Por Jesús Faría
La victoria popular del 23 de enero y el golpe de Estado 61 años después
El 23 de enero es un día histórico de nuestras luchas por la democracia y la soberanía de la patria, que lograron derrotar a una dictadura decadente, tendida a los pies de las corporaciones transnacionales del petróleo.
A 61 años de aquella gesta, un títere de Donald Trump pretende usurpar el poder en nuestro país, autoproclamándose presidente de la República de la manera más descarada y absurda. Con este acto delirante se activa el plan de intervención imperialista organizado, dirigido y financiado desde Washington.
Este nuevo escenario ratifica que la contradicción fundamental que determina nuestras luchas, ayer como hoy, es entre la patria y su esfuerzo por desarrollarse de manera independiente, por una parte, y el imperialismo y su naturaleza intervencionista y explotadora, por la otra.
Esta vez, no obstante, se produce la agudización de esa contradicción en una correlación de fuerzas distintas, donde el movimiento popular, expresado en la Revolución Bolivariana, cuenta con una enorme fortaleza política, popular, militar, moral e internacional. Eso nos da fuerza para grandes victorias, que estamos comenzando a cosechar.
El escenario internacional de la injerencia imperial
Una de esas victorias se ha producido en el campo internacional. Venezuela ha estado en el centro de la opinión pública mundial y de la política internacional a lo largo de los últimos meses. Tutelados por los EEUU, un grupo de gobierno satélites de Washington en nuestro hemisferio, así como naciones de la vieja y arrogante Europa, han desarrollado una intensa estrategia de injerencia en nuestros asuntos internos. Este injerencismo llegó a su clímax con el reconocimiento absolutamente ilegal e insolente del usurpador de la presidencia. De hecho, la autoproclamación y el reconocimiento inmediato de Washington y luego, en forma de goteo, de otras naciones títeres, conforman un mismo acto político. Legitimidad internacional lo llama el Departamento de Estado. Se trata de legalizar un golpe de Estado, como ha ocurrido en otras naciones, donde han promovido estas tropelías.
Por iniciativa del gobierno estadunidense, el caso venezolano fue llevado incluso al Consejo de Seguridad de la ONU, contraviniendo las normas de ese organismo. El resultado fue desolador para los promotores de la guerra en nuestro país. Ahí se impuso la razón, la verdad, la defensa de la democracia y la soberanía en nuestra patria. Esta fue una derrota monumental de la diplomacia intervencionista del imperialismo estadounidense, que le siguió al descalabro sufrido previamente en la OEA, cuando pese a las enormes presiones no reunieron los votos para reconocer al usurpador de nuestra presidencia.
El mundo multipolar se configura como un factor fundamental para la preservación de la soberanía y el desarrollo de las naciones. La visión del comandante Chávez da frutos extraordinarios. El rol de Rusia ha sido esencial, enfrentándose a la estrategia expansionista y criminal del imperialismo. Igualmente, China juega un rol de primer orden. En cuanto a nuestra defensa, ahí ha jugado un papel sustancial el respaldo recibido de naciones como Turquía, Irán, Bielorrusia, los países del Alba y la mayoría de las naciones del planeta, incluyendo algunas de un peso tan importante como India, Sudáfrica, Vietnam e Indonesia, por solo mencionar algunos.
En estas batallas se derrotó el intento de aislar a nuestro país, componente esencial de la política golpista de Washington, imponiéndose en la comunidad internacional la tesis de la búsqueda de soluciones sobre la base del diálogo y preservando la soberanía de las naciones, sin injerencias ni imposiciones de ninguna naturaleza, destacando el rol de México y Uruguay en el complejo escenario hemisférico.
Los militares y las calles en el plan golpista
Además de la estrategia internacional, el plan golpista contemplaba el derrocamiento del presidente Nicolás Maduro por la vía de un fast track. Washington y sus peones locales se lanzaron a la aventura, especulando con un pronunciamiento militar a favor de los golpistas.
Subestimaron una vez más la profunda raíz bolivariana y chavistas de nuestras FANB, su espíritu de lucha y su carácter profundamente antiimperialista y democrático. El pronunciamiento de nuestras gloriosas FANB a favor de la patria y del presidente Nicolás Maduro constituyó el naufragio del plan de Washington por restablecer sus intereses en nuestro país. La pretendida Ley de Amnistía de la AN, que buscaba doblegar a nuestros militares, ha sido rechazada tan masiva como rotundamente. No podía ser de otra manera. La hipocresía de esa oposición servil a los EEUU, que ha despreciado sistemáticamente a nuestra gloriosa FANB, causó un efecto terriblemente repugnante en el mundo militar.
La rebelión militar debía estar acompañada, de acuerdo a los cálculos del plan, por un alzamiento popular motorizado por una clase media moralmente devaluada, en su mayoría subordinada a los intereses yanquis, y los sectores populares afectados duramente por los impactos de la guerra económica. Los opositores salieron a la calle, se financiaron grupos de choque con el lumpen para generar el caos, pero fueron repelidos por el pueblo y los organismos de seguridad.
El pueblo chavista se desplegó en las calles con el PSUV a su vanguardia, de donde no ha salido desde 1999 con el comandante Chávez, con enorme mística e impresionantes concentraciones, revelando la gran fortaleza popular de la Revolución Bolivariana. La movilización popular se convirtió en el factor disuasivo por excelencia del golpe de Estado fraguado desde Washington. Como en toda revolución, es este un factor de crucial importancia, que tenemos que perfeccionar de manera permanente.
El golpe de Estado y el plan de estrangulamiento económico
Como ha ocurrido con el guión de los golpes de Estado aplicados desde Washington, se activa la guerra económica con la finalidad de desestabilizar el país, caotizarlo socialmente, hacerlo ingobernable políticamente y propiciar el derrocamiento de los gobiernos.
Esta guerra económica, en nuestro caso, tiene al menos 4 años en marcha y ha causado serios estragos. Los precios aumentan aceleradamente, la producción cae, la escasez llega a niveles muy significativos. El impacto en la población es innegable, pese a los esfuerzos del gobierno por proteger al pueblo. Se busca incluso propiciar una crisis humanitaria que justifique la intervención extranjera.
El fracaso del plan golpista en el plano internacional, militar y popular, ubica a la guerra económica como la columna vertebral del golpe de Estado en una nueva fase. El fracaso del fast track, hará que se concentre el esfuerzo de Washington en el desgaste económico.
Se profundizarán las sanciones y el bloqueo ilegales e infames contra el país y, en especial, contra nuestra industria petrolera. Ya se anuncia la confiscación de nuestros activos en el exterior para ponerlos al servicio del financiamiento del golpismo…
Ello va a reclamar de nuestra parte los mayores niveles de eficiencia en la administración de nuestros recursos, en la lucha contra corruptelas y el burocratismo, en el esfuerzo de elevar la producción petrolera, en la reactivación de las empresas del Estado lo antes posible, en el incremento de la producción de alimentos y medicamentos, en la estabilización de los precios internos y de la moneda nacional con una política cambiaria coherente, en el mejoramiento de los sistemas de trasporte y de distribución, en general, de los bienes de primera necesidad, en el mejoramiento de los servicios, en la generación de mayores ingresos fiscales para la inversión social y productiva (como el aumento de la gasolina), en el castigo riguroso a los especuladores…
El presidente Nicolás Maduro ha diseñado un plan de recuperación productiva. Todas las fuerzas de la nación deben desplegarse en función de sus objetivos con el propósito superior de la defensa de la patria y del fortalecimiento de la agenda democrática, que debemos imponer a las fuerzas golpistas.