Con el arribo del histórico 20 de agosto, se desataron en nuestro país las fuerzas ofensivas del Poder Popular dirigidas a respaldar, defender y hacer permanentes las medidas económicas delineadas por el presidente Nicolás Maduro. A la caída del banderín de ¡salida! el pueblo asumió sin titubeos de ninguna especie, el rol que por naturaleza le corresponde en capítulos como el actual.
Sin distingo de edad, credo o sexo el volcán colectivo se erige cual vorágine pensante que exige –más que pedir-, a comerciantes el cumplimiento de los precios acordados para 25 productos publicados en la Gaceta Oficial extraordinaria 6397 del 21 de este mes.
La reacción, borracha de odio y frustración, recibe ahora una dosis de su propio dron. Sus argumentos, más escuálidos y famélicos que nunca, son cada vez menos asimilados por quienes han vivido subyugados con sus mantos de mentira. La Revolución aceleró el momento del derrumbe de la careta neoliberal, que ya no aguanta su propio peso.
El porvenir pinta bello, pero hay que enrutarlo. Estos próximos tres meses –sobre todo esos tres-, serán con toda seguridad de ardua lucha. Es el momento propicio para oxigenar el empujón que ayude a morir la despiadada etapa de la hegemonía, a cambio del resurgimiento de la justicia. Y como tal deseo no caerá del cielo, debemos construirlo día a día al fragor de la lucha diaria y constante como ya se hace.
El optimismo reina en el sector más grueso de la población. La esperanza de doblarle el brazo a la guerra económica, embadurna la ilusión hasta entre quienes hace pocos días eran manifiestos incrédulos del modelo económico socialista bolivariano. También ellos, aunque no acudan –por ahora- a nuestras marchas, reclaman al bodeguero que se someta a la lista oficial que discrimina el precio a cancelar por cada rubro.
Muestra de la abrumadora confianza en nuestra gente, es el abuelo barbero que una vez al mes me torturó durante años con sus quejas más que con su tijera desamolada. De su discursó se ausentaron, sus impulsos antichavistas obviamente ahora secuestrados por la luz del anhelo forjado sobre sólidas bases.
En esta ocasión, ya sin tema político o económico derechista a la mano, me arrió hasta el mareo con la repetición insistente e inclemente de su deseo fatídico contra los Tiburones de La Guaira. Liso, no me podía dejar ir. ¡Chávez vive…la lucha sigue!