Siempre consideré que esos comerciantes usureros que en Venezuela obtienen astronómicas ganancias ilegales a costa del peculio de la ciudadanía eran unos delincuentes que debían ser procesados y castigados. Pensé que eran unos cuervos hambrientos de riqueza que extorsionan a la población. Juzgué incluso que eran unos ignorantes, sin el más mínimo atisbo de conocimientos teóricos, a los que solo los movía el afán de lucro. Supuse que eran unos personajes empíricos, con capacidades exclusivamente de orden práctico. Llegué incluso a pensar que no tenían noción de la ética ni temor de Dios; que por tanto pagarían en el infierno los pecados cometidos contra sus semejantes acá en la Tierra. Acabo de enterarme – qué pena con esos señores- de que estaba equivocado.
Llegué a esta conclusión después de leer la obra Defensa de la usura (1788) escrita por el filósofo y economista inglés Jeremías Bentham (1748- 1832). Me siento en la obligación de divulgar sus ideas e Ilustrar al pueblo para que no se deje llevar por la rabia cada vez que sale a comprar. Quiero evitar así un motín de resistencia que haría de nuestro pueblo un vendaval incontenible de ira y venganza. Veamos qué dice Bentham.
Éste se pronuncia categóricamente en defensa de la usura como motor de la economía. Apoya sus puntos de vista en el concepto de libertad de contrato. “Poner límites a la ganancia- dice- es un atentado contra la libertad”. Declara que “no hay hombre de cierta edad y mente sana, actuando en libertad y con los ojos abiertos, a quien se deba impedir el realizar, con el objeto de ganar dinero, tal oferta como le parezca adecuada”. Enfatiza: “La usura, si fuera una ofensa, sería una ofensa cometida con el consentimiento, es decir, con el consentimiento de la parte supuestamente injuriada, lo cual no merece lugar en el catálogo de las ofensas, a menos que el consentimiento haya sido obtenido de forma desleal o sin libertad”. Por tanto, cualquier tasa de interés que alguien esté dispuesto a pagar no es usurera porque en el acuerdo privó la libertad entre las partes. Del mismo modo ocurre en el comercio. Se pregunta: ¿Cuál es el precio justo? Y responde: “Aquel en que se lleva a cabo la transacción, razón por la cual ni el oferente ni el demandante deben quejarse y afirmar que el precio al cual vendieron o compraron fue injusto. Si lo fue, ¿por qué accedieron a la transacción?”. En el mismo sentido, explica que eso que nosotros llamamos “corrupción administrativa” no es un delito porque “Si un hombre roba los fondos públicos, él se enriquece y a nadie empobrece porque el perjuicio que hace a los individuos se reduce a partes impalpables”. En consecuencia, para Bentham todos los corruptos, los usureros y los comerciantes son “hombres cuya conducta merece elogio más bien que vituperio bajo todos los puntos de vista imaginables”.
Ahora he aprendido que los comerciantes usureros y corruptos no son unas sanguijuelas avarientas que debían ser enfrentadas por el pueblo y el Estado, como pensaba antes. No, son unos doctrinarios que se plantean el bienestar general y la libertad. No los estimula una “sed insaciable de riquezas” sino el profundo conocimiento de las leyes del desarrollo económico. No se proponen desestabilizar el gobierno y estrangular a la ciudadanía, haciendo uso de organizaciones oligopólicas; lo que se plantean es aceitar los engranajes de la economía y tonificar la musculatura del sistema político. No son demonios desalmados, sino seres superiores desde el punto de vista ético y espiritual.
“Defensa de la usura” debe ser desde ahora nuestro libro de cabecera y Jeremías Bentham el ideólogo de los nuevos tiempos, cuya doctrina debe ser enseñada desde las primeras letras. Hay que salir rápido a difundir su ideario. Antes de que sea demasiado tarde y el pueblo como mar de leva arrase con todo. Antes de que la ciudadanía guiada por la ira y la desesperación se asuma como Poder Constituyente y cree sus propias redes de producción, distribución y justicia. Antes de que el Poder Popular tome el control de la economía, desmantele las corporaciones comerciales que practican la usura y expropie a los empresarios usureros. Antes de que la población exasperada acabe con los grupos políticos y los bufetes judiciales que los apoyan, pactan con ellos o los toleran. Hay que actuar rápido, antes de que todo esto sea irreversible y no podamos detener ya la furia incontenible del pueblo de Bolívar.