Las megaelecciones generan variados escenarios: todos tienen su tiempo
Tiempo de celebración
La afición por los deportes nos lleva a ver las elecciones como torneos en los que se miden varios equipos: el de nuestros amores y los otros.
Desde ese punto de vista, el deportivo, nuestro sueño es siempre ganar en forma contundente, con indiscutible superioridad y, de ser posible, aplastar al rival (insisto, deportivamente). Pero si eso no sucede, nos damos por satisfechos con cualquier victoria, incluso con una de esas en las que influyeron mucho los errores del adversario.
Opino que en el proceso del 21 de noviembre se ha registrado una de esas victorias en las que uno sale del estadio suspirando aliviado por lo mal que actuó el otro equipo, pero sin reparar en la forma como se obtuvo la victoria, como buen hincha, va a una tasca a celebrar tal como dicen que dios manda a hacer.
Eso está bien. Tantos esfuerzos, tanta tensión, tanta angustia bien merecen un desahogo.
Además, ganar y ponerse triste es un contrasentido en cualquier parte, pero especialmente en nuestro caribeño y muy alegre país.
Así que, celebremos esas celebraciones sin complejos y sin «comer casquillo» de los aguafiestas.
Tiempo de recordar experiencias anteriores
Al día siguiente de la victoria del chavismo en las elecciones parlamentarias de 2020, un sólido cuadro revolucionario, hombre de doctrina y de práctica, William Izarra (recientemente fallecido) se declaró alarmado por el declive de la votación.
«La ausencia del dominio de la teoría revolucionaria y dentro de esta, los conceptos del socialismo bolivariano como idea, inciden de manera negativa en la generación de conocimientos, energía y disposición de lucha para lograr inquebrantablemente la meta de la Revolución Bolivariana como lo es el cambio de estructura«, dijo.
En una entrevista para La Iguana TV le pregunté a Izarra por qué hablaba de declive, así, en plena celebración de una significativa victoria del PSUV. Respondió que lo hacía porque había venido estudiando el comportamiento del electorado chavista desde la derrota en el referendo de la reforma constitucional de 2007 y había concluido que la falta de consistencia ideológica fue la causa de aquella caída estratégica y de otra sumamente grave, la de las elecciones parlamentarias de 2015, de esta manera como de la baja sustancial en la votación revolucionaria en diciembre de 2020.
Ya Izarra no está con nosotros, pero sus advertencias bien valen la pena como punto a considerar en los análisis que han de llevarse a cabo en los próximos días.
Tiempo de necesaria reflexión
Esta vez, una de las revisiones más exhaustivas la ha hecho el sociólogo Reinaldo Iturriza, exministro de Cultura y de Comunas, quien hace algunos años impresionó con un análisis poselectoral al mismísimo comandante Hugo Chávez.
Iturriza dejó los siguientes datos matemáticos para la reflexión necesaria:
- La participación popular el 21-N se ubicó en su mínimo histórico, disminuyendo 18,84 puntos porcentuales respecto de 2017.
- En cuanto a los votos recibidos tanto por candidaturas oficiales del chavismo como por la oposición. El 21-N, por primera vez, el número de votos del chavismo es menor que la cantidad recibida por la oposición.
- El chavismo pierde casi 2 millones de votos en relación con 2017.
- También por primera vez, porcentaje de votos obtenidos por el chavismo es menor que el de la oposición. El chavismo disminuye 7,39 puntos porcentuales en relación con 2017. La oposición aumenta 5,2 puntos porcentuales.
Tiempo de acción
Después de la celebración, de la memoria de alertas anteriores y de la reflexión sobre los datos nuevos, ha de sobrevenir un tiempo de acción, que debe comenzar lo más pronto posible y ha de ser permanente.
Se trata del tiempo de todas aquellas R de las que habló el comandante Chávez y que ahora más que nunca se requieren, tal como lo evidencian las cifras analizadas antes por Izarra y ahora por Iturriza.
Muchos de los cambios son, simple y llanamente, lo que las bases reclaman desde hace ya varios años, relacionados con el cese del clientelismo, la ineficiencia y la corrupción que han carcomido la conducta de muchos cuadros revolucionarios.
Allí, más que en los méritos de las oposiciones, puede estar la causa fundamental de los síntomas de una victoria tan paradójica, que amerita más reflexiones que una derrota.