Guerra asimétrica contra la revolución cubana. Según un guión ya visto en Venezuela, y continuado ahora en aquellos países que, como Nicaragua, representan, de diversas formas, algún tipo de obstáculo para la extensión de la nueva Doctrina Monroe, el imperialismo ha tratado de golpear al corazón de la isla rebelde. El corazón de la revolución es la conciencia política del pueblo, organizado en su partido, el Partido Comunista de Cuba.
Un elemento contra el que siempre ha fracasado el imperialismo, acostumbrado a concebir intereses, pero no ideales. Un elemento, sin embargo, sobre el que los aparatos ideológico de control, bien establecidos en los países capitalistas, están trabajando intensamente y con la intención de permear sutilmente el tejido en transición de la revolución cubana, aprovechando la pandemia que exacerba los efectos del criminal bloqueo.
Que la pequeña isla haya podido resistir incluso después de la caída de la Unión Soviética, inervándose a otros procesos de cambio en América Latina y proyectando su mensaje más allá del continente latinoamericano, es tanto un milagro de resistencia como una demostración de la necesidad del socialismo, como única alternativa a la barbarie de un sistema en lucha contra el sujeto histórico que cavará su tumba. Y esto es insoportable para quienes deben demostrar que no hay alternativas al capitalismo, y por eso están ansiosos por buscar la paja en el ojo ajeno, y no la viga en los propios. Como en el caso de las «guarimbas» en Venezuela, el guión es lo mismo: hemos visto ataques a embajadas en el exterior, también en esta ocasión, y nuevamente estamos asistiendo a la contaminación de ciertas áreas de la izquierda por parte de fuentes manipuladas.
Para los estrategas de la guerra asimétrica en tiempos de globalización, actuar sobre el descontento popular, que ellos mismos provocan a través de medidas coercitivas unilaterales criminales, sigue siendo una prioridad, para crear el «caos controlado» en el que justificar la intervención externa. Se empieza por “proteger” un supuesto «Estado fallido» con el establecimiento de «corredores humanitarios», y así allanar el camino para una verdadera intervención militar para «restaurar la democracia».
Por ello, desde hace meses la propaganda internacional amplifica la existencia de una supuesta disidencia, que crecería en torno a la «protesta de los artistas» de San Isidro. Desde entonces, la etiqueta creada por la CIA (# SOSCuba, similar a la anterior #SOSVenezuela) que empezó a pedir «ayuda humanitaria» con el apoyo de estos «artistas», ha creado miles de cuentas y millones de tuits para desacreditar las políticas de la isla: comenzando por las muertes por covid, presentadas como dato absoluto y no en relación al desastre de los países capitalistas en América Latina, que muestran a Cuba y Venezuela a la vanguardia de la lucha contra el coronavirus.
Una campaña que culminó el domingo con manifestaciones esporádicas pero violentas en varios lugares de la isla, desencadenadas por agentes externos y algunos marginales, y a las que el pueblo cubano reaccionó saliendo a las calle, en respuesta al llamado de su presidente.
«Cuanto más avanza el gobierno cubano en salud y conciencia, más choca con la desinformación y el ataque extranjero», resumió efectivamente el presidente de Bolivia, Luis Arce. Su voz se ha sumado a la de los presidentes latinoamericanos que, empezando por Nicolás Maduro, han salido en defensa de Cuba, oponiéndose a los megáfonos del imperialismo como el del secretario general de la OEA, Luis Almagro.
Resulta totalmente adecuado el análisis del ex embajador de Cuba en Venezuela, Rogelio Polanco Fuentes, miembro del Secretariado del Comité Central del PCC, ahora titular del Departamento Ideológico, sobre la guerra híbrida, como parte de las «revoluciones de color» puestas en marcha en la era de la ex Yugoslavia. Una estrategia -explicó durante la rueda de prensa del lunes, tras los atentados del domingo- similar a la que se intentó en Venezuela con la violencia denominada «guarimbas».
“Tuve el privilegio de vivir varios años en Venezuela – dijo Polanco -. El comandante Chávez definió esa estrategia golpista como una combinación de acciones económicas, políticas, mediáticas y de sabotaje. Lo comparó con el efecto de una mecha lenta que avanza en el polvo hasta llegar al detonador”.
La estrategia del golpe suave -agregó Polanco- se alimenta de medidas coercitivas unilaterales de carácter económico, comercial y financiero, encaminadas a provocar escasez y limitar el acceso a recursos, medicinas y alimentos. «Este es un manual aplicado en varios países, desde el Medio Oriente a Europa, a América Latina. Una estrategia intervencionista para llegar al llamado cambio de régimen”. Para generar caos e inestabilidad, «se utilizan tácticas de lucha aparentemente no violentas, que sirven para provocar a la policía e inducirla a acciones represivas que, a su vez, generan la percepción de la violación de los derechos humanos, y nuevas acciones mediáticas útiles para promover movilizar a quienes son parte de las acciones desestabilizadoras”.
Una estrategia potenciada por los medios internacionales, y ahora amplificada «por la existencia de un espacio público digital, que replica compulsiva y violentamente todas estas narrativas para provocar la ingobernabilidad, y obtener hegemonía en los flujos de información a través de los algoritmos».
El objetivo es «romper la voluntad del ser humano, socavar las instituciones y la unidad nacional de los países». Para ello “se dedican recursos considerables, no se improvisa nada. Es algo bien diseñado por las instalaciones y agencias de EE. UU. con laboratorios». Sin embargo, agregó Polanco, “se ha demostrado que es posible derrotar estas estrategias. No hay tecnología o plan de este tipo que pueda vencer en presencia de la unidad de un pueblo, que pueda contra una población organizada, movilizada y consciente de sus objetivos como nación y de su historia. Venezuela ha demostrado que es posible vencerlos, como lo está demostrando Cuba, como lo demostró ayer nuestro valiente y heroico pueblo”.
No en vano, concluyó el dirigente cubano, el comandante Chávez, sobre esta forma de guerra, dijo que solo podría funcionar donde hubiera gobiernos con poco apoyo popular, ya que «el verdadero antídoto» contra la guerra híbrida, es precisamente el apoyo popular.