes de Venezuela guardan relación con paramilitares y responden, conscientemente o no, a un plan concebido contra la Revolución Bolivariana.
La Perfidia en el Proceso de Paz. El incumplimiento del Acuerdo de Paz alcanzado en Cuba entre el Estado colombiano y las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), ha desencadenado una masacre contra los excombatientes y recrudecimiento del conflicto interno político, social y armado. Las antiguas FARC-EP, luego del Acuerdo fallido, han derivado en tres grandes agrupaciones. El Partido Comunes dirigido por Timoleón Jiménez, aún adherido a la lucha político-legal. La estructura del Frente 1 (junto a otras estructuras) de las antiguas FARC-EP comandada por Gentil Duarte, la cual desde el año 2016 declaró que no suscribiría el Acuerdo y por consiguiente, nunca se pacificó. Finalmente, las FARC-EP-Segunda Marquetalia que volvieron a la lucha armada en 2019 lideradas por Iván Márquez, Jesús Santrich, Oscar Montero y Edison Romaña, entre otros.
Estas dos últimas organizaciones revolucionarias enfrentan la brutal arremetida de las FF.AA. colombianas asesoradas, entrenadas y equipadas por Estados Unidos. El “Plan Colombia Crece” acordado en 2020, reedición del antiguo Plan Colombia, es otra prueba fehaciente de la injerencia estadounidense en el conflicto colombiano y de la estrecha alianza militar entre Washington y Bogotá. Por consiguiente, no es razonable pensar que las agrupaciones llamadas FARC-EP estén contubernio con el Estado colombiano y el gobierno de Estados Unidos para atacar a Venezuela.
Combates en Apure. En la frontera colombo-venezolano operan grupos paramilitares colombianos. Estos grupos crean redes diversas a partir de múltiples actividades ilícitas, gozan de impunidad del lado neogranadino, coordinan operaciones e intercambian información de inteligencia con las FF.AA. colombianas. El paramilitarismo intenta fortalecerse en el eje Zulia-Táchira-Apure porque esa área, en los planes del Pentágono, es una dirección táctica de aproximación para lograr objetivos operacionales definidos tanto en el escenario de una guerra convencional como en una guerra irregular. Cualquier campaña militar enemiga por ese sector, busca el control o la secesión de una parte del occidente de Venezuela como paso previo para una ofensiva total sobre el resto del territorio.
Hasta ahora las acciones violentas del paramilitarismo en Apure esbozan el patrón de una guerra de desgaste. Quizás se trata de una operación que pretende en el corto plazo proyectar en la opinión pública a un “movimiento insurgente o de resistencia” contra el Estado venezolano que encubra la participación de Fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos y Colombia en dichas acciones. Tal vez, aunque poco probable, tratan de crear el casus belli para una agresión militar a gran escala perpetrada desde Colombia. O retomar el argumento de la crisis humanitaria para nuevamente promover una “intervención militar multilateral limitada a las zonas de conflicto”.
Más allá de las hipótesis, está confirmado que las Fuerzas de Tarea y las Fuerzas de Despliegue Rápido de las FF.AA. colombianas, no atacaron a los irregulares que se replegaron al Departamento de Arauca una vez que fueron repelidos en Venezuela. Esto no obedeció a desconocimiento, ya que las bases estadounidenses y el Estado neogranadino realizan permanentemente labores conjuntas de Comando, Control, Comunicaciones e Inteligencia, que les permiten conocer en tiempo real el desarrollo de combates de las proporciones que se han librado en Apure.
En fin, estos sucesos son parte de un plan estadounidense con fachada colombiana que está en pleno desarrollo. Es un proceso de acumulación de fuerzas, en sintonía con el reciente anuncio de James Story sobre la Nueva Alianza para Elecciones Libres, que pretende desembocar en una “salida electoral”. La Guerra No Convencional de amplio espectro, en esta etapa, busca preparar un clima de convulsión política con una dimensión de confrontación armada, por ahora limitada, que se proyecte en el tiempo a lo sumo hasta la realización del referéndum revocatorio. El año 2022 será un año definitorio para Venezuela en virtud de la ofensiva político-militar planeada por la administración Biden. En consecuencia, la guerra fratricida es un estratagema del Pentágono. En ese contexto, es un error que los bolivarianos de Colombia y Venezuela desestimen la importancia de la unidad anti-imperialista ante los retos en curso.
Bibliografía Citada.
DEPARTAMENTO DEL EJÉRCITO DE LOS ESTADOS UNIDOS (2010) “Manual de Guerra No Convencional de las Fuerzas Especiales de EEUU” según circular con identificación alfa-numérica TC-1801. Consultado 3 de Junio de 2018. Disponible en: https://forocontralaguerra.files.wordpress.com/2016/01/circular_tc1801-guerra-no-convencional-manula-usa.pdf
FALLER, Craige. (2019) “Estrategia del Comando Sur de los Estados Unidos 2019”.Consultado 9 de Noviembre de 2020. Disponible en: https://www.southcom.mil/Portals/7/Documents/USSC%20Strategy%202%20Pages%20SPN%20-%20FINAL.PDF?ver=2019-06-19-110747-643