Las elecciones del vecino desatan la emoción
Primer gobierno popular en más de 200 años
La primera razón para emocionarse y ovacionar a Colombia por la victoria de Gustavo Petro y Francia Márquez es que se trata de la primera vez que la nación vecina tendrá un gobierno popular.
Luego de más de dos siglos de administraciones oligarcas con uno que otro matiz, finalmente el pueblo colombiano ha logrado darse un gobierno alternativo, encarnado en dirigentes que han estado enfrentados al statu quo y que ahora cobijan las esperanzas de millones de personas en la nación más desigual de América Latina, lo que no es poco decir.
Colombia pasó de tener gobiernos encabezados por las mismas familias capitalinas (la oligarquía de Bogotá y sus alrededores) al dominio de la clase política liderada por Álvaro Uribe Vélez. Tanto los primeros como los segundos han sido, a lo largo de las últimas décadas, socios de dos de los poderes paraestatales neogranadinos más temibles: el narcotráfico y el paramilitarismo, casi siempre unidos entre sí.
Petro y Márquez representan a la otra Colombia en más de un sentido. Es la Colombia no oligárquica, no paramilitar, no narcopolítica. Ya nada más con esa triple negación, acumularían suficientes méritos para recibir el aplauso generalizado. Pero, además, tienen un plan de gobierno muy bien sustentado y han logrado el milagro de forjar una coalición de partidos y movimientos populares, de vanguardia que hasta ahora trasciende los limitados parámetros de las alianzas netamente electorales.
Un exguerrillero de alto perfil intelectual
Otro motivo de alegría que implica esta victoria para la izquierda en todo el orbe es la trayectoria del personaje central de la saga. Gustavo Petro es un exguerrillero y como tal trataron de estigmatizarlo sus adversarios. Con su elección se rompe el miedo que la oligarquía y, sobre todo, el uribismo, ha sembrado en las masas para desacreditar los liderazgos de quienes en algún momento se acogieron a la vía armada.
Hipócritamente se usa este mecanismo para atribuir la violencia estructural colombiana a quienes se han alzado en movimientos de izquierda. Es un enfoque que oculta las causas reales de lo ocurrido en el país durante 70 años, producto del cierre de las vías pacíficas por parte de una casta política que no ha dudado en asesinar a cualquier líder que amenazara el coto cerrado de sus privilegios políticos.
Y es también un enfoque mediante el cual se encubre a los verdaderos enemigos actuales de la paz, los que ha hecho añicos los acuerdos firmados en 2016, desatando una ola de crímenes contra los firmantes. Se ha repetido así el horripilante proceso de la pacificación del M-19, luego del cual un partido completo, la Unión Patriótica, fue exterminado por la ultraderecha.
El rol estelar de la victoria le ha correspondido justamente a un hombre como Petro, que salió de ese movimiento y que abandonó hace muchos años la vía armada, pese a lo cual ha vivido sometido a amenazas, incluso durante la campaña electoral.
Aunque los adversarios han tratado de reducirlo a la figura del exguerrillero, Petro puede exhibir una formación intelectual y un empeño en estudiar la realidad colombiana muy superiores al promedio de sus rivales de la derecha. Particularmente dispareja fue la comparación con su oponente en la segunda vuelta, Rodolfo Hernández, aunque la desesperada élite trató de elevar su nivel llamándolo “el ingeniero”.
Mujer, afrodescendiente, pobre, ecologista
Los vivas a Colombia adquieren dimensiones monumentales cuando se trata de celebrar que en esta elección Petro fue reforzado con la ahora vicepresidenta electa Francia Márquez, una persona que reúne la representación de varios de los segmentos más excluidos de la sociedad colombiana.
Márquez es mujer, es afrodescendiente, es de origen pobre, es ecologista y viene de una de las zonas más relegadas del país.
Su historia es digna de encomio. Trabajó en servicio doméstico, estudió en la universidad con grandes esfuerzos y ha sido una luchadora a carta cabal por su región, por la integridad ecológica, por las mujeres víctimas del patriarcado.
Haber librado esas batallas es una expresión de valentía que la convierte en representante de una legión de ausentes: los líderes y lideresas sociales que han muerto a manos de fuerzas regulares o irregulares por dar la cara en estas luchas.
La derrota de la prensa canalla
Una cuarta razón para festejar tiene mucho de justicia poética. Y es que otro de los factores derrotados de ese episodio es la maquinaria mediática colombiana, una de las peores del continente entero, un aparato diabólico al servicio de sus dueños, que son los mismos de todo lo demás en el país, incluyendo negocios legales e ilegales.
Ni la más despiadada de las campañas desplegadas contra Petro y Márquez (utilizando a Venezuela como uno de sus manipulados argumentos) logró evitar el triunfo popular y ese es un síntoma muy auspicioso porque habla de que el arma mediática de la oligarquía, la narcopolítica y el paramilitarismo ha perdido parte de su fuerza.
Ya no es tan sencillo llevar a la gente más pobre y necesitada a hacer la voluntad de los poderosos. Luego de cuatro años más de masacres, de acuerdos de paz pisoteados, de asesinatos selectivos, de desplazamientos internos y de represión brutal a las protestas, la credibilidad de los emblemáticos medios colombianos ha quedado en ruinas. Ya era hora.