Diversos portales con respetable credibilidad dieron cuenta el viernes pasado de la venta de armas al narcotráfico, por parte de algunos oficiales del ejército de Chile. La especie no emanó de ningún chisme ni golpe bajo, sino de una grabación en la que el mismo jefe del cuerpo austral, general Ricardo Martínez, admite el abominable hecho.
Confieso que desde el momento en que me enteré del asunto, centré mi atención sobre las redes digitales con más agudeza que de costumbre y seguro que como yo, otras personas. Tal interés no dejaba de resultar lógico: ¡no todos los días estamos ante una noticia de ese calibre y de fuente directa! Pero, oh oh: nos estrellamos bien feo y como se dice en béisbol quedamos en cero hits y cero carreras. El asunto, y ahora me voy con el dominó, pasó «agachao» para los referidos medios de difusión por lo que seguramente a estas alturas habrá quien ni sepa sobre esto que estoy narrando.
Las preguntas brotan solas: ¿a qué se debió tal manto de mutis absoluto? ¿por qué no estalló el escándalo que involucra a tan importante componente en la institucionalidad de esta nación? ¿obedeció a algún interés particular? ¿por qué la consideración digital hacia ese aspecto, en detrimento de la opinión pública? ¿cuál fue el parámetro o los parámetros para discriminar lo que indudablemente es un escándalo?
Obviamente, la lista de interrogantes es mucho más amplia pero –también muy obvio-, es breve el espacio para desplegarla aunque no por ello vamos a dejar de formular estas otras: ¿por qué esas canteras de rumores mal elaborados funcionan a la perfección cuando de Venezuela se trata? ¿qué bicho les pica en común cuando se unen para encarrilar el desprestigio contra la Revolución Bolivariana? ¿a qué debemos tanta «eficiencia» para activarse en torno a la mentira y la confusión de nuestra población? ¿Por qué sí funciona el «todos contra Maduro», sin el manejo cierto de evidencia que lo comprometa, pero no contra Sebastián Piñera a pesar del inmenso lodazal en que está metido? ¿qué cree usted? ¡Chávez vive…la lucha sigue!
Ildegar Gil